LA FELICIDAD
por JORGE CARVAJAL POSADAS
Podríamos callar, mirarnos a
los ojos y sonreírnos. Podríamos encontrar en esos ojos una humanidad
profunda y entrar en ese territorio de la magia que es el territorio de
la vida. Podríamos creer que vivimos más allá de existir,.
A pesar de nuestras pequeñas miserias hay tanta grandeza en la semilla
humana. Hay tanto en nosotros esperando para ser, para fructificar,
para amar.
Hay tanto en nosotros esperando revelarse, recrearse, fructificar.
Somos semilla y a partir de ese potencial infinito, de ese océano
interior podemos re-encantar la vida. Podemos volvernos a crear y así
divertirnos y gozar.
En la felicidad no hay un Dios
exterior. Tú eres a imagen y semejanza de ese Creador que habla en tu
palabra, mira en tu mirada y ama con tu amor.
¿Podríamos entonces vislumbrar nuestro camino hacia la felicidad? Sí.
Ese camino es un camino de retorno. Es un camino de conciencia. Es un
camino que libera. No está hecho de dependencias.
Nada que te ate, nada que te amarre, nada que conduzca por la vía
del placer de los sentidos, que te conduzca al poder., conduce a la
felicidad.
Más poder no da más felicidad, da más dependencia. Más placer no
construye más felicidad. Más vivir para los sentidos hace que pierdas
el sentido. La felicidad es un camino hacia el sentido, es un sendero
que empieza en tu interior y termina en tu interior, cuando descubres
con la física cuántica, pero también con la vivencia humana que el
universo es interior. Tú eres el centro del universo cuando eres
conciente de ti.
La felicidad parte de la atención y la atención es el uso
fundamental de la conciencia. Cuando estás atento te centras. Cuando
estás atenta eres dueña de ti misma, de tu propio potencial. Cuando
estás atenta generas un laser con tu propia conciencia y en esta
conciencia habitas y tienes el movimiento, la vida y el ser. Cuando
estás atenta construyes un espacio interior pequeñito que te conecta
con el infinito. Cuando estás atenta construyes el instante y en ese
instante eres eterna. Cuando estás atenta te reconoces a ti misma y
vuelves a nacer de ti misma y eres el parto y el partero, eres el
Creador, porque naces de ti y regresas a tu conciencia.
La atención es el momento más importante de la conciencia, es el
momento de la creación en el que descubrimos el presente, es el tiempo
de la sincronicidad, el tiempo de la resonancia. Uno nace de su propia
muerte.
Uno nace al presente por la renuncia al pasado, al deshipotecar la vida
de los condicionamientos del pasado. Tenemos la vida hipotecada con las
expectativas hacia el porvenir y entonces nos perdemos el lugar de la
vida que es este instante. Este instante es sagrado porque en este
instantevive el ser. Allí no hay tener, allí no hay placer, allí
solamente bulle el ser y ese ser es lo que somos: potencial infinito
que nos habita, Dios tan inmanente como trascendente. Ese Dios
Universal se interioriza en nosotros y convierte la vida en algo
mágico. Ese Dios nos humaniza y nos redime. Ese Dios permite que el
reino mineral cante y baile y que el reino vegetal florezca y que el
reino animal pueda sentir. Ese Dios permite que el ser humano tenga las
alas del pensamiento y desde las alas del pensamiento restaure la
intuición, la visión de la totalidad. Desde esa visión de la totalidad
nos unimos de nuevo en el maravilloso Camino de Regreso al Creador.
El primer paso a la felicidad es la autenticidad. La autenticidad es
una genuina identidad, es una identidad única, original, es la
identidad que nos hace íntegros. La vida es creativa cuando es única.
La vida es arte, se goza, se inventa a cada momento. Cuando eres único
vives la magia del amor. El amor no se gasta, no es repetitivo, el amor
no se fatiga, el amor no es rutina, ni condición. Es una fuerza
magnética, atractiva que te renueva a cada instante.
Cuando te puedes renovar a cada
instante eres único y entonces eres una obra de arte del Creador.
Cuando eres único o única te das cuenta de que eres importante, porque
eres irrepetible, porque no tienes competencia posibles, porque te
sales del mundo absurdo de la competitividad, porque puedes compartir,
te puedes dar y entregar sin temor a perderte y en cada dar te vas a
renovar, te vas a completar y además vas a completar al otro con tus
ojos, con tu abrazo, con tu palabra, con tu silencio, con tu compañía,
con tu presencia. Así puedes disfrutar la vida. Primera clave para la
felicidad: sé como tú; no como nadie más, único, irrepetible y original.
Da tu propia nota en la sinfonía de la creación, esa nota que es
necesaria. No hay dos seres humanos como tú. El Creador te necesita y
tú eres una faceta única del Creador. El Creador habita en la
diversidad del mundo, su unidad está hecha de diversidad. Cuando tú no
pretendes ser como nadie más que como tú, entonces descubres esa
corriente hermosa del
Creador dentro de ti, y entras en el mundo maravilloso de tu tierra, de
tu solidez, el mundo de tu raíz, de tu savia. Cuando tú no pretendes
ser como nadie entras en el lugar desde el que puedes nacer. Si no
tienes ese útero que te está pariendo, que es tu propia identidad, si
no te aceptas, si no te amas, si no te afirmas nada podrás encontrar.
Autoafírmate que tú eres ese potencial único en el que el Creador está esperando revelarse.
Autoafírmate para que me completes, para que completes el universo,
para que completes como padre al hijo y como hijo a la madre y como
hermano a la humanidad. Esa es la autoafirmación.
Ello no sería posible si no te hubieras perdonado. Lo más duro en el
momento de la muerte es la culpa, no es el cáncer, no es el dolor. Lo
más doloroso es el miedo al más allá, el infierno de esa falsa creencia
de que hay un Dios castigador, el temor oculto de que Dios no te puede
perdonar, de que no te va a perdonar. Pero Dios es amor y donde hay
amor no puede haber juicio. Si Él ya te perdonó, tú también te podrías
perdonar. El juicio está dentro de ti, el infierno está dentro de ti y
tú lo has construido.
Sin embargo podrías construir un primer paraíso y punto de partida.
Lapregunta es: ¿cuentas contigo, te aprecias, te valoras, te reconoces?
Ese es el primer paso en el sendero de la felicidad. Es un paso hacia
el interior. Encuéntrate contigo, en tu centro, en tu corazón. Respira
profundo y siente la maravilla de la vida. El sol brilla para ti, los
pájaros cantan para ti y el aire y de la magia de la mañana soplan para
ti. El universo celebra tu presencia cuando tú te presentas ante ti.
Entonces descubres tu rostro, que no es otro que el del amor. Recuperas
tu poder y entras en comunión.
Vives en alegría y levedad y ya
no tienes el peso del cuerpo, de la culpa, del condicionamiento.
Aceptas tus luces y tus sombreas. Te aceptas como un bello crepúsculo,
una bella aurora. Descubres como descubría San Agustín sincerado ante
el Cristo: “Muy tarde te amé, muy tarde. Estuve lejos de Ti, pero ahora
me reconozco en Ti, porque Tú eres parte de mí y estás en mi interior”.
Perdimos el paraíso externo y nos fuimos por el sendero de la
víctima hasta que por fin construimos una fe que ya no es externa, que
se enraiza en el interior y comenzamos a confiar y confiamos en
nosotros.
El punto de partida es la identidad. Sé como tú, único, original y
creativo. Así vas a ser reconocido por todos, porque a todos nos vas a
completar. Vas a entrar en ese universo maravilloso de sensibilidad a
la necesidad. Vas a ser auténtico, vas a reconocer en ti lo esencial.
Lo esencial es aquello que puedes dar, porque lo que no se da se pierde.
Vas a reconocer la nota clave de un corazón que nace y muere a cada
instante. La muerte y el renacimiento del corazón es la sístole y la
diástole, dura un solo segundo. En cada segundo el corazón se da
entero. Si el corazón guardara una gota en cada segundo en una hora
tendríamos insuficiencia cardiaca. Hermoso sería que nosotros
pudiéramos atender esa ley del corazón y así en cada segundo, desde tu
identidad entregar y fructificar sin medida. Ese fruto dulce de tu vida
se hizo para dar.
Cuando ya tengas tu tierra y tu paraíso, multiplica tus semillas,
porque así dándote se liberan y es dando como recibimos. Cuando nos
damos descubrimos nuestra genuina identidad, nuestra tierra, nuestro
paraíso.
Cuando hay un yo aparece un tú. Entre el tú y el yo se genera un
movimiento de resonancia, de comunicación coherente, de diálogo. Surge
ahí una inteligencia que representa tu capacidad de adaptarte a la
vida. No hay una inteligencia espiritual, separada de la inteligencia
molecular. Es una inteligencia dinámica y adaptativa. Tu capacidad de
adaptación a la vida.
El segundo movimiento hacia la felicidad es la adaptabilidad.
Adáptate a la vida, al cambio, a la corriente. No te resistas pues
produces calor, desgastas tu energía. No te recalientes. El mundo del
desgaste es el mundo de la entropía. Cuando no te resistes, la vida
pasa a través de ti y te refresca y te fecunda. Cuando te quedas en el
territorio del yo, te limitas al crecimiento personal, al orgullo
espiritual. Cuando haces mil cosas para crecer aunque nadie crezca,
aunque la tierra sea un desierto, realmente vas, aunque le llames
espiritualidad, por el camino del despeñadero.
Necesitas del otro para mirarte
, para reconocerte para observarte en ese espejo y poder modificarte y
crecer hacia un nuevo ser. Esa nueva tierra tuya ha sido fecundada por
el tú, cuando el tú, cabe en el yo entonces surge la maravilla de un
nosotros. Y entonces llega Él, pues ya lo dijo “Cuando estéis dos e mi
nombre, allí estaré Yo”. En ese nosotros encontramos el hijo, la
conciencia. En ese nosotros, en ese territorio de relación, nace la
interacción.
La clave de la felicidad es un comprender. El cuerpo es un patrón de
relación. Ese soporte relacional determina la calidad de tu vida. En
ese territorio relacional nace la confianza. En nuestros estudios hemos
comprobado que allí donde hay más confianza en los demás, en el vecino,
en el de al lado, en el gobernante, en el empresario., allí donde hay
más confianza porque hay más transparencia y más honestidad, hay
también una mayor felicidad.
Nuestra tierra es vulnerable y puede así germinar. Nosotros somos
también vulnerables y entonces nos podemos adaptar. Nuestra
adaptabilidad es nuestra mejor fortaleza. Nosotros podemos airear
nuestra tierra vulnerable y en ella construir el surco y en ella
sembrar la semilla. Una tierra permeable se deja permear por el agua,
sólo una tierra vulnerable puede dejar de ser desierto.
¿De qué esta hecha nuestra vulnerabilidad? Está hecha de
flexibilidad. No tenemos que ser perfectos. Cuando somos auténticos y a
la vez somos flexibles podemos germinar. Cuando la semilla de la vida,
cuando el propósito del alma germinan entonces nos podemos realizar.
La segunda clave es por lo tanto humildad. La humildad es la clave
del aprendizaje, sólo desde la humildad podemos abrir nuestro corazón.
Sólo desde la humildad podemos sensibilizar nuestra piel, todas
nuestras pieles, la piel de nuestro campo mental, de nuestro campo
emocional y abrirla a la caricia del cosmos.
Vulnerabilidad, humildad y flexibilidad son las claves para la nueva
vida, para recuperar el poder de ser servir y de disfrutar, para
convertirte en el fruto maduro de la vida. El orgullo nos impide
disfrutar, porque el orgullo nos separa. El orgullo divide y destruye
el territorio de la conciencia, que es el territorio del nosotros.
Dos movimientos pues hasta el presente: El yo interno que nos
conduce a la autenticidad y en segundo lugar la adaptabiliad para
llegarnos al tú y construir un nosotros.
Ahí viene la tercera condición para la felicidad, la más difícil de
todas: la vida cambia y todo muere. No hay nada constante. Todo muere
salvo el cambio. No te resistas al cambio. El cambio te introduce en
una corriente de transformación y transmutación que permite al Espíritu
fecundarte.
El cambio es fuerza
transmutadora. No temas el caos, pues es la matriz del cambio. No temas
el mal, ni la sombra pues son reveladores de la luz. No temas la noche,
pues sin ella no podrías reconocer los infinitos soles que la habitan.
Cuando aceptamos las transformaciones y las transmutaciones en la vida,
cuando no nos resistimos a cambiar, podemos ascender en la savia de la
evolución, florecer y dar nuestro fruto.
Cuando nos reconocemos, encontramos la crisis aseguradora del cambio.
Vivir es un proceso de cambio permanente. Cuando tenemos crisis, la
vida se bifurca y no vuelve a ser la misma. Nuestra identidad no es de
fundamentos, nosotros no somos un fundamento. Nosotros somos lo
significativo: el lenguaje, el sueño y la esperanza. Nosotros no somos
este cuerpo, pero a través de él podemos ascender.
El cuerpo es un instrumento del ser y el ser es ese proceso de
cambio permanente que nos empuja en un proceso de aprendizaje continuo.
Vivir es encender un fuego interior, es convertir el conocimiento en
sabiduría que nos permite desenvolvernos en un proceso de cambio
permanente.
Este cuerpo no es lo que creemos, es una estructura que está al
borde del caos. Primero nos ramificamos. Procedemos de un solo tronco,
pero un día la vida se bifurca. ¿En qué instante tu vida no volvió a
ser igual? Se trata un punto crucial, donde te crucificas y mueres para
nacer a una nueva dimensión.
En el presente podemos siempre aprender del pasado. Podemos cambiar
la historia aprendiendo las lecciones. Hay dos tipos de seres humanos:
los aprendices y las víctimas. Tú puedes optar por una u otra vía.
Puedes optar por dejar de ser víctima de tus creencias. Recuerda que
ellas también pueden ser dagas o cáncer, pueden ser fatales.
Tú terminas convertido en
aquello que crees de ti. Tú creas el universo en el que crees. Si tú
crees que eres culpable te vas a castigar de mil maneras. Si tú crees
que no eres digno, te vas a enfermar también. Podrías sin embargo mirar
al pasado, con ojos de presente, de presencia y de amor, no para
quedarte en el dolor de tu pasado, sino para aprender la lección que
dejaste de aprender.
Todas las lecciones aprendidas te ayudan a disfrutar de la Presencia
que habita en tu presente. Los problemas los podemos volver a vivir
desde la conciencia y no desde la culpa o el condicionamiento.
Recuperamos la plenitud de la conciencia y así liberamos el fruto de la
lección. Ello cambió la historia. La historia no son fechas, sino
códigos de lectura que hemos de aprender.
El problema no es lo que nos pasó, el problema es cómo vivimos lo
que nos pasó. Si pudiéramos dejar el rol de la víctima, podríamos
resolver esos aspectos cruciales que siguen congelados en nosotros.
Si estos puntos de muerte no los vivimos desde la actitud de la
víctima se produce el renacimiento. Nosotros podemos volver a nacer. El
pasado ha pasado y ahora disfruta de ese punto de partida hacia la
felicidad que constituye la paz. La paz la descubrimos no
exteriormente, sino en el fondo del ser.
La historia no es lo que pasó, sino la lectura que haces de ella. Si
no dejas pasar a las cosas, éstas se siguen reflejando en tu
fisiología, en tus relaciones, en tu vida., turbando tu felicidad.
El caos nos devuelve la sensibilidad. La mujer es más sensible. En
el embarazo un embrión representa un vórtice caótico de desarrollo.
Podrías gozar infinitamente más de la alegría y no sentir los dolores
con otra sensibilidad. Los poetas también viven en un vórtice más
caótico. Aunque no nos demos cuenta y cuando hay una conjunción
planetaria, una luna llena y manchas solares., todos nos volvemos un
poco caóticos. Cuando no resuelvo dentro de mí ese vórtice caótico,
ello va a tener una repercusión en los demás, hasta el punto de que
podemos entrar en un estado de violencia.
La sensibilidad nos puede liberar o nos puede matar. Tenemos dos
maneras de abordarla. Desde la posición de la víctima y entonces se
convierte en lágrimas de cocodrilo, en sensiblería y nos predisponemos
a la manipulación. La manipulación es el terreno de la inconsciencia.
Eso no es una verdadera relación humana, pues hay posesión, chantaje.
En el terreno de la sensiblería todos somos víctima. ¡Que se acabe
ese territorio de la sensiblería y el chantaje emocional y asumamos
nuestra responsabilidad! Cuando nos duele la vida es que nos estamos
despertando.
No necesitamos tantos analgésicos. De pronto necesitamos un dolor más
grande para saber lo que éramos. De pronto alguien necesita ver la cara
de la muerte para constatar el valor de su vida , de su mujer, de su
hijo.
Tal vez tengamos que vernos en la cama de nuestro hijo que tiene una
leucemia, para ver qué es una enfermedad, que no sólo tiene que ver con
los glóbulos blancos, sino que tiene también que ver con la forma con
la que nos comunicamos. Que no sólo tiene que ver con una radiación
ionizante, sino con nuestra agresividad, con nuestro desamor. No hay
nada más radiactivo que las emociones contenidas, retenidas y
reprimidas.
Un día nos duele la vida y la vida nos dice que también es con
nosotros y nos acerca un dolor que es un despertador. Un día vemos la
proximidad de la muerte y ella nos enseña las lecciones más hermosas de
la vida.
Un dolor nos hace sensibles, nos ablanda. Todo fruto maduro es
blando. El amor deja de ser un amor duro y dominante y casi perfecto y
se convierte en ternura, entonces vuelves a nacer. La sensibilidad nos
hace tiernos.Los viejecitos se vuelven tiernos y les cuentan cuentos a
los nietecitos. Inician el camino de regreso, el camino de regreso es
la ternura.
En el seno de todo caos renacemos. En el caos existe un vórtice de
sensibilidad infinita que nos permite transformarnos. El caos nos
permite emerger y con el emerger llega también la felicidad.
Crear es un parto. Si en ese potencial ordenante que hay en tu
interior, tú descubres esa semilla y aprovechas la turbulencia del caos
para desarrollar un proceso de cambio sin precedentes, entonces puedes
emerger.
Emerger es volver a nacer. El estado de emergencia es un estado de
alerta intenso, un estado de genuina presencia, un estado de éxtasis.
Se trata de un estado en que aún con todas las perturbaciones te
encuentras contigo mismo. Paradójicamente en el ojo del huracán hay una
infinita paz y adquieres un potencial infinito.
El problema no es lo que ocurra fuera. El problema es lo que ocurre
dentro de ti, cuando estás dentro de ti, se desarrolla todo tu
potencial trasformador. Es posible. aún con toda la turbulencia. que
mantengas tu serenidad. La serenidad es la paz profunda del ser, es la
paz inconmovible del ser, que te permite abordar los procesos de cambio
sin resistirte a ello.
He ahí la tercera vía a la felicidad: no te resistas al cambio.
Aprovecha la oportunidad de cada crisis. Utiliza tu infinita
sensibilidad. Aprovecha las oportunidades que te brinda la vida para
acceder a un nuevo potencial. Aprovecha la bifurcación cuando la vida
no vuelve a ser igual. Aprovecha la semillas que la vida siembra en tu
corazón, cuando la vida te duele profundamente. Aprovecha el parto del caos para nacer a un orden
superior y así recreas y reinventas tu vida, y así descubres una nueva
identidad.
La cuarta vía a la felicidad es la responsabilidad. La
responsabilidad es una sensibilidad humanizada. A un perro, a un gato
no le podemos pedir responsabilidad, pero sí a un ser humano.
Responsabilidad es una sensibilidad convertida en capacidad de
responder. Tu evolución está determinada por tu grado de
responsabilidad.
¿A qué respondes? ¿Respondes
por tus actos, respondes por ti? ¿Respondes al dolor ajeno? La
responsabilidad es una condición esencial del amor. El amor sin
responsabilidad es lo más peligroso que hay en este mundo. En nombre
del amor hemos cometido las mayores barbaridades.
La responsabilidad hace que el amor sea una verdadera respuesta a la
felicidad. Responder en términos humanos es reconocer la necesidad. El
amor es reconocer lo esencial del otro y volcarnos a satisfacer esa
necesidad desde nuestra propia sensibilidad. La responsabilidad nos
permite comunicarnos y corresponder. El amor nos lleva a un universo
maravilloso de correspondencias.
Empiezas a liberarte cuando eres capaz de responder al hermano, al
amigo, a la esposa, al hijo; cuando eres capaz de acompañar y morir en
el otro y con el otro.
Todo verdadero amor surge de la amistad y toda genuina amistad es
reciprocidad, es una vía que va en dos direcciones. Donde hay
reciprocidad hay resonancia, donde hay correspondencia hay correctas
relaciones humanas. Esa es la más maravillosa lección que vinimos a
aprender: correctas relaciones humanas. En ello somos todos aprendices.
Vinimos a aprender a relacionarnos. No vinimos a aprender a ser
ingenieros o abogados. Esos son instrumentos para relacionarnos. El
hombre es un ser relacional y vinimos fundamentalmente a aprender
relaciones humanas respetuosas, responsables, liberadoras. No son
relaciones sociales para retenernos, para poseernos, para
chantajearnos. Lo son para liberarnos, para completarnos.
Así transformamos la ecología
de la Tierra , que no es una ecología externa. Lo que le pasa a la
Tierra es lo que le está sucediendo al corazón del hombre. Si yo abro
mi corazón, abro la tierra dentro de mi. Si yo amo a mi hijo, amo a la
tierra, al paisaje y la atmósfera. Y si amo con un amor puro no voy a
contaminarme. El resentimiento es el agente contaminante.
El amor liberador existe en la reciprocidad responsable. Amar es dar
y recibir. Hay más sabiduría en el saber recibir. A menudo nos negamos
a recibir el regalo de la sonrisa, de la mirada del otro, por no
comprometernos, por no quedar en deudas. Necesitamos infinitas deudas
de amor como vía a la felicidad. La gratitud es esa habilidad que
revela tu
propia luz.
La quinta y última vía a la felicidad es la sencillez. Lo bello, lo
bueno, lo verdadero es sencillo. Sólo lo sencillo es integro, sólo lo
que es integro nos conduce a la unidad. La sencillez es transparencia,
claridad, es humildad, honestidad. Nos permite bajar del pedestal y
entrar en la corriente de la gente.
Conquistar el código de la
sencillez en tu vida te lleva a ser feliz. No se trata de ser el
gigante de tus sueños, ni el enano de tus complejos., sino de entrar en
la corriente de la gente y sentirte uno con todos ellos.
Conquistar el código de la sencillez en tu vida es condición para ser
feliz, porque no tienes ninguna expectativa, porque así eres feliz con
todo y a pesar de todo.
Esa felicidad te hace entrar en comunión con tu humanidad. En esa
comunión nos damos cuenta que somos la voz del Creador, que a la vez
somos co-creadores, llamados a recrear la creación.
Estamos aquí para conectarnos a la gran cadena de la vida, a esa
gran cadena de inteligencia cósmica, río de conciencia. Somos
mediadores entre los reinos inferiores y superiores de la naturaleza.
Cuando somos sencillos somos como ella, la Amada y la Amada en
nosotros es el Alma. Cuando somos sencillos reflejamos el Alma, no para
la vida eterna, sino para aquí y ahora en vivo y en directo. Somos un
sencillo templo de sabiduría donde oficia el Alma. El Alma oficia el
ritual del amor que nos permite entrar en comunión. Ya no sólo
comunicarnos, sino fundirnos por el centro, de corazón a corazón y así
entrar en esa corriente de la evolución que pasa a través de nosotros
para liberarse