Viva la Diferencia
La psicóloga chilena Pilar Sordo se ha hecho conocida en
Argentina a través de los videos de sus charlas que son furor en Youtube,
especialmente la que ofreció en Valdivia.
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En el lobby de un céntrico hotel de Mendoza, donde nos recibió antes de su
presentación en el Teatro Plaza de Godoy Cruz, señala que gracias a ese video
hoy puede exponer en nuestro país.
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La espontaneidad, el carisma, el sentido del humor y la simpatía no dejan de
llamar la atención en esta mujer de 45 años que, de ser una terapeuta más de su
país saltó a la fama gracias a la investigación que plasmó en su libro
"¡Viva la diferencia... y el complemento también!" que es best-seller
en su Chile natal y en otros países.
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Distendida, Pilar Sordo nos cuenta en exclusiva sobre la investigación que la
llevó a meterse en la cabeza de hombres y mujeres para entender su propio
proceso de separación y qué condiciona la forma de ser y de actuar de ambos.
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Así encontró varias diferencias que cuando menciona en sus charlas
condimentadas con mucho humor, simplicidad, profundidad y un toque didáctico,
causan sensación. Esta capacidad le ha valido el rótulo de la "gran gurú
de los últimos tiempos, aunque dice sentirse muy lejana a ello.
—¡Viva la
diferencia... y el complemento también! ¿Sería muy aburrido o caótico si todos
fuésemos iguales?
—Sí, porque el tema de la igualdad genera competencia y la competencia tiene intrínseca la rabia, que es
lo que nos pasa todavía al malentender el concepto de igualdad con el de
equidad o con el de igualdad de oportunidades. La gracia es que seamos
distintos no solamente en relación al género, sino también los chicos en su
sala de clases, los discapacitados que también aportan desde la estructura
social donde están incluidos, etc.
—La primera diferencia que asoma en su trabajo es que el
hombre está diseñado para "soltar" y la mujer para
"retener", ¿por qué?
—Eso viene desde lo biológico y la estructura como el útero que tenemos las
mujeres que está construido para retener versus el espermio que tienen los
hombres'que está construido para salir y por lo tanto, desde ahí se desprenden
estas características psicológicas, biológicas y socio—culturales que hacen que
las mujeres retengamos líquido, seamos más estreñidas, nos cueste tirar cosas,
siempre estemos preguntando, seamos insistentes y reiterativas. Versus al
hombre que, como avanza, da vuelta las páginas más rápido, deja de hablar, se siente
menos culpable y, por lo tanto, olvida más rápido, le cuesta más vincularse
desde la emociones y desde ahí está en proceso de avance.
—Señala que debemos aprender del otro y no competir
¿cómo se logra eso?
—Esto se logra cuando sé lo distinto que soy del otro, cuando asumo que somos
diferentes y quiero aprender de esa diferencia, y cuando tengo la conducta de
desarrollar la humildad de poder decir "me voy a colocar a disposición
tuya para poder aprender y vernos". Creo que ahí es donde se genera el verdadero
encuentro.
—Otra
diferencia es que al hombre le gusta sentirse "admirado" y a la mujer
sentirse "necesitada" ¿no necesita sentirse admirada?
—Sí, por supuesto que sí. Lo que pasa es que esa admiración en lo femenino está determinada por cuan
necesitada fui y ahí es donde se mezcla con lo laboral, con el éxito
empresarial. Necesito sentirme admirada pero en mayor proporción necesito
sentirme necesaria. El hombre también necesita sentirse necesario, el tema es
que por sobre eso quiere ser reconocido y admirado porque cuando lo reconocen y
lo admiran siente que lo necesitan, ese es como el eslabón que pretende unir
ambos conceptos.
—En varias ocasiones dijo que a las mujeres les falta la
capacidad del disfrute de lo público y lo privado ¿a qué se refiere?
—Que sentimos que todo es un peso y una carga. Estar en la casa, que es lo
privado, es un peso donde la verbalización, no la evidencia más profunda,
siempre es negativa: que los chicos me tienen agotada, que mi marido no me
ayuda en nada, etc. Y lo público, que en el trabajo no me pagan lo que me
merezco, que me explotan; entonces, el gran desafío de la mujer del siglo XXI,
no es pelearse con los hombres sino lograr internamente ese goce en el mundo
privado y en el mundo público de la misma forma.
—El hombre se mueve y disfruta de los
"objetivos", mientras que la mujer de los "procesos", ¿esto
también se da en las relaciones afectivas y cómo las afecta?
—Ahí es donde más se nota y tiene qué ver con que el hombre plantea metas y en
cosas tan pequeñas. Por ejemplo, si le dices a tu marido que te acompañe a una
multitienda el hombre sólo visualiza esa multitienda y si paras en una
zapatería siente que tú lo estafaste; cuando quiere sexo quiere penetrar, ese
es su objetivo y la mujer quiere que la "apapachen" en el momento
previo y posterior a la penetración.
—¿Conquistar
a alguien también es un objetivo para el hombre?
—Sí y por eso es tan importante que las mujeres nos hagamos las difíciles
porque mientras más fáciles somos y más rápido nos acostamos con ellos, más
rápido nos olvidan. El hombre tiene la gran tarea de aprender a retener,
mientras que las mujeres tenemos que aprender a soltar.
—Yo siempre decía una frase que después la vi en un libro
americano que dice que "las mujeres entregamos sexo para recibir amor y
los hombres entregan amor para recibir sexo" y a mí me parece genial
(risas). Creo que cuando un hombre aprenda a retener cada vez más va a valorar
el encuentro porque a medida que aumenta la edad el objetivo de penetración va
disminuyendo. La mujer también va pensando más en el objetivo, de hecho, cuando
reivindica el derecho al placer empieza a disfrutar de la sexualidad, pero
siempre entendiendo que lo que más gratificación le produce es el proceso, cómo
ese hombre la seduce, la hace sentir amada y no utilizada como una especie de
"vagina ambulante".
—¿Hay mujeres que actúan igual que los hombres en este
caso?
—Las mujeres entre los 25 y 33 años están en esta estupidez de sentirse muy
masculinas, autónomas e independientes. Pero lo divertido, y que se reflejó en
la investigación, es que se acostaban con un tipo que conocían en un bar, pero
al otro día todas soñaban con que las volviera a llamar o les mandara un
mensajito de texto diciéndole "fuiste una diosa anoche". Yo decía ¿tu
autonomía dónde quedó? porque a un hombre le da lo mismo, se supone que lo
pasaron bien y no hay que recapitular para atrás.
—Dice que
la cabeza de los hombres tiene "cajones", es decir, separa las cosas,
mientras que la de las mujeres es como las "carteras", toda revuelta
¿por qué?
El que saquemos otras cosas a la luz tiene qué ver con lo
retentivas y el quedar pegadas también. Si eres muy retentiva, evidentemente la
"cartera" está llena de cosas y cuesta hablar en términos separados.
Y eso de mezclar todo con lo emocional tiene qué ver con que los hombres tienen
como fragmentos, por eso cuando trabaja sólo trabaja, cuando ve tele sólo ve
tele, cuando está teniendo sexo con su mujer sólo está teniendo sexo. Por eso
puede tener sexo con el bebé al lado porque no lo ve. En cambio la mujer ve al
bebé, se acuerda que al otro día tiene que pagar el agua y esa mezcla es la que
se gráfica en la cartera. Además, como necesito sentirme muy necesaria ando
trayendo remedios por si alguien se enferma, costurero por si a alguien se le
sale un botón, etc.
—¿Por qué a los hombres les cuesta hablar tanto de sus
problemas?
—Ellos sólo hablan cuando es necesario hablar y sienten que hablar con la gente
que aman no es necesario, que la gente sabe que los ama, por lo tanto cuando
llegan a la casa sienten el relajo de tener que dejar de hablar, porque para
producir dinero y mantener los lazos emocionales ya habló mucho. Con sus
afectos más primarios, errónea y equivocadamente siente que no tiene que
hablar, los deja de cuidar y en ese proceso los pierde y se queda con los
amigos y con el trabajo. Por otro lado, cuando una mujer es muy retentiva,
inquisitiva, preguntona y cues-tionadora, muy ansiosa, muy insistente no da
espacio para que el hombre hable, por eso yo como mujer necesito generar
espacio para que ese hombre me pueda hablar.
—En la
cotidianidad se dice a manera de chiste que el hombre no puede hacer más de una
cosa a la vez, ¿es así?
—En todo, ellos son monofocales. En que cuando un hombre ve tele y le preguntas
algo, se enoja porque tiene que dejar de ver tele para poder contestarte, entonces se perdió la jugada
del partido de fútbol. Ahora, es verdad que las mujeres hacemos muchas cosas al
mismo tiempo pero, quizás no de manera eficiente porque por ser multifocales
somos dispersas y nos cuesta mucho más terminar lo que empezamos que a un
hombre. Las generaciones más jóvenes, con el uso del notebook (siempre digo que
los hombres empezaron a andar con cartera y no se dieron ni cuenta), han
aprendido un poco de multifocalidad, por ejemplo, pueden conversar y tener el
notebook prendido en una reunión de trabajo.
—Los hombres son más "visuales" y las mujeres
más "auditivas y sensitivas" ¿de ahí que sean más sentimentales?
—El que seamos auditivas o sensitivas responde a lo biológico porque todo el
conocimiento que tenemos del cuerpo no pasa por la vista. Cuando hago pipí no
lo veo, siento y escucho que hago pipí, y si amamanto a un bebé tampoco veo la
leche, es por eso que la mujer tiene un serio problema con las secreciones, nos
dan asco. Eso es porque no tenemos experiencia visual de nada de lo que
producimos: cuando estamos excitadas no hay nada que indique que lo estamos,
cuando tenemos orgasmos no hay nada que indique que los tenemos. En cambio, el
hombre todo el reporte que tiene de su experiencia es visual: la erección, la
eyaculación, sus órganos sexuales; hay todo un tema de contacto con la realidad
que lleva a eso.
—El
hombre "internaliza" y la mujer "ex-ternaliza", pero a la
vez al hombre le cuesta hablar de sus cosas ¿cómo se explica esa diferencia?
—Esa externalización de la mujer tiene que ver con el colocar la pauta de sus
conductas fuera: mientras más retentiva soy y más necesitada me siento, más
externalizo. Son las clásicas mujeres que nunca tienen la culpa de nada: si se
les quema la carne es producto del horno, si no son
cariñosas es porque la mamá nunca fue cariñosa con ellas, si no tienen orgasmos
es porque él no las prepara, si están gordas es por problemas hormonales. Deben
aprender a internalizar, a entender que su felicidad depende de ellas y que
nadie llegó a este mundo a hacerlas felices
—¿Siempre le echan la culpa a otro?
—Exactamente. Es como decir que el pan engorda y no yo cuando me lo como. En
cambio el hombre funciona al revés, internaliza todo: si le va bien es porque
él es un capo y ahí el trabajo emocional que tiene que hacer es absolutamente
inverso, es decir, saber que si le ha ido bien es porque tiene un soporte
emocional, como afecto, cariño, mujer, hijos, madre, padre, que le ha permitido
llegar donde está y eso implica que tiene que salir de sí mismo para poder
externalizar y hacerse cargo.
—Desde los conceptos que maneja ¿cómo definiría al
machismo y el feminismo? ¿Siguen vigentes o son conceptos de discusiones
antiguas?
—Me encantaría pensar que son antiguos pero creo que nosotros los hacemos
presentes, que deberíamos dejar de hablar del tema. Para mí el machismo es la
sensación de colocar al hombre en un estatus superior y el feminismo la
reacción frente a eso, que en una aparente igualdad terminan siendo superiores,
entonces no me gusta ninguno de los dos. El feminismo fue necesario y pudo
generar un impacto porque se tenía que pelear al principio, pero también creo
que las responsables del machismo somos las mujeres en términos de que somos
nosotras las que educamos a los hijos y aguantamos a los maridos machistas y
así marcamos pau- tas históricas en relación al tema.
—¿La
"violencia del silencio" es igual o más dañina que la violencia
verbal?
—Sí, porque la violencia que tiene el silencio es que te niega como ser humano. Con la violencia
verbal, por lo menos, te hago sentir que estás y muchas mujeres prefieren ese
maltrato a que el marido se vaya; esto porque cuando las maltrata, las reta o
las gritonea, las mira y establece un contacto ocular con ella, eso la hace
sentir visibilizada o importante. Creo que el silencio es esa cosa de
generación de vacío o de ignorancia del otro que, a mi juicio, cala más
profundamente y es más agresivo también.
—¿Tener autoestima es la base para solucionar otras
cuestiones?
—Lo que pasa es que si tú te quieres y te respetas te van a respetar, si tú no
respetas no te van a respetar y eso necesita un trabajo interior que no tiene
que ver con el egoísmo. Creo que el tema pasa por un concepto de que uno tiene
que aprender a conocerse para poder relacionarse bien con otro sanamente, sin
envidia, sin competencia. Tengo que haber aprendido a relacionarme muy bien
conmigo misma en lo bueno y en lo malo que tengo y mientras ese aprendizaje no
se produzca, mi comunicación con el otro siempre va a estar condicionada por lo
que me faltó trabajar conmigo.
—Dice, en cuanto a los adolescentes, que esta es la
generación "on—off" ¿por qué?
—Porque todo funciona con prender y apagar y con esa misma rapidez quieren que
pasen las cosas y desechan lo que no les gusta. El "on—off" tiene qué
ver con la rapidez, con la intensidad, con lo dese-chable, con la cosa
hedonista. con la búsqueda del placer como primera instancia.
—También
dice que ya no tienen "habilidad social" ¿en qué los afecta esto en
su entorno?
—No saben conversar, no saben hablar, tienen poco vocabulario, no están siendo
capaces de expresar emociones porque las emociones las expresan los emotico-nes en la carita que se ríe,
que llora, que se sorprende y no están diciendo nada. Entre las señales y lo
mal escrito, claramente se deteriora todo este circuito. Conozco una historia
de una abuela muy entretenida que se pone a chatear con su nieta, entonces la
nieta le empieza a escribir en lenguaje Chat y la abuela contesta en francés.
La nieta le dice "no te entiendo nada" y ella dice "yo
tampoco... o encontramos un idioma en común o no vamos a poder seguir hablando
por este sistema". Me pareció genial, eso lo da la sabiduría de los años.
—¿Qué pasa con las redes sociales?
—No pueden sentir que tienen 40 amigos porque tienen 40 contactos en Messenger.
Es una locura porque genera una sensación virtual que están acompañados y
cuando apagan las máquinas se sienten hondamente solos porque en realidad han
estado con una máquina. Alguien que le dedica la vida a las máquinas no puede
mantenerse sano psicológicamente en el tiempo porque nada reemplaza el contacto
real.
—Los adolescentes no quieren ser como sus padres ¿por
qué?
—Esto tiene qué ver con la pareja porque los adultos hemos mostrado un mundo
adulto agobiante, cansador y nadie va a querer ser adulto si mira para arriba y
hay matrimonios que son un desastre, gente que va agotada a los trabajos, que
no dice estar contenta en el trabajo que tiene, donde la gente que descansa se
enoja porque se terminaron las vacaciones. Los adolescentes no se quieren
conectar con el compromiso, con el laburo, ni con nada porque no nos ven contentos.
—¿Qué
pasa con los padres que se hacen amigos de sus hijos?
—No estoy de acuerdo con eso. Cuando yo quiero a alguien naturalmente voy a
desarrollar vínculos de amistad, que tiene que ver con la confianza, la empatia, con la complicidad. Pero a
mí no se me puede olvidar que soy mamá y eso significa inevitablemente ser
jodida porque mi rol es educar y si yo debo educar necesito ser desagradable.
Hay que poner límites, decir que no, enseñar valores, castigar cuando se
equivocan, premiar cuando las cosas las hacen bien, hay que estar alerta a lo
que significa ser padres.
—Y cada día más vemos a hijos que mandan a los padres...
—Siempre digo que somos la única generación que le tuvo terror a los padres y
hoy le tiene terror a los hijos. Estamos atravesados por el miedo todo el
tiempo y no poner límites o disciplina, no ordenar el circuito, no ha ayudado
en nada. Los chicos están cada día más angustiados, menos certeros, menos
lúcidos porque no tienen adultos que les ordenen el mapa.
"Los argentinos son gozadores, los chilenos más
depresivos"
EI hablar de la capacidad de disfrutar de lo público y lo
privado, Pilar Sordo desemboca en la comparación que puede hacer respecto de
Chile, su país natal, y Argentina.
—Argentina es más positiva que Chile porque nosotros somos más
depresivos, más introvertidos y mucho menos gozadores que los argentinos. Eso
de conversar reunidos en una mesa, durante un asado, los días de ñoquis te
salva el país—, señala.
Agrega que, en Chile las personas mayores están más encerradas y no
comparten y por lo mismo, el país está lleno de farmacias. Mientras que
Argentina tiene más ventaja en términos de salud mental aunque lo señala como
un país "eternamente terapiado" pero que eso refleja una búsqueda
permanente de un estado de bienestar que los chilenos no tienen. Y ni con el terremoto del año pasado, el rescate de los
mineros y el incendio de la cárcel, la actitud de sus habitantes parece
cambiar.
—Pensé que eso nos iba a ayudar, porque bailamos cueca todo el
año con la muerte, y nos íbamos a poner más gozadores, entretenidos, divertidos
y nada, entonces "cuándo aprendemos". Es muy poca la capacidad de
integrarse a nivel emocional, o está bien o estás cagado, porque estar bien
estando cagado es una cuestión muy heavy"—, dice Pilar en tono agudo.
Para Pilar es horroroso ver cómo en Chile no se pueden reír a
carcajadas porque molesta pero recalca la fortaleza y la capacidad para salir
adelante que varios países quisieran y que si agregaran el goce, sería el país
perfecto.
El Nuevo
Diario, Argentina