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miércoles, 31 de octubre de 2012

Buena Persona


Qué es ser buena persona?

La versión clásica de la buena persona es responsable de algunas  asociaciones negativas. Para la moral convencional, el bueno es el que renuncia a sí y se entrega. El que hace acciones desinteresadas, el que no se toma en cuenta. Por suerte, en nuestra época psicológicamente más esclarecida, entendemos mejor la vida y el movimiento de las personalidades, y sabemos que el desinterés de una persona por sí misma es una patología y no un valor moral. La buena persona es la que tiene entre sus intereses algo que la liga a otros de una manera profunda y directa, es decir, no quien renuncia a sí, sino la que encuentra en su interés (en su satisfacción y su contento) incluida la plenitud del otro. La quiere, la necesita, le gusta.
Por eso, una mirada más atenta reconoce en el ser bueno más que una prueba de debilidad un perfil básico y superior. Es el piso de toda vida íntima feliz (¿acaso hay mayor felicidad que el encuentro con otros?) y a la vez el sustento de la sociedad lograda. Ser buena persona es la demostración de la mayor fuerza: uno está bien en sí mismo y proyecta su fuerza en el deseo de ver crecer a los demás.
¿Qué es ser buena persona? Desear el desarrollo. Por mero amor de lo que es, por cuidado y aceptación, por regocijo existencial. No es que el bueno quiera que las cosas crezcan, porque sí. El bueno siente amor, tiene habilitada en su sensibilidad la experiencia del amor, dirige ese amor hacia las cosas y las personas, y encuentra siempre procesos de crecimiento. Las personas no somos entidades definidas y estáticas, somos siempre procesos de crecimiento. Querer a alguien no es apretarlo fuerte, es favorecer su despliegue. Tampoco los proyectos son situaciones estables, logradas y permanentes: son procesos de movimiento, de cambio, y el cambio es siempre crecimiento. Sí, aun cuando en la línea del proceso esté nuestra muerte. En ese caso no será nuestro el crecimiento, pero la muerte implica siempre el crecimiento de otros. (No está mal pensar que las muertes bien queridas promueven crecimientos: dejan el lugar, establecen nuevas libertades, zanjan cuestiones y permiten seguir el viaje).
Tenemos que ajustar la mirada. Tenemos que dejar de pensar que el bueno es un imbécil que se deja pasar. El bueno es un poderoso que se da los mayores placeres de la existencia: el amor, el sexo que le va asociado (hay que aclararlo, para que no parezca que el bueno es célibe, según una tradición anticuada), el entusiasmo de estar en el mundo y recibir su luz, alguien que disfruta siendo y ayudando a ser, alguien enamorado de la evolución propia y ajena . El bueno es excitante porque su amor alienta el desarrollo y el desarrollo despierta y excita.
Y no se trata de un ideal, es una realidad posible. Pensar que ser bueno es un ideal es dejarlo para otro momento. Hacer de la bondad un ideal equivale a situarse en una filosofía escéptica, aquella que cree que el mundo es pérfido y la realidad exige una crudeza inflexible. La bondad es algo para nosotros, no para los santos. Ni siquiera habría que decir bondad. Es mejor sacar al tema del plano abstracto del bien y del mal, y llevarlo al más concreto y perceptible, el de las buenas o malas personas, hacerlo carne y modos de ser.
Y tampoco se trata de un deber, así no funciona. No se educa para el bien diciéndole a los chicos mil veces que deben ser buenos. De esa forma se los aburre y se pone en escena una impostura moral. Se plantea al ser buena persona como un recorte, cuando ella surge más bien de lo contrario, de la afirmación vital y la expansión propia. Para formar buenos hay que estimular la libertad, la confianza en el querer propio, el enganche de la aventura personal con las posibilidades de la existencia. Ser buena persona no es vivir decepcionado frente a un mundo cruel, es disfrutar de la existencia y contagiar ese disfrute cierto como una orientación permanente.
Libertad. La bondad falta cuando la libertad escasea: en las familias o instituciones cerradas se generan los monstruos, o en mundos humanos deshabitados, abandonados o carentes de calidez. Para generar buenas personas hace falta libertad e intimidad, no recriminaciones morales ni abstinencia alguna. Intimidad quiere decir que la persona en cuestión haya tenido cercanía extrema con alguien, que haya sido querido y tenga por eso habilitada la experiencia del mundo. La sensibilidad despierta con el amor, y el amor no es algo triste, es alegría y encuentro.
Además, el bueno no es bueno todo el tiempo, no vive en un mundo simple, no es modelo de conducta sino constante superación de contratiempos. Nuestra caracterización del bueno como simplón también está ligada con morales pobres y pobristas, que en vez de tener en cuenta las complejidades de la vida real piensa usando estampitas.
Y también es cierto que nadie es bueno o malo del todo, que todos somos, como le enseñamos a nuestros hijos, un poquito buenos y un poquito malos, que eso es ser una persona normal, integrada, ambivalente. Aun así, no es maniqueísmo captar el predominio, en las personalidades a las que describimos como buenas personas, del factor amoroso por sobre el desencantado. No es maniqueísmo creer que los buenos existen, y que hay otros que distan de serlo. Sí, claro que podríamos poner en duda la categoría de buena persona y relativizarlo todo, pero también podemos, más inteligentemente, hacer un acuerdo básico y sencillo, operativo, que nos permita (y ese es el objetivo de pensar estas cuestiones) ser más eficaces en la promoción de las buenas personas.
Que el que lo sea se sienta meritorio y no tarado. Que el que quiera identificar a las buenas personas tenga un ojo entrenado, trucos para lograrlo, entendiendo mejor de qué se trata. Que quien esté armando un equipo de trabajo reconozca este factor básico. Que quien vote este atento a este registro humano fundamental y ayude a que el país mejore..

Por Alejandro Rozitchner
( Para la Nación)

La mayor oración posible...

LAGRIMAS...
Las lágrimas son la mayor oración posible. No te preocupes de analizarlas, no trates de interpretarlas; están más allá de la interpretación y del análisis... Y si las lágrimas están llegando, lo que hace falta no es pensar en ellas sino permitirlas, darles intensidad, darles un tipo de totalidad. Sólo entenderás esas lágrimas cuando no dudes en implicarte con ellas, cuando no estés de alguna manera conteniéndote. Métete totalmente. Deshazte en lágrimas, y cuando lleguen, disfrútalas. Estás rebosante. Cuando piensas en el amor, si no te echas a llorar, es que no estabas pensando en el amor... Si estás escuchándome y tu corazón no empieza a desbordarse con lágrimas, entonces es que estás escuchando sólo con la cabeza, y eso no es escuchar. Has estado oyendo, no escuchando. Cuando escuchas, el corazón empieza a bailar. Y el corazón sólo tiene una forma de expresarse: con las lágrimas...
No necesitas preocuparte de lo que son las lágrimas. Es un misterio. Tiene que ser vivido, conocido, visto. Conociéndolo, viéndolo, viviéndolo, lo entenderás. No hay otra forma de entenderlo".

Osho, La sabiduría de las arenas.

lunes, 29 de octubre de 2012

IMPERMANENCIA


¿Cómo fluir con nuestra propia impermanencia?
1. Reconociendo tu ansiedad y miedo al cambio. Cuando lo observas, lo transformas.
2. Fluyendo con la guía divina, reconociendo el Plan Maestro: Todo es como debe ser.
3. Desapegándote. Cuando sabes que el amor siempre prevalece, le das cabida a la paz interior.
Andrea de la Mora


TODO CUANTO TE OCURRE ES CORRECTO - DHARMA
  
¿Dónde se encuentra el Dharma? El Dharma entero está aquí, con nosotros. Sea lo que sea que  te ocurra, es correcto, tal como ha de ser. Cuando te hagas viejo, no creas que hay algo  erróneo en la vejez. Cuando te duela la espalda, no pienses que hay algo que no está bien. Si  estás sufriendo, no lo consideres injusto. Si eres feliz, no pienses que está mal sentirte así.
Todas estas experiencias son el Dharma. El sufrimiento no es más que sufrimiento. La felicidad  no es más que felicidad. El calor no es más que calor. El frío no es más que frío. No se trata de: 
“Soy feliz, estoy sufriendo, soy bueno, soy malo, he ganado, he perdido algo”. ¿Acaso una persona puede perder algo? Claro que no, ya que no hay más que vacío. Ganar es el Dharma,  perder es el Dharma. Ser feliz y sentirse cómodo es el Dharma. Estar incómodo es el Dharma. 
Significa que en lugar de apegarte a todos estos estados, los reconoces tal como son. Si eres  feliz, piensas: “¡Oh!, la felicidad no es duradera”. Si estás sufriendo, piensas: “¡Oh!, el  sufrimiento no es duradero”. “¡Oh!, esto es maravilloso, pero no es permanente”. ¡Oh!, esto es  horrible, pero no es permanente”. Todos esos estados tienen sus límites, o sea que no te  apegues a ellos.
El Buda nos enseñó que todo es impermanente. Así son las cosas, no acatan nuestros deseos. 
La noble verdad de la impermanencia gobierna el mundo, es lo único permanente que hay en  él. Pero nosotros creemos lo contrario, por eso debemos fijarnos en esta noble verdad. Sea lo  que sea lo que te ocurra, acéptalo. Todo cuanto te ocurre es correcto por naturaleza, ya que es  impermanente y está cambiando sin cesar. Nuestro cuerpo es así. Todos los fenómenos del  cuerpo y de la mente son así. No podemos evitarlo, ni tampoco impedir que dejen de cambiar. 
Cambian sin cesar porque son impermanentes. Si no luchas contra esta realidad, siempre serás  feliz, sea cual sea tu situación. Dondequiera que estés sentado, serás feliz. Dondequiera que  duermas, serás feliz. Incluso no te importará demasiado hacerte viejo. Cuando te duela la  espalda al ponerte de pie, pensarás: “Si, es lo más normal del mundo”. Así es como ha de ser, 
no lucharás contra ello. Cuando el dolor desaparezca, quizá pienses: “¡Si! ¡Así es mejor!”. Pero no, no es mejor. La espalda volverá a doler porque estás vivo. Así es como son las cosas, o sea  que has de procurar que tu mente sea consciente de la realidad de la impermanencia  constantemente y no olvidarte nunca de ella mientras practicas. Tenla siempre presente y no  confíes en las cosas demasiado, confía en su lugar en el Dharma, en que la vida es tal como es. 
No creas en la felicidad.  No creas en el sufrimiento. No caigas en la trampa de correr tras  cualquier estado. 
Con esta base, sea lo que sea lo que te ocurra, no importará, porque no hay nada que sea  permanente. El mundo es así. De esta manera se abrirá un camino: la plena conciencia de sí, la  atención vigilante y la sabiduría que todo lo impregna. Si lo sigues, no habrá nada que pueda  engañarte, porque ya habrás tomado el camino correcto. Al ser siempre consciente de la  realidad de la impermanencia, todo cuando afrontas en tu vida es el Dharma. 

(Extracto de Todo llega, todo pasa. Ajahn Chah)

domingo, 28 de octubre de 2012

Vuelve a las Raíces




¿CUÁL ES EL PROPÓSITO de todo este juego de la existencia? ¿Cuál es el significado de todos esos árboles creciendo, de los seres humanos, de los animales? ¿Cuál es el significado de esta tierra y este cielo? ¿Cuál es el significado de todo esto? ¿Dónde está el significado?

Si estás atento, la mente se evapora en una repentina iluminación. De repente eres uno con esa consciencia que es como un espejo; has descendido a tu base, a tus raíces. Y cuando has descendido profundamente a las raíces, toda la existencia desciende a las raíces.
La existencia se muestra ante ti de la forma que tú seas. Esta es una de las leyes fundamentales. Todo lo que ves depende de cómo lo veas. Si eres una mente, si estás dividido, entonces toda la vida estará dividida. La existencia le hace eco a tu ser. Si tienes una mente dividida, entonces todo el mundo aparecerá dividido, entonces el día estará en contra de la noche. Y no es así, porque el día se convierte en la noche, y la noche en día; ambos forman un círculo completo. No están en contra, son complementarios. El día no puede existir sin la noche, y la noche no puede existir sin el día. Así que no pueden ser opuestos; en el fondo son uno.
La vida y la muerte aparecen como opuestos porque tú estás dividido. De otra forma la vida se vuelve muerte y la muerte se vuelve vida. El mismo día que naces has empezado a morir. Y en el momento en que mueres aparece una nueva vida. Es un círculo; el círculo chino del yin y el yang.
Todos los opuestos están unidos en la existencia. Tú estas dividido en el interior, ellos están divididos en el exterior. Cuando vuelves a tu origen y te haces uno, de repente toda la existencia se alinea y se hace una. Cuando eres uno, aparece Brahma, aparece lo supremo, porque al uno sólo se le puede aparecer el uno; al dos el dos, a lo múltiple lo múltiple. Y tú eres muchos, eres una multitud; ni tan siquiera eres dos. Llevas muchos seres en tu interior.
Gurdjief solía decir que tú eres una casa en la que nadie conoce al dueño. En la casa vive mucha gente, hay muchos invitados; pero como nadie sabe quién es el dueño, todo el mundo piensa que es el dueño. Y quien sea que en cada momento tome el poder hace el papel de dueño.
Cuando la ira asume el poder, la ira se convierte en el anfitrión. Cuando el amor se vuelve poderoso, el amor es el anfitrión. Cuando los celos toman el poder, los celos se adueñan de la casa. Pero hay una lucha constante, porque hay muchos invitados y todos quieren ser el anfitrión, el dueño de la casa. Y el dueño, o se ha ido de viaje y no ha regresado, o está durmiendo.
Tu ser está profundamente dormido. De ahí la insistencia de todos los Cristos, los Krishnas y los Budas: «¡Despierta». Jesús usa constantemente la palabra «despierta»: «Despierta, observa, estate atento». Buda repite constantemente: «Hazte más consciente».
Ambas cosas significan lo mismo: que si te vuelves consciente, el dueño aparece. Y en el momento (y esto es lo bonito) en que el dueño aparece, los invitados desaparecen. En el momento en que llega el amo, los sirvientes se ponen en fila y reconocen su servidumbre. No pretenden ser lo que no son. Así que la verdadera cuestión no es luchar contra la ira, los celos o el odio. La verdadera cuestión es traer al dueño, despertarle. Una vez que está consciente, cada cosa se pone en su lugar. Pero esta consciencia sólo es posible si regresas al origen.

Para la mente, el significado debe de estar al final; el significado debe de estar en el lugar hacia donde se mueve esta existencia, en su destino. Para la mente el significado debe de estar en alguna parte de su destino: en el lugar adonde vamos.
Y sutra de Sosan dice: Volver a las raíces es encontrar el significado..., no en el futuro, no en el deseo y el lugar de destino, no en algún otro lugar, sino en sus raíces. No en el final sino en el principio.
Trata de entender. Hay muchas cosas que entender. Primero, si existe algún significado debe de estar en la semilla. Quizá oculto, quizá no sea visible, pero debe de estar en la semilla, porque no puede surgir nada que no esté en la semilla. Nada puede surgir del vacío.
Incluso si existe un destino, debe de estar oculto en la semilla, como la flor está oculta en la semilla; la flor es el significado del árbol. El éxtasis radica en su florecimiento, cuando florece canta y baila. Se ha realizado, está contento, feliz, ya no le falta nada. La flor es su deleite, es la danza del árbol expresando: «¡Me he realizado». Pero esas flores ya tenían que existir en sus semillas; si no ¿cómo iban a surgir? El final tiene que estar en el principio; el omega tiene que estar oculto en el alfa. Jesús dice: «Yo soy el principio y el fin. Soy el alfa y el omega».
El principio es el fin, porque puede que el fin no esté patente en este momento, pero tiene que estar aquí. Y si está en la semilla, no necesitas esperar a que llegue el futuro para que florezca la flor. Puedes entrar en el principio ahora mismo, porque está aquí. La semilla, recuerda, no está en el pasado. La semilla siempre está aquí y ahora, en el presente, porque todo el pasado está en el presente.
Y por supuesto, también está todo el futuro, pero el futuro no ha ocurrido, mientras que el pasado ya ha ocurrido, el principio ya ha ocurrido. Penetra en el principio, ve a las raíces, al origen, y el significado te será revelado.
Y ahora llevas en tu interior la semilla; la semilla de todo significado, de toda posibilidad, de todas las puertas que pueden abrirse y de todos los misterios que pueden ocurrir. ¡Llevas la semilla en ti! Pero si esperas al futuro puede que nunca jamás ocurra, porque el futuro es infinito y esperar será perder vida, tiempo y energía.
Y si esperar se convierte en un hábito, puede que la flor florezca y tú no la veas. Al haberte acostumbrado a mirar al futuro, tus ojos se han quedado fijos. No pueden ver lo cercano, siempre estarán mirando a la lejanía.
Si durante muchas vidas has estado mirando hacia el futuro para encontrar el significado, cuando la flor florezca, no serás capaz de verla; porque el ver no depende de la flor, el ver depende de la capacidad de penetración de tus ojos. Y tus ojos no son tan penetrantes, si lo fueran verías que el principio está siempre ahí, que la semilla está siempre ahí. Podrías haberlo visto en ella.
Si miras hacia el futuro y esperas a que, en algún lugar, se revele el significado, entonces tarde o temprano sentirás que la vida no tiene significado. Eso es lo que está ocurriendo en Occidente, porque la filosofía ha estado pensando siempre que el destino estaba en algún lugar del futuro.
Parece absurdo pensar que el destino está en el principio. Parece contradictorio, porque ¿cómo es posible que el destino esté en el principio? Así que la mente dice que el destino tiene que estar en algún lugar hacia adelante, porque ella vive a través del deseo, se mueve a través del deseo. La motivación tiene que estar en algún lugar en el futuro. Y ahora, que durante dos mil años siempre se ha estado pensando en términos de futuro, la mente occidental piensa que no existe ningún significado porque el futuro nunca ha llegado.
¡El futuro nunca llega! No puede llegar debido a su propia naturaleza; nunca termina de llegar. Siempre está llegando pero nunca llega. Es como el mañana que nunca llega. Siempre que llega es hoy, siempre que llega siempre es el presente.
Se necesitan otros ojos, con otra cualidad, que sean capaces de penetrar en la semilla y ver ahora lo que lleva consigo. Si miras hacia afuera no podrás penetrar porque tus ojos sólo verán cuerpos, los cuales no son más que las cáscaras de las semillas. Si de verdad quieres mirar en el interior de la semilla, mira hacia adentro porque entonces la cáscara ya no será un problema; tú también eres una semilla en el interior. Perteneces a esta existencia, has surgido de ella. Esta existencia ha puesto su sello en ti, esta existencia está tratando de cumplir algún destino a través de ti. Mira adentro, porque entonces la cáscara dejará de ser un problema. Y ni siquiera necesitas penetrar esa cáscara, ya estás en el interior.
Esto es la meditación: mirar en el interior de la semilla, dentro de uno mismo. Allí el significado florece inmediatamente. Siempre ha estado allí; sólo necesitaba de tu atención. Pero lo habías descartado, te había sido indiferente. Habías estado ocupado, liado con otras cosas; has estado dándote la espalda a ti mismo. Y el significado espera, y todo el propósito de la vida permanece oculto, y toda su gracia y sus bendiciones sólo esperan y esperan a que te des la vuelta.
La palabra cristiana «conversión» quiere decir volverse. No quiere decir hacer que un hindú o un musulmán se vuelva cristiano; quiere decir dar un giro consciente hacia el interior.

Volver a las raíces es encontrar el significado,
pero perseguir apariencias es alejarse del origen.

Osho

jueves, 25 de octubre de 2012

Talando Árboles


El bosque interior 
Había una vez un hombre que caminaba perdido en el sendero Espiritual. Estando paseando por el monte, solitario, triste y preocupado de cómo podría ver la luz, oyó una voz que le dijo: 
-¿Dónde vas buen hombre? 
Un poco asustado al oír aquella voz, contestó:
-Llevo años queriendo ver de una vez la Luz, pero ni la veo ni sé dónde buscarla. 
Sonriendo, aquella voz le dijo:
- Hijo mío la luz no se busca, está siempre delante de tI, lo que pasa es que tienes un bosque de árboles entre tú y ella que no te la deja ver. 
-¿Quieres decir que los árboles mentales que tengo no me dejan ver la luz? 
-Así es, por tanto, has de ir talando todos los árboles que están entre tú y la Luz, pues ellos te impiden verla. 
-¿Y cómo puedo hacer eso? – preguntó el hombre. 
-Mira, te enseñare como hacerlo, siéntate en la base de ese árbol, mantente en silencio y ve observando los árboles que te rodean y ve talándolos mentalmente todos y cada uno de ellos. 
Así pues aquel hombre se puso manos a la obra y empezó a ver su primer árbol. Vio el árbol de la impaciencia y lo taló, luego vio el de la intolerancia e incomprensión hacia los demás, siguió cortando el árbol de la vanidad y del ego, cortó también el árbol del rencor y el no perdón a los demás, siguió con el árbol de juzgar y creer ser superior a los demás, y siguió y siguió……. 
Pasado un rato la voz le dijo:- ¿Cómo vas? 
El hombre le contestó:- Voy bien, acabo de talar una gran hilera de árboles que no me dejaban ver la luz, pero aun no la veo, hay otra gran fila de árboles, ¿qué árboles son estos?, preguntó el hombre. 
La voz le contestó: son los mismos árboles de antes pero ahora son a nivel espiritual, son los árboles de la vanidad espiritual, intolerancia espiritual, el árbol de creerse en posesión de la verdad …. y estos árboles son peores que los anteriores, córtalos muy bien. 
Así pues, el hombre siguió talando la siguiente hilera de árboles. Taló el árbol de creerse ser un elegido, de creerse maestro, taló el árbol de querer salvar al mundo, taló también el árbol de su religión y siguió y siguió. 
Pasado un rato la voz le dijo:- ¿cómo vas? Acabo de talar otra gran hilera de árboles que no me dejan ver la luz, pero aun no la veo, hay otra gran hilera de árboles, ¿qué árboles son estos?, preguntó el hombre. 
La voz le contestó:- estos árboles son muy importantes de talar, estos árboles te sirvieron en su momento pero ahora has de cortarlos todos, pero es decisión tuya de hacerlo o no, pues no querrás talarlos, pero ya debe ser elección tuya, así que observa bien estos árboles y decide tú que quieres hacer. 
Así que el hombre observó y taló dichos árboles, taló el árbol  de no creer en todo lo que leyó y le enseñaron, y siguió talando y talando, y aunque le costaba mucho talar tantos, pues se estaba quedando sin nada, el siguió adelante…… 
Pasado un rato le dijo la voz: -¿Cómo vas? 
Este hombre le contestó: -Voy bien, ya se ve algo de luz, pero estoy viendo dos últimos árboles, uno es enorme y otro normal, ¿qué hago ahora con ellos?. 
La voz le dijo:- Antes de talarlos mira bien que representan dichos árboles.
El hombre se concentró y al ir a cortar el árbol normal, vaciló y rápido fue a consultar a la voz. 
Exclamó: -¡Ese árbol es mi SER!… ¿Cómo quieres que lo tale?… 
La voz le contestó: -Si quieres ver la Luz, has de talarlo, pero esa, ya es elección tuya. 
Así que aquel hombre un poco asustado lo taló y se quedó sin creer en su SER. 
Pasado un rato la voz le dijo: -¿Cómo vas? 
-Ya he talado ese árbol- contestó.
Y la voz le preguntó -¿y aún sigues vivo? 
El hombre contesto – sí. 
Pues entonces sigue – le dijo la voz. 
Así pues el hombre se puso a talar el último y enorme árbol que no le dejaba ver la Luz. Pero cuando fue a talarlo se dio cuenta lo que representaba el último árbol y fue corriendo a preguntar otra vez a la voz.
Muy asustado aquel hombre le dijo a la voz – ¡Madre mía! ¿Tú sabes qué árbol es ese? ¡Es Mi Dios!… 
-Así es, le dijo la voz, tálalo también si quieres ver la luz.
- Uf, contestó aquél hombre, eso si que me va a costar, pero lo haré. 
Pasado un rato le dijo la voz: -¿Cómo vas? 
-Muy bien ya veo la luz, es preciosa y todo amor, es increíble .Muchas gracias de todo corazón por ayudarme a ver la luz – le dijo el hombre entusiasmado. 
-No corras tanto, le replicó la voz, aún no hemos terminado, esa luz que ves es aún un espejismo, tienes que talar el ultimo árbol para poder ver la verdadera Luz.
-¿Cómo? – dijo sorprendido aquel hombre – yo no veo ningún árbol más. 
- Ese es el problema, nunca veis el último árbol. Ese árbol, en el que estás recargado, eres tu mismo y ves la Luz a través de tu árbol, no de tí, tálate tú y veras la luz. 
Aquel hombre no podría creer lo que estaba oyendo, pero se puso en marcha y taló su propio árbol. Pasado un rato le dijo la voz:- ¿Cómo vas, ya has visto la Luz? 
Y aquel hombre con todo amor, paz y felicidad, le dijo a la voz: 

NO HE VISTO LA LUZ…
!!! YO SOY LA LUZ !!!

Autor Anónimo
gentileza de  Eva borrego esquivel ( adaptado)

martes, 23 de octubre de 2012

Buscador...

 
 
 Acallar voces...
A veces quieres acallar las voces que hablan en tu mente, voces que llegan desde recuerdos lejanos, desde posibles futuros o desde deseos no satisfechos.
Voces que hablan todo el
tiempo y no te dan tregua. Quieres liberarte de ellas y buscas el silencio interior.
Pero dime, buscador:
 
¿Qué es el silencio interior?
Hay caminos que te pueden llevar fuera del camino. Puedes cambiar de ciudad de amigos, y de trabajo o sentir ganas de retirarte del mundo para transcurrir tu tiempo en soledad.
Crees que haciendo así lograrás acallar el ruidoso río de tus pensamientos y unirte
contigo mismo en silenciosa contemplación.
Te aseguro que la contemplación resulta útil cuando interaccionas con aquello que contemplas pero contemplar sólo por el hecho de estarse quieto puede
ser una pérdida de tiempo y de esfuerzo.
De todos modos las voces están allí, una idea sigue a la otra y tu interior es una procesión de pensamientos que te toman y te dejan a su antojo.
De eso es
fácil deducir que no conoces tu mente sino sólo aquello que ves de tu mente cuando tu mente se calma un poco.
Dime la verdad:
¿Has podido acallar tu mente?Si los has hecho es porque la controlas y entonces de nada te sirve su silencio ya que has logrado imponerle tu voluntad.
Conocer es el punto. ¿Conoces tu mente? Si esto es verdad no hay nada que te pueda ser enseñado: has llegado al punto que millones de personas han buscado durante siglos. Pero también es posible que tu conocimiento sea falso y solo tengas la ilusión de controlar tu mente.
Si la conocieras sabrías que conocer también es recordar, recordar que estás buscando y que ningún aprendizaje se da sólo por contemplar la vía porque aunque no pertenezcas al mundo no puedes negar que te mueves dentro del mundo.
 
Escucha:
Tu afirmas estar en la búsqueda de ti mismo o de la iluminación o del
amor o de todas estas cosas al mismo tiempo. Pero:
Si tu familia te pide comida ¿Crees que la solución es irte de tu hogar?
Si las paredes de tu casa se caen en pedazos ¿acaso piensas que lo
mejor es vivir en una gruta?
Si tu
cuerpo te recuerda sus necesidades ¿imaginas que lo ideal sería no tener un cuerpo?

Buscador: debes liberarte de lo cotidiano en medio de lo cotidiano, sin alejarte de lo cotidiano. Cuando intentas escapar sólo estas cayendo en otra trampa del camino.
De todos modos, puedes creer que tu mayor éxito sería vaciar la mente de todo
pensamiento hasta que te ilumine el resplandor de lo real y liberarte así de los sufrimientos del mundo.

Cuidado: no se trata de borrar pensamientos y deseos sino de no correr tras ellos, de no ser de ellos.

Buscador: de nada sirve refugiarse en las altas montañas lejos de los hombres y la rutina: tus voces interiores, tu música privada te acompañarán a cada paso en todo lugar.
Los pensamientos que buscas acallar cruzan tu mente sin pausa y proyectan sobre ti su penumbra. No sirve reprimirlos, negarlos, afirmar que no existen. Sólo una cosa puedes hacer: observarlos, observarlos sin dejarte arrastrar por ellos.
¿Has notado cómo miran los recién nacidos?
Miran sin ver, para ellos tu rostro no significa nada no tiene ninguna importancia ven sólo un objeto que se interpone ante ellos y la luz del día.
Eso eres tú a sus ojos: una sombra.
Por lo tanto esas voces que bailan en tu mente menor son sombras de una sombra, fantasmas sin existencia real por eso puedes observarlas sin verlas, sin darles significado, sin alimentarlas con tu emoti
vidad. Cuando te capturan dejas de ser tú y te conviertes en ellas. Es tu mirada emotiva lo que nutre esas sombras y las mantiene con vida.
Pero no debes sentirte culpable si no logras detener su flujo continuo.
Aunque lo desearas: ¿Podrías detener la carrera de la sangre por tus venas?
¿Podrías detener el crecimiento de tus uñas?
¿Podrías sujetar tu cerebro?
Debes saber que ese constante flujo de ideas es algo natural y orgánico, es la actividad de tu mente menor y de nada sirve culparte por algo que está en la naturaleza de las cosas.
En cambio sirve darse
cuenta que tú no eres sólo un río de pensamientos. Tú eres algo más que eso no el pequeño ser que confunde sus sombras con la realidad, no la diminuta mente que se pierde en sus juegos mecánicos sino algo conectado con una inteligencia mayor infinitamente mayor, una idea cósmica.
Ojalá, buscador, que sepas reconocer esa unión en ti, ese contacto que te liga a la fuente de la vida.

Ojalá que aprendas a separar lo que eres de aquello que no eres y ojalá entiendas que el silencio no existe: Lo que existe es la posibilidad que tu instrumento armonice con la sinfonía del universo.
 
Mario Corradini

lunes, 22 de octubre de 2012

Conocimiento de uno mismo



Mente, corazón y conocimiento de Uno Mismo
 
Cuando hay amor no existe el problema del apego o del desapego. El amor no es producto del pensamiento: no podéis pensar acerca del amor. Es un estado de ser. Y cuando la mente interviene por medio de sus cálculos, de sus celos, de diversos y sutiles engaños, entonces surge el problema en la vida de relación. La convivencia sólo tiene significación cuando es un proceso en que uno se revela a sí mismo; y si en ese proceso uno actúa en forma profunda, amplia y extensa, entonces hay paz en la convivencia, no la lucha ni el antagonismo entre dos personas. Sólo en esa quietud, en esa convivencia en la que existe la fruición del conocimiento propio, está la paz.
¿es posible amar sin que intervenga la mente? Amamos con la mente, nuestro corazón está lleno con las cosas de la mente; pero, sin duda alguna, las elaboraciones de la mente no pueden ser amor. No podéis pensar en el amor. Podéis pensar en la persona a quien amáis, pero ese pensamiento no es amor; y así, gradualmente, el pensamiento va  ocupando el lugar del amor. ¿cuando la mente llega a ser suprema, lo único importante, es obvio que entonces no puede haber afecto. Ese es, por cierto, nuestro problema, ¿verdad? Hemos llenado nuestro corazón con las cosas de la mente. Y las cosas de la mente son esencialmente ideas: lo que debe ser y lo que no debe ser. ¿La convivencia puede basarse en una idea? Y si lo puede, ¿no es ella una actividad que se encierra en sí misma, y, por lo tanto, no resulta inevitable que haya disputas, lucha y miseria? Pero si la mente no interviene, ella no levanta una barrera, ni se disciplina, ni se reprime, ni se sublima a sí misma. Esto resulta en extremo difícil porque no es mediante la  determinación, la práctica o la disciplina, que la mente puede dejar de intervenir; sólo dejará de intervenir cuando haya plena comprensión de su propio proceso. Sólo entonces es posible que existan las debidas relaciones con uno y con muchos, relaciones libres de contienda y de discordia.
la actividad no hace más que embotar la mente y el corazón. Sólo la acción torna alerta la mente y sutil el corazón, capacitándolo para recibir, para ser sensible. Por eso resulta importante, antes de emprender la búsqueda, que haya conocimiento propio. Si buscáis, encontraréis; pero no será la verdad. Por lo tanto esta locura, este temor, esta ansiedad por llegar, por buscar, por descubrir, debe cesar. Entonces, con el conocimiento propio cada vez más vasto y profundo, viene ese sentido de la realidad que no puede ser invitado. Él adviene, y sólo entonces hay felicidad creadora.
Sin conocerse a uno mismo, no hay posibilidad real de investigar qué es lo verdadero, lo que tiene significación, cuáles son los justos valores en la vida. Si uno no se conoce a sí mismo, no puede ir más allá de las ilusiones proyectadas por la propia mente. El conocimiento propio, como lo hemos explicado, implica no sólo conocer la acción en la convivencia de un individuo y otro, sino también la acción en las relaciones con la sociedad; y no puede haber sociedad completa y armoniosa sin ese conocimiento. El conocerse a sí mismo significa, sin duda, estudiar las respuestas, las reacciones que uno tiene en relación con algo. Uno no puede conocerse a sí mismo aislándose. Eso es un hecho evidente. Podéis retiraros a una montaña, a una caverna, o ir en pos de una ilusión a orillas de un río; pero, si uno se aísla, la vida de relación resulta imposible. Y el aislamiento es la muerte.

Sólo en la convivencia puede uno conocerse a sí mismo tal como es. Estudiando, pues, las cosas que hemos aceptado, examinándolas plenamente, no superficialmente, podremos quizá entendernos a nosotros mismos.
Uno puede ver cómo las creencias religiosas, políticas, nacionales y de diversos otros tipos, separan a los hombres, cómo crean conflicto, confusión antagonismo, lo cual es un hecho evidente; y, sin embargo, no estamos dispuestos a renunciar a ellas. Existe el credo hindú, el credo cristiano, el budista, innumerables creencias sectarias y nacionales, diversas ideologías políticas, todas en lucha unas con otras y procurando convertirse unas a otras. Claramente podemos ver que las creencias separan a la gente, crean intolerancia.

La verdad, después de todo, está en esto: en tener la capacidad de enfrentar todas las cosas de un modo nuevo, de instante en instante, sin la reacción condicionante del pasado, para que no haya ese efecto acumulativo que obra como barrera entre uno mismo y aquello que ES.
Evidentemente, la mayoría de nosotros acepta o adopta creencias ante todo porque en nosotros hay temor. Sentimos que, sin una creencia, no sabremos qué hacer. Entonces utilizamos la creencia como una norma de conducta, como dechado de acuerdo con el cual encauzamos nuestra vida. Y también creemos que puede haber acción colectiva gracias a la creencia. Así, pues, en otras palabras, consideramos que para actuar se necesita una creencia. ¿Y es ello así? ¿La acción requiere creencia? Es decir, siendo la creencia una idea, ¿hace falta ideación para actuar? ¿Qué está primero, la idea o la acción? Primero, sin duda, está la acción, que es placentera o penosa; y según eso elaboramos diferentes teorías. La acción, invariablemente, aparece primero. ¿No es así?  Y cuando hay temor, cuando existe el deseo de creer para poder actuar, entonces interviene la ideación.
Así, pues, mientras más nos estudiamos en relación con alguna otra cosa, tal como las creencias, más quieta se torna la mente, sin coacción, sin falsa disciplina. Es obvio que cuanto más se conoce la mente a sí misma, más serena está. Cuanto más conozcáis algo, cuanto más familiarizados estéis con algo, más serena se tornará la mente. Y la mente ha de estar realmente quieta no aquietada.

Hay, sin duda, una enorme diferencia entre una mente aquietada y una mente quieta. Podéis forzar la mente a aquietarse mediante diversas circunstancias, disciplinas, tretas, etc. Pero eso no es quietud, eso no es paz; eso es muerte. Una mente que está serena es porque comprende las distintas formas del miedo y se entiende a sí misma -una mente así es creadora, una mente así se renueva sin cesar. Sólo se estanca aquella mente que está encerrada en sus propios temores y creencias. Pero una mente que comprende su relación con los valores ambientes- no imponiendo una norma de valores sino comprendiendo lo que es -esa mente, sin duda, se torna serena; es serena. No es cuestión de devenir. Sólo entonces, por cierto, la mente puede percibir lo real de instante en instante. La realidad, a buen seguro, no es algo que se encuentre en último término, un resultado final de la acción acumulativa. La realidad ha de percibirse tan sólo de instante en instante; y sólo puede percibirse cuando no obra el efecto acumulativo del pasado sobre el momento actual, sobre el “ahora”.
 
J. KRISHNAMURTI

viernes, 19 de octubre de 2012

El Camino de la Felicidad

El camino marca una dirección.
Y una dirección es mucho más que un resultado.
 


No hay un Único camino...(...) En el budismo se acepta el principio de causalidad como una ley natural. Así, por ejemplo, en el campo de las experiencias cotidianas, si se producen ciertos acontecimientos indeseables, éstos serán indudablemente el resultado de la situación anterior que naturalmente no podía desembocar en otra cosa que no fuera la acontecida. Por lo tanto, si queremos tener una experiencia determinada, lo más lógico es buscar y acumular aquellas causas y condiciones que favorezcan su acontecer.
Si uno es amable, algo se abre automáticamente en nosotros: la conciencia de pares, el darnos cuenta una vez más de lo que decía William Schultz, que todos somos uno. Y esta apertura produce siempre una respuesta equivalente en los otros.

 La competencia, el odio, los celos, son estados destructivos de nuestro bienestar, y cuando aparecen todo termina pareciéndonos sospechoso o amenazante. La consecuencia natural es más inseguridad, mayor desconfianza, una tendencia a aislarnos en la soledad y el resentimiento para defendernos de un mundo que consideramos hostil. Estos sentimientos que devienen tóxicos empiezan en el rechazo hacia el prójimo y terminan en provocar la actitud en espejo de los demás.

De modo similar, el mejor método para asegurarse de que algo no vuelva a ocurrir es procurar que no se repitan las condiciones que lo produjeron.

El Dalai Lama no clasifica estados mentales, emociones o deseos con arreglo a juicios morales externos, como pecado o malignidad, sino simplemente sobre la base de si conducen o no a la felicidad personal última. Los considera útiles o inútiles para el desarrollo de lo mejor de las personas y para el descubrimiento de sus potencialidades, entre las cuales está, por supuesto, la de ser felices.
Desde este punto de vista, con el cual coincido como terapeuta, la salud mental siempre implica una actitud empática, cálida y generosa, un sentimiento amoroso, una postura cordial y un accionar solidario. Los vínculos sanos establecidos entre personas  sanas indefectiblemente ayudan a  recorrer el camino de la felicidad.
Surge naturalmente la pregunta:

Si la felicidad depende simplemente del cultivo de estados mentales "positivos", como el amor, la, solidaridad y la compasión, ¿por qué hay tanta gente desdichada?

Escuchemos la respuesta en sus propias palabras;
Alcanzar la verdadera felicidad exige producir una transformación en las perspectivas, en la forma de pensar, y eso no es tan sencillo. Para ello es preciso aplicar muchos factores diferentes desde distintas direcciones. No se debería tener, por ejemplo, la idea de que sólo existe una clave, un secreto que, si se llega a develar, hará que todo marche bien. Es como cuidar adecuadamente del propio cuerpo; se necesitan diversas vitaminas y nutrimentos, no sólo uno o dos. Del mismo modo, para alcanzar la felicidad hay que utilizar una variedad de enfoques y métodos, superar los variados y complejos estados negativos. Podemos cambiar y transformarnos pero sólo a través del entrenamiento. En la práctica budista existen varios métodos para mantener una mente serena cuando sucede algo perturbador. La práctica repetida de ellos nos permite llegar a un punto en el que los efectos negativos de una perturbación no pasen más allá del nivel superficial de nuestra mente, como las olas que agitan la superficie del océano pero que no tiene gran efecto en sus profundidades...

Jorge Bucay
 

martes, 16 de octubre de 2012

Esfuerzo Equilibrado

 

El esfuerzo correcto
 
Un día Buda estaba paseando por un pedregoso terreno y se extrañó al comprobar que había manchas de sangre en las piedras. Llamó a uno de sus discípulos y le preguntó:
 -¿De quién es esta sangre, mi buen discípulo?
-Señor, esa sangre es de los pies de tu discípulo Sana. Desanimado porque no logra controlar los pensamientos en su mente y hallar la serenidad perfecta, se mortifica a sí
mismo caminando con los pies desnudos sobre las piedras.
 -Hazle venir.
 El discípulo Sana se presentó ante Buda, que le dijo nada más verle:
-Tengo oído, mi buen discípulo, que eras el mejor músico de laúd del reino hasta que entraste en la orden. ¿Estoy en lo cierto?
 
-Lo estás, señor.
 
Permíteme entonces que te haga algunas preguntas -dijo Buda-.
Cuando dejabas las cuerdas del laúd demasiado sueltas, ¿sonaban bien?
-No, señor, y además podía engañarse.
 
-¿Y cuando las tensabas demasiado?
-Tampoco sonaba bien el laúd y además podían quebrarse. -¿Y cuando ni las tensabas demasiado ni demasiado las soltabas? Y el músico repuso entonces:
-En ese caso, señor, sonaban a la perfección. Así deben estar las cuerdas del laúd.

Y Buda aseveró:
-Pues bien, mi buen discípulo, así debe uno esforzarse: ni haciéndolo en exceso ni
haciéndolo en defecto, sino de manera correcta.
Comentario

Los extremos son las trampas. Huye de las emboscadas que representan. Hay un camino de sabiduría y sosiego entre los extremos.
Si te extremas, te desequilibras; si te desequilibras, te desarmonizas; si te desarmonizas, enfermas. Incluso en la aplicación del esfuerzo hay que ser equilibrado. Están los que no hacen ningún esfuerzo y se dejan ganar por la apatía, la indecisión, la duda escéptica o sistemática, la falta de confianza, la indolencia y la dejadez.
Están los que despliegan un esfuerzo excesivo y se consumen, queman sus energías, se embrutecen. Están los que de repente hacen grandes esfuerzos esporádicos, guiados por infantiles expectativas, entusiasmados al principio, para enseguida caer en el desencanto y abandonar el esfuerzo. Están los que de repente emprenden períodos de gran esfuerzo y otros en los que no se esfuerzan nada en absoluto, o sea, que sus esfuerzos son esporádicos.

Pero están los que son como la nieve, que posándose momento tras momento sobre la
rama de un árbol terminan por quebrarla. Es el esfuerzo correcto, asiduo, mantenido, pero no excesivo. Es el esfuerzo no compulsivo, sino sereno. Ése es también el esfuerzo que exige el hatha-yoga en la ejecución de lo asanas o posturas corporales: un esfuerzo sabiamente aplicado, mantenido, pero no excesivo. Este tipo de esfuerzo racional y consistente nos permitirá cultivar el desapego, la visión correcta, la ecuanimidad inquebrantable, la compasión, la óptima relación con nosotros y con los demás, el establecimiento de la atención consciente, la autovigilancia, el control del ego y el autoconocimiento. Cooperará en el dominio del pensamiento y la purificación del discernimiento, el comportamiento noble, la palabra correcta, la superación y transformación de emociones insanas. Mediante un esfuerzo tal trataremos de imponemos a la mente, porque «la mente, en verdad, es el mundo; debemos purificada enérgicamente. Asumimos la forma de lo que hay en nuestra mente: éste es el eterno secreto» .

Ramiro Calle


domingo, 14 de octubre de 2012

Cuerpo y alma caminan juntos...






“una práctica donde el cuerpo y el alma caminan juntos en su despertar de la conciencia »



¿Cómo el trabajo con el cuerpo puede acercarnos al encuentro con nuestra alma?

R: En realidad el cuerpo es una porción del alma, la parte más materializada de nuestra alma, como decía Blake “el cuerpo es la parte del alma que se percibe con lo sentidos”. Es visible, podemos tocarlo, escucharlo. Por ello el cuerpo puede ayudarnos a encontrar aspectos más sutiles de nuestro ser, y a poder contactar, conocer y armonizar los « otros cuerpos ».

P: ¿Cuáles son estos otros cuerpos?

R: El cuerpo físico es el más denso, la parte más densa de nuestra alma.
Tenemos y somos también otros cuerpos más sutiles, el emocional, el mental, el espiritual. El trabajo sobre el cuerpo físico-energético, su desbloqueo y liberación, se trasmite vibratoriamente a los otros cuerpos ayudándolos a armonizarse.


P: Has hablado de “contactar, conocer y armonizar”, ¿por qué?

Porque es un proceso que parte de entrar en contacto con el cuerpo físico-energético, que con todos sus mensajes y vida, nos pasa desapercibido. Es una gran área de nosotros mismos, mensajera de otros niveles del alma que dejamos olvidada. 
Cuándo empezamos a contactarlo empezamos a conocerlo. A percibir cómo reacciona a nuestras emociones, contrayéndose, dilatándose, temblando o abriéndose. Y todo esto sucede a nivel físico y celular.
Cada una de nuestras células reproduce el universo, por eso trabajar a nivel celular es trabajar en nuestra alma y en el universo entero, del cual formamos parte.


P: ¿De qué manera?

R: En nuestra visión, enmarcada dentro de la psicología traspersonal, vemos que el Alma o Esencia, nuestro Yo profundo está conformada por tres energías básicas, que Antonio Blay llamó: la inteligencia- comprensión y lucidez- , el amor y la energía- la fuerza de vida-. Esta es una visión trinitaria, que encontramos también en otras religiones y escuelas de crecimiento: sat.cit.ananda para los hindúes significa existencia, conciencia y beatitud; Padre, Hijo y Espiritu Santo significa poder, conocimiento y amor en el cristianismo. Cada célula esta constituida por estas tres energias, que al despertarlas se armonizan. 
Esta es la visión que abrazamos como hipótesis y como camino de experiencia. “Experimentar realmente que somos amor, inteligencia y energía en expresión”.


P: ¿Cómo el trabajo con el cuerpo y sus células puede ayudarnos a este fluir del amor, de la energía y de la inteligencia?

R: No hay nada en el cuerpo ni en el universo que no sea energía, amor e inteligencia. Si aceptamos que somos una unidad, cuando movemos lo físico, se mueve lo emocional y lo mental, y todo es, al mismo tiempo expresión de lo divino. En nuestro trabajo hemos ido descubriendo con la experiencia, que cuando se trabaja en profunidad con el cuerpo, se puede contactar con niveles muy profundos del sí mismo, un amor universal o un poder que no imaginabamos tener.

P: ¿Y cómo se hace esto, en vuestro trabajo?

R: La “vida es movimiento”, y nuestro trabajo se relaciona con el movimiento del cuerpo, no sólo con sentirlo sino también con activarlo. Es necesario activar el cuerpo y disminuir el exceso de actividad de la mente para equilibrarlo. Al menos esa mente que piensa y cree que todo puede resolverse razonando, con lógica. El cuerpo puede no sólo aquietar la mente, sino favorecer la aparición de otro aspecto, la intuición, que es una guía fiel y sabia en nuestra vida.
Con el movimiento también se activan sentimientos, pasiones, dolores y vivencias muy profundas sepultadas dentro y retenidas en nuestras células que se van liberando, dando lugar a una “purificación” del nivel energético, emocional y mental, que nos deja libres para sentir y pensar de una nueva manera.


P: ¿Cómo lo hacemos? 

Lo hacemos moviéndonos. Cuando el cuerpo se mueve, se activa la energía. El cuerpo se despierta con el movimiento, y ese despertar trae consigo una cantidad de nuevas experiencias, que son mensajeras de una vida más profunda de nuestra psiquis y materia, que nos conecta con una integridad y plenitud comparable a lo que sentimos extendidos al sol en la arena después de haber nadado en el mar. La felicidad de estar vivos, simple y natural.
Cuando se activa el goce de estar vivos, todo fluye más y mejor.
Este trabajo te va enamorando de la vida, no tanto por lo que la vida te ofrece desde afuera sino por lo que la vida te ofrece desde adentro.


P: Estás hablando de una técnica especial?

Si y no. Cuando hablo de “nuestro trabajo” me refiero a la técnica de movimiento desde los centros de energía o “chackras” de nuestro cuerpo etérico (o energético) alimentado y sostenido por esta visión traspersonal del ser humano. El mensaje más profundo que quisieramos transmitir es esta importancia de que el trabajo interior llegue al cuerpo. En nuestra visión darle un lugar al cuerpo en nuestro camino de evolución, digno y substancial, pues es “una porción de nuestra alma” y que esa porción se ilumine, vibre con una vibración más elevada y sutil es una de las tareas más hermosas en el compromiso de crecer como seres humanos.
“Espiritualizar la materia y materializar el espirítu”. Una tarea que tiene un fuerte elemento de afirmación gozosa de la vida, y por lo tanto es un recorrido consciente que se hace junto a la alegría y al amor.




Entrevista a Claudia Casanovas, directora de Rio Abierto- Italia y Patricia Rios, directora del Sistema de Centros de Energia en España; argentinas, terapeutas psicocorporales. 



viernes, 12 de octubre de 2012

KALTAPARUS



EL ARBOL DE LOS DESEOS

Una vez un hombre estaba viajando y entró al paraíso por error. En el concepto indio del paraíso, hay árboles que conceden los deseos, se llaman KALTAPARUS. Simplemente te sientas bajo uno de estos árboles, deseas cualquier cosa e inmediatamente se cumple no hay espacio alguno entre el deseo y su cumplimiento.

El hombre estaba cansado, así que se durmió bajo un árbol dador de deseos. Cuando despertó, tenía hambre, entonces dijo: "¡Tengo tanta hambre! Ojalá pudiera tener algo de comida" e inmediatamente apareció la comida de la nada simplemente flotando en el aire, una comida deliciosa.
Tenía tanta hambre que no prestó atención de dónde había venido la comida. Cuando tienes hambre, no estás para filosofías.

Inmediatamente empezó a comer y la comida estaba tan deliciosa! Una vez que su hambre estuvo saciada, miró a su alrededor.Ahora se sentía satisfecho. Otro pensamiento surgió en él: "Si tan sólo pudiera tomar algo!" Y por ahora no hay ninguna prohibición en el paraíso, de modo que de inmediato apareció un vino estupendo.
 
Mientras bebía este vino tranquilamente y soplaba una suave y fresca brisa bajo la sombra del árbol, comenzó a preguntarse: "Qué está pasando? ¿Estoy soñando o hay fantasmas que están jugándome una broma?" Y aparecieron fantasmas feroces, horribles, nauseabundos. Comenzó a temblar y pensó: "Seguro que me matan!" Y lo mataron.

Esta es una antigua parábola, de inmensa significación. Tu mente es un árbol dador de deseos: pienses lo que pienses, tarde o temprano se verá cumplido. A veces, la brecha es tan grande que te olvidas por completo que lo deseaste, de modo que no puedes reconocer la fuente. Pero si observas profundamente, hallarás que todos tus pensamientos te están creando a ti y a tu vida. Crean tu infierno, crean tu cielo. Crean tu desgracia y tu alegría, lo negativo y lo positivo...

Cada uno es aquí un mago. Cada uno está hilando y tejiendo un mundo mágico en torno de sí mismo... y luego es atrapado. La araña misma es atrapada en su propia tela.

No hay nadie que te torture excepto tú mismo. Y cuando se comprende esto, las cosas comienzan a cambiar. Entonces puedes modificarlo, transformar tu infierno en cielo; sólo se trata de pintarlo con una visión diferente... Toda la responsabilidad es tuya.

Y entonces surge una nueva posibilidad: puedes dejar de crear el mundo. No hay necesidad de crear ni en el cielo ni en el infierno, no hay ninguna necesidad de crear nada. El creador puede descansar, jubilarse. Y la jubilación de la mente es la meditación.

Osho

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