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jueves, 31 de enero de 2013

La Personalidad Creadora

Técnicas psicológicas y liberación interior
Las dos clases de trabajo interior
Existen dos clases bien diferenciadas de trabajo interior: la de tipo horizontal o de profundización, y la de tipo ascensional o de elevación.
El trabajo de tipo horizontal tiene como objetivo conseguir un camino expedito para que la conciencia pueda conectarse con el centro, con el eje de alguno o de todos los niveles que están activos en una persona. Es el camino que conduce a la libertad interior, a la espontaneidad, al descubrimiento de la realidad del autentico «sí mismo». Es la sintonización con el eje del Yo-experiencia del que hablaremos más adelante. 
El trabajo de tipo ascensional, que también podríamos denominar evolutivo o de perfeccionamiento, tiene por objetivo conectar la mente consciente con niveles más elevados -sea a través de la vía mística o amor espiritual, sea por el camino del discernimiento o camino de la sabiduría, o por el sendero de la belleza y de la armonía-, organizando toda la estructura de la vida personal alrededor y al servicio de estos valores superiores.
Para el primer tipo de trabajo todo el mundo está ya actualmente capacitado, puesto que toda la labor a realizar consiste en abrirse más a sí mismo, en aprender a estar atento cada vez desde más adentro; en una palabra: tomar conciencia de lo que uno actualmente ya es pero hasta el fondo. Requiere tan sólo una educación incesante de la mente que ha de aprender a mirar en esa dirección a la que no está acostumbrada en absoluto -sin perder su habitual contacto con todo lo exterior-. Dificultan esta labor varias formas de condicionamientos negativos que el hombre ha empezado a adquirir ya desde su infancia pero sustancialmente no ha de cambiar nada ni tampoco ha de adquirir nada. Únicamente ha de realizar un desplazamiento del foco mental consciente que, en vez de apoyarse de modo habitual en un plano externo -el de las cosas concretas objetivas- o en un plano interno medio -sensaciones, sentimientos y reflexiones-, ha de llegar a estabilizarse en el punto central del nivel que sea. Es una de esas formas de autorrealización que encontramos en ocasiones en gente muy sencilla -hombres del campo, pastores, marinos- quienes, por su prolongada soledad y continuo contacto con la naturaleza -la que les rodea y la suya propia-, llegan a desarrollar una intuición notable de su ser profundo y de las leyes naturales.
Esta clase de realización interior puede alcanzarse ya sea a través de un nivel meramente vital -lo que por ejemplo ocurre, aunque por muy breves instantes, en el orgasmo, y de forma más permanente pero en otra modalidad, al atleta consagrado por entero a sus ejercicios-, o a través del nivel afectivo o del mental. Es lo que podríamos decir, la perfección o realización del aspecto elemental del hombre, y va siempre acompañada de una grandeza o fortaleza de las cosas y de las personas. Hacia una forma u otra de este tipo de realización conducen las técnicas preconizadas por el psicoanálisis, el Hatha y Raja Yoga, el Zen y Krishnamurti. Evidentemente, depende también de la calidad intrínseca de la persona que practica tales técnicas, el que esta realización horizontal tenga lugar en un nivel o en otro, y hasta el que paralelamente a esta profundización en el caso de que la persona ya estuviera trabajando en un sentido espiritual, se produzca también eventualmente una fuerte resonancia espiritual.
Pero no hay que confundir esta realización de profundidad con la verdadera realización espiritual. Esta última requiere, como ya hemos dicho, que haya una afectiva toma de contacto y una integración mental con niveles superiores al de la mente concreta. Exige un ascenso, una traslación hacia arriba del foco mental. Y como los valores de los niveles superiores difieren de los propios de los niveles elementales, este ascenso y nueva estabilización de la mente produce la necesidad de transformar cualitativamente la escala de valores vigente hasta entonces y, consecuentemente, un cambio radical en el estilo de vida.
Antonio Blay

miércoles, 30 de enero de 2013

EL DEBER DE SER FELIZ



TRABAJA SOBRE LA ATMOSFERA PSÍQUICA
Cada vez con más frecuencia la gente se queja de que el aire está contaminado: los humos de las fábricas, el gas de los caños de escape de los coches y la multiplicidad de productos tóxicos que contribuyen a envenenar la atmósfera... Es cierto, pero, ¿qué podemos decir entonces sobre la atmósfera psíquica de la tierra? La mayoría de los humanos que viven sin luz, sin amor, sin tener conciencia de sus responsabilidades, pasan su tiempo expandiendo a su alrededor pensamientos y sentimientos tan sombríos, viciados y malsanos que la atmósfera de la tierra se parece a un pantano donde pululan una gran cantidad de bichos que arrojan sus desechos y excrementos en el mismo estanque donde otros deben respirarlos y absorberlos. Sí, esta es la triste realidad: una ciudad no es más que un pantano donde todos los humanos derraman sus angustias, sus celos, sus odios y todos los deseos insatisfechos. Si fueran un poco más clarividentes, verían formas horribles, negras, pegajosas, que surgen de determinadas criaturas y se acumulan en las capas de la atmósfera. Pero incluso, aun sin ver nada, se puede sentir la existencia de una capa densa, pesada y tenebrosa sobre las ciudades.

Aunque el mundo entero se movilizara para combatir la polución del aire, del agua y de la tierra, ello sería aún insuficiente, ya que en el mundo psíquico también se propagan gases de los caños de escape, humos, productos tóxicos que están asfixiando a la humanidad. Muchas de las actuales enfermedades se producen no sólo debido a la polución del aire, del agua y de la comida, sino también a la polución psíquica. Si la atmósfera psíquica en la que están inmersos no estuviera tan contaminada, los seres humanos conseguirían neutralizar todos los venenos exteriores. El mal se encuentra principalmente en el interior. Cuando internamente os sentís fuertes y en armonía con vosotros mismos y con los demás, es como si corrientes de energía os traspasaran, rechazando las impurezas incluso en el plano físico y, de esta forma, el organismo puede defenderse mejor.

Primero se es vulnerable interiormente y, poco a poco, el mal acaba manifestándose también en el exterior. Tenemos un ejemplo de ello en los médicos y en las enfermeras: algunos de ellos que tenían un hígado en perfecto estado y una sangre muy pura, vivieron sin contaminarse entre gente que padecía las peores enfermedades contagiosas. Otros, sin embargo, que incluso huyeron para no enfermar, se contagiaron. Sí, porque permitieron la entrada de impurezas en su interior, y las impurezas son siempre un buen alimento para los microbios y los virus. La pureza de la sangre, al igual que la de los pensamientos y sentimientos, rechaza la enfermedad. Mientras que si el mal ya ha penetrado en los pensamientos, en los sentimientos, en el corazón, en los deseos, queda una puerta abierta, y ¡qué fácil le resulta entonces a ese mal descender hasta el plano físico!

 A partir de ahora, es preciso que tengáis conciencia de la existencia de esta atmósfera psíquica. Si la gente se preocupara de producir menos miasmas y trabajase en llenar el espacio con pensamientos puros, luminosos, benéficos, teniendo en cuenta que nada es estático si no que todo se propaga, estas ondas purificadoras serían una bendición para la humanidad. Pero, ¿dónde están los seres luminosos que quieran hacer este trabajo? No hay muchos; la gente está ocupada en satisfacer sus propios deseos, sus codicias e intenta triunfar a toda costa, a puñetazos, a patadas. Estas armas son utilizadas en todas partes, para abrirse camino, y esta actitud resulta muy cara para la humanidad, ya que la atmósfera es atravesada por ondas caóticas y emanaciones malsanas. Si existiesen en el mundo suficientes seres luminosos que con su forma de vivir trabajasen para purificar, en primer lugar, su atmósfera espiritual, poco a poco otros seres, atraídos por el ejemplo, harían lo mismo. Es por ello por lo que tan a menudo os hablo de la necesidad de crear con el pensamiento, allá donde vayáis, una atmósfera límpida, armoniosa, fraternal, con el fin de que la tierra sea un día como un jardín florido en donde todos vivan felices.

 Omraam Mikhaël Aivanov



martes, 29 de enero de 2013

AMOR Y PODER


Gobernar es Servir...Leyes del Amor

Es conveniente distinguir el poder como sustantivo del poder como verbo: «el poder hacer». En general cuando decimos: «Tal persona tiene poder» nos referimos al poder como sustantivo, es decir a la capacidad de influir sobre la voluntad del otro. Cuando esa capacidad se desliza hacia la dominación expresa la modalidad inmadura del poder.
Si bien pareciera que es la que más tenemos en cuenta, no es la única. Existe también la forma madura del poder que consiste precisamente en tener la capacidad de utilizar mi energía, no para dominar sino para articular mis necesidades con las del otro y gestar una respuesta que nos contemple y nos exprese a ambos. Este es «el poder más poderoso» aunque no lo registremos tanto concientemente y es otra faceta del amor. El I Ching describe con brevedad y belleza esta modalidad cuando afirma: «Gobernar es servir».
 
Leyes del amor

Una de las leyes que el amor conoce es que la parte puede estar bien de un modo íntegro y duradero en la medida en que el conjunto al cual esa parte pertenece también lo esté.
Un miembro de una pareja puede estar bien en la medida en que la estructura pareja esté bien. El marido o la esposa puede sentirse bien mientras somete a su cónyuge pero eso es sólo durante un breve tiempo. Es difícil imaginar un ser que experimente un completo bienestar rodeado de dolor. Ese dolor vuelve. Esto es así porque la trama que enlaza los destinos de la parte y el conjunto es muy fuerte y en un sistema que funciona a alta velocidad la contundencia de dicha trama se ve de inmediato. Cuando los sucesos ocurren a velocidad menor, la relación entre la parte y el conjunto no se hace tan evidente.

Para comprender mejor esto imaginemos que tengo una infección en todo el brazo y que la fiebre aparece recién a los diez años de haber comenzado la infección. Me resultaría difícil comprender el enlace entre una cosa y la otra. Lo mismo ocurre con muchos acontecimientos humanos: cosechamos los resultados mucho tiempo después de haber sembrado la semilla y eso nos dificulta la comprensión de la relación causa-efecto. Por eso, algunos afirman -y adhiero a esa idea- que en el planeta tierra, en el cual los sucesos transcurren a baja velocidad, es necesario aprender a reconocer ciertas leyes que ya han sido descubiertas por sistemas que han funcionado a alta velocidad y que han permitido ver los enlaces naturales entre la parte y el conjunto. Si es cierto que existe una conciencia solar y si es cierto que existen formas de vida en las cuales ocurre lo mismo a alta velocidad, es muy probable que estos sucesos ya hayan sido descubiertos, comprendidos y establecidos, como leyes naturales. Por eso el «Ama a tu prójimo como a ti mismo» no es «el más difícil de los mandamientos» como suele decirse sino simplemente la expresión de una de esas leyes.

¿El amor a sí mismo es una forma de egoísmo?

El egoísmo tiene que ver con el deseo inmaduro, que se siente en el centro de la escena y se satisface exclusivamente con su realización, sin tener en cuenta a todo lo demás. El amor a sí mismo trasciende ese plano. Ama lo que le gusta de sí mismo y también lo que no le gusta. Puede no gustarme mi parte insegura y amarla igual. Amarla no quiere decir consentirla en el sentido de la complacencia, quiere decir tenerla en cuenta, respetarla y asistirla. Recién cuando he aprendido a amar lo que no me gusta de mí es que puedo amar lo que no me gusta de los otros, es decir todo aquello que no satisface mis deseos inmediatos. De modo que el amor a mí mismo no sólo no excluye el amor a los demás sino que es precisamente quien lo posibilita.

 Amar y desear: diferencias.

El deseo es un movimiento de atracción hacia algo nacido de la percepción o el recuerdo de ese algo. Si deseo «uvas», todo lo que sea «no-uvas» será rechazado por mí. Deseo y rechazo son simultáneos, son las dos caras de la misma moneda.


Una famosa actriz de Hollywood, al leer un guión que le habían enviado, dijo: ¿A quién tengo que matar para obtener este papel? Esta frase, de alto impacto por otra parte, quedó inscripta luego como paradigma de entusiasmo, de una férrea voluntad para alcanzar algo, y casi condición indispensable para quien quiera avanzar en su carrera. Es decir, quedó socialmente glorificada. Y esa frase es, precisamente, la que mejor refleja la esencia del deseo inmaduro.

Es cierto que existen algunas situaciones en las que el deseo de algo encuentra un obstáculo al que efectivamente debe eliminar. En la vida humana el contexto para ese tipo de relación se produce cuando hay un bien escaso y dos que pugnan por obtenerlo. El grave problema es que este marco que se da en algunas situaciones acotadas lo hemos extendido al resto y por lo tanto vivimos toda la vida como un combate permanente.

Volviendo ahora al centro de la pregunta: Una de las diferencias entre amar y desear es que el deseo se satisface exclusivamente con la obtención de lo deseado mientras que el amor encuentra el bienestar en el bienestar de todos los protagonistas.

 El amor le reconoce al obstáculo el mismo derecho a existir que le otorga al deseo para el cual lo es.

Por ejemplo: «yo deseo estar con María pero ella ama a otro hombre y esa decisión de ella me parece tan digna de ser respetada y considerada como mi propio deseo. Su decisión está en el mismo rango que mi deseo, aunque me duela su decisión».

El deseo que cree que debe destruir el obstáculo para conectarse con su meta es el deseo no amoroso; ése es el deseo que mata. Yo deseo estar con María y ella desea estar con otro hombre; ese hombre es el obstáculo y entonces lo mato a él. Por este motivo es necesario distinguir la atracción del amor.

 Rol de la pasión y tipos de deseo.

La pasión es precisamente una atracción intensa. Puede ser hacia una persona, hacia un quehacer, hacia un objeto, etc. Tanto puede ser la música como las estampillas o el fútbol… No importa tanto qué la inspira sino la intensidad que se siente ante eso que la inspira. Y esa atracción apasionada puede ser más o menos amorosa. En la pasión se ve con más amplitud lo que describimos antes en relación al deseo. Si siento una pasión no amorosa hacia alguien puedo matar a quien percibo como obstáculo, o a la misma persona si no satisface mis requerimientos. Es el típico crimen pasional. A veces se dice: «mató por amor…» eso es una confusión y lleva a más confusión. La realidad es que mató por la intensa frustración de la atracción no correspondida, pero no por amor.

La pasión amorosa siente la misma intensa atracción pero no se otorga ningún lugar de privilegio en su relación con el obstáculo. En última instancia, el amor es el que convierte a la relación entre la pasión y el obstáculo en una danza.

Cuando se habla del deseo en forma genérica y se describen sus características, lo que habitualmente se hace es hablar del deseo inmaduro. Quiero presentar aquí la propuesta de establecer una distinción conceptual dentro del deseo mismo y diferenciar deseo inmaduro de deseo maduro.

El deseo inmaduro se caracteriza porque se percibe en el centro de la escena y coloca al resto de los protagonistas en la posición de «seres a su servicio». Esto quiere decir que no reconoce la vida propia de los tres personajes básicos con quienes se relaciona: a) el objeto mismo del deseo, b) todos los que funcionen como medio para alcanzarlo y c) todos los que funcionen como obstáculo para alcanzarlo.

Veámoslo en un ejemplo: Juan quiere conocer a María y Manuel es el amigo común que se la presentará. Manuel es, por lo tanto, el medio a través del cual Juan llegará a María. Si el día convenido Manuel está cansado o con gripe, el deseo inmaduro de Juan lo «sacará a Manuel de la cama y lo arrastrará» hasta la reunión en la que le presentará a María. Para el deseo inmaduro quien cumple la función de medio debe estar disponible -sí o sí- para llevar a cabo su tarea. Presionará y forzará «como sea» para que así ocurra. Si al llegar a la reunión se entera que María está unida a Pedro, éste será, para Juan, el obstáculo que le impide unirse a María. Por lo tanto, el deseo inmaduro de Juan intentará excluir a Pedro «como sea» para eliminar ese obstáculo.

Este nivel evolutivo del deseo es la fuente de innumerables conflictos y sufrimiento.

El deseo maduro, en cambio, se caracteriza por lo opuesto del anterior: no se ubica en el centro de la escena y tampoco inscribe al resto de los protagonistas como «seres a su servicio». Si pusiéramos a esa actitud en una frase, sería: «Reconozco mi derecho a desear estar con María, y también reconozco que María puede no desear estar conmigo. Si es así me resultará doloroso pero no me da derecho a agraviarla por sentir lo que siente. Si bien me frustra que Manuel esté cansado, le reconozco el derecho de experimentar un estado que no coincida con mis expectativas y será necesario volver a combinar otro encuentro. Y, aunque me duela, también reconozco que Pedro tiene el mismo derecho que yo a sentirse atraído por María y a ser, eventualmente, elegido por ella».

En el mismo momento en que comienzo a desear, comienzo a exponerme a la frustración

 No puedo asegurarle a mi deseo la garantía de su logro, lo más que puedo asegurarle es mi mejor intento posible. En este nivel evolutivo -que es posible y necesario- el deseo deja de ser fuente de conflicto y se convierte en un colaborador conciente al servicio de la plenitud del desarrollo, tanto del individuo como del conjunto.


Norberto Levy


lunes, 28 de enero de 2013

Meditación Especial




 Ejercita para sentirte feliz!
Cuando te levantes por la mañana, lo primero que has de hacer es imaginarte tremendamente feliz. Sal de la cama con un excelente estado de humor, radiante, expectante, burbujeante, como si algo perfecto, algo de un valor infinito fuera a sucederte hoy. Sal de la cama con un estado de ánimo muy positivo y esperanzador, con el sentimiento de que éste no será un día corriente: algo excepcional, extraordinario, te está esperando.

Algo te sucederá. Durante el día, trata de recordarlo una y otra vez. Al cabo de siete días, descubrirás que tu comportamiento, tu forma de ser, tu vibración, ha cambiado.

Cuando por la noche te acuestes, imagínate que estás cayendo en las manos divinas, como si Dios te sostuviera, como si cayeras, si te durmieras, en su regazo.

Simplemente visualízalo y duérmete. Has de continuar imaginándotelo mientras dejas que el sueño se te acerque, de forma que la imaginación entre en el sueño, se solape.

No te imagines nada negativo, porque si comienzas a imaginar cosas negativas, suceden. Si piensas que vas a estar enfermo, enfermarás. Si piensas que alguien se comportará con rudeza contigo, sucederá. Tu imaginación creará la situación. Si aparece alguna idea negativa, transfórmala de inmediato en un pensamiento positivo. Dile no. Déjala inmediatamente; tírala.
Al cabo de una semana empezarás a sentirte muy feliz - sin ninguna razón especial.

Osho

jueves, 24 de enero de 2013

Cobijados por los Mandatos

Mandatos



Todos hemos sido criados inmersos en familias, culturas, comunidades o grupos que han funcionado bajo un conjunto de supuestos morales, intelectuales o religiosos que dieron marco a una determinada forma de vivir.
¿Cómo saber si esas maneras de concebir la vida, de pensar o amar, enseñadas o impuestas cuando fuimos niños, han sido saludables para nosotros? Hay una única manera de saberlo: preguntándonos si nos producían placer, felicidad o armonía interior. ¡Parece una broma! Obviamente el nivel de represión, autoritarismo, mentiras, amenazas o soledad por las que hemos atravesado nuestras infancias, no tenían nada de placentero. Los niños las adoptamos para convertirnos en miembros de ese grupo. Y además porque no teníamos otra opción. Los mandatos pueden tener su base en el miedo, la moral sexual, el ateísmo a ultranza, la codicia, el sometimiento, el “hay que sacrificarse”, o cualquier otro sistema de creencias que dentro de un contexto determinado, aseguren la supervivencia al conjunto.

Ahora bien, si hoy -disfrazados de adultos- defendemos por fuera de nuestro equilibrio personal, eso que fue nombrado como “necesario” en nuestras familias, significa que hemos quedado congelados en una vivencia infantil donde aquello que nos imponían, tanto a nivel afectivo como moral, era intocable. Imposible disentir. En aquel entonces no pudimos obtener una mirada abierta de ningún adulto dispuesto a ayudarnos a descubrir quiénes éramos nosotros. Por el contrario, alguien nombraba cómo debíamos ser. Luego, hemos vivido nuestra vida tratando de ser “eso” que nos habían dicho que debíamos ser o sentir o pensar o desear. Por una única razón: con el fin de sentirnos aceptados y amados.
Sin embargo, ese conjunto de creencias o mandatos que posiblemente ya no tengan ningún sentido íntimo para nosotros, ni conserven la más mínima conexión con nuestro ser esencial desconocido, gana. Nacen nuestros hijos y resulta más poderoso un mandato obsoleto grabado a fuego en nuestro corazón herido que el llanto cristalino de un recién nacido. Atendemos más las frases vacías cargadas de prejuicios antiguos nombrados por un miembro familiar, que la contundente certeza de que nuestros hijos nos reclaman. Si estamos preguntando a diestra y siniestra qué es lo correcto y qué tenemos que hacer con ese hijo que salió de nuestras entrañas o que hemos ayudado a engendrar... entonces definitivamente, hemos decidido permanecer cobijados por los mandatos ajenos, en lugar de convertirnos en adultos responsables y libres.
 
Laura Gutman

lunes, 21 de enero de 2013

TIKUN




Propósito de vida
 
El propósito de nuestras vidas es transformarnos para poder recibir la verdadera satisfacción. Estamos en este mundo para alcanzar nuestro verdadero potencial y literalmente ser como Dios, con el compartir y dar como el fundamento de nuestro ser.
Sin embargo el proceso de auto-transformación no es algo que pasa en un nivel abstracto o teórico; más bien pasa entre nosotros y otras personas. Nuestras relaciones -especialmente con la gente que sentimos más cercana- son en verdad las oportunidades reales para emular la tolerancia, el compartir y el amor que son la esencia del Creador. Estas son las cualidades que nuestras relaciones nos pueden enseñar y estas son las cualidades que más debemos aprender si queremos cumplir el verdadero propósito de nuestras vidas.

Una vez que entendemos esto, vemos desde un nuevo ángulo todo lo que se lleva a cabo entre nosotros y otras personas. Enamorarnos -abriendo una gama infinita de emociones y de experiencias compartidas- se convierte en algo mucho más que sólo romántico y emocionante. En un nivel más profundo, al nivel de nuestras almas, nosotros estamos cambiando y creciendo. Estamos literalmente acercándonos a Dios, y al hacerlo estamos creando una apertura para la satisfacción que eso trae.
No sólo son los momentos felices que compartimos los que traen esta transformación, sino también los momentos difíciles o los puntos de conflictos; todas son oportunidades para traer cambios positivos.
De hecho, los momentos más difíciles que compartimos con alguien son las verdaderas oportunidades que esa relación nos da. Lo que vemos como un problema en verdad es un regalo: una oportunidad de eliminar un obstáculo interno que está entre nosotros y la felicidad ilimitada que es nuestro verdadero destino.
Muy a menudo, nos enfocamos en encontrar esa ‘persona correcta’, de alguna manera encontrar ese ser humano que es uno en un millón, que cabe exactamente dentro de nuestra idea de lo que esperamos y necesitamos. Sin embargo, la Kabbalah enseña que esto es enfocarnos en el área incorrecta. Convertirnos en la persona correcta -no encontrarla- es la verdadera clave para tener buenas y amorosas relaciones. Lo que es más, las dificultades y desacuerdos son sin excepción oportunidades para que nosotros nos podamos convertir en esa persona: tomar completa responsabilidad, tanto a nivel práctico de cómo manejar conflictos, y en el nivel de cómo vemos nuestras vidas como un todo. Cuando apartamos nuestro enfoque de la necesidad de «ganar» y lo dirigimos a ayudar a los que queremos -especialmente cuando estamos enojados- el enojo se disipa inmediatamente. Esto no es un milagro; simplemente es como funcionan las cosas a nivel de energías positivas y negativas. Al igual que la oscuridad no puede coexistir con la luz, el conflicto no puede existir cuando tienes la intención verdadera de ayudar y compartir con los demás.
Si sigues experimentando los mismos problemas en tus relaciones una y otra vez, es porque no has visto de donde es que se origina el verdadero problema. Sigues esperando que otros cambien sin realmente corregir los aspectos de ti mismo que necesitan transformarse. Hacer esta corrección es un aspecto fundamental de nuestro trabajo espiritual. Hasta hay una palabra en hebreo para esto: tikún. Completar tu tikún es la razón por la cual tu alma está aquí en esta vida.
De hecho, los kabbalistas explican que las almas vienen a este mundo muchas veces para conseguir la corrección espiritual, y seguirán viniendo hasta que finalmente logren la corrección completa. Tus relaciones más cercanas son el lugar donde tu tikún puede completarse verdaderamente, donde no sólo encuentras a la persona que buscabas, sino que literalmente te transformas en la persona que estabas destinada a ser.

Dios creó el mundo, Dios hizo que existiéramos. Pero ahora nuestra tarea es la de convertirnos en causa bajo nuestro propio mérito: emular la esencia de compartir del Creador y de esta forma recibir la satisfacción que el Creador desea y tiene destinada para nosotros. Este es el conocimiento y la sabiduría que nuestras relaciones nos vienen a enseñar. Y esto es a lo que debemos abrir nuestros corazones a aprender.
 Sabiduría de la Kabbalah


viernes, 18 de enero de 2013

LA GRACIA

Buena voluntad frente a obstinación


La Gracia no es algo que sea posible manipular para que esté presente. Si intentamos forzarla, aunque sea mediante la utilización de técnicas respetuosas como la oración y las afirmaciones, no aparecerá. La Gracia no acontece a través de nuestra obstinación sino a través de la buena voluntad.

 Cuando intentamos conseguir que pase algo -no importa lo que sea-, nos percibimos como seres necesitados o con estados carenciales, y sentimos que, si no logramos lo que queremos, no seremos felices. Esta actitud nos garantiza la desdicha, ya que siempre que condicionamos nuestra felicidad a la consecución de alguna cosa o la buscamos en el futuro, nos sentimos decepcionados.
 
Por el contrario, cuando somos felices sin exigir un determinado resultado en el futuro, no establecemos las condiciones para sentimos decepciona­dos, y cuando aquello que nos gustaría que pasara no sucede, sabemos que encontraremos nuestra felicidad en «lo que es». Nos sentimos felices de actuar de este modo, porque forma parte de nuestra práctica espiritual.

Invertimos nuestra energía principalmente en trabajar el presente, en lo que ya existe en nuestras vidas. Y lo hacemos liberando nuestras ataduras -positivas o negativas-, con respecto a lo que ocurrió en el pasado y permaneciendo abiertos a las posibilidades que nos brinda el futuro. Estar abierto significa que quizá tengamos algunas ideas sobre cómo nos gustaría que fuese el futuro, aunque esta­mos dispuestos a mantenernos en él sea como sea.

Descubrimos que no siempre sabemos lo que es mejor para nosotros, por lo que cuando pedimos lo que queremos, incluimos las siguientes palabras en nuestra petición: «Si es para el mayor bien de todos los involucrados». Lo que este acto de humildad expresa es: «Sé que el universo hará lo más apropiado».

Cuando ocurre algo que a mi entender no es apropiado, me siento infeliz o me cuestiono mis percepciones y aprendo a ver las cosas de otra manera. Escojo entre sentirme desilusionado, rechazado y castigado o aceptar el desafío para aprender y crecer.

Cuando sé que todo lo que me sucede en la vida es perfecto, aunque en ese momento no sepa todavía cómo, encuentro la paz absoluta. Por eso mismo, debo hacer de la aceptación una práctica espiritual constante.
 
Buena parte del pensamiento mágico, envuelto en una vestidura espiritual, no es ni espiritual ni mágico. Acostumbra a colocar el carro delante del caballo. Dice: «Seré feliz si... pasa esto y lo otro». Lo que enfatiza es siempre «esto y lo otro» y no en ser feliz ahora. Cuando puedo ser feliz ahora, «esto y lo otro» ya no vienen al caso.

Estar presente y aceptar cada momento es la base de toda práctica espiritual genuina. No importa que sea cristiana, budista, judía, hindú o musulmana. La felicidad del momento, la aceptación del momento y el amor del momento, junto con la paz y la amabilidad, son los frutos de nuestra práctica espiritual.

Sin embargo, el dictamen de ego y del mundo es: «Sería feliz ahora si pudiese tener ..............................». Tú mismo puedes completar la frase. Frente a este dictamen, la voz del Espíritu pregunta: -«¿Por qué no ser felices ahora y confiar en que la Realidad se revelará como sólo ella sabe hacerlo?».

Cuando oímos la voz del Espíritu, aprendemos a poner el caballo delante para que pueda tirar del carro.
Cuando estamos contentos entramos inmediatamente dentro del plan divino que sólo pretende nuestra felicidad y la de los demás.

Paul Ferrini

jueves, 17 de enero de 2013

Amor, Ego y el Motivo de la Vida

 



AMOR..EL MOTIVO DE TU VIDA ...Desde donde lo mires vuelves al mismo lugar; todo lo que deseamos en esta vida es amor, amor divino, un amor ideal. El propósito en la vi­da es que brote y florezca ese amor ideal.
 
Ahora, la pregunta es, ¿cómo llegar a alcanzarlo? ¿Cómo conseguir ese amor y descubrir qué es lo que obstruye el camino para obtener ese amor en esta vida? Hay que darse cuenta que el obstáculo que impide obtener ese amor inocente es nuestro ego.
¿Qué es el ego? El ego es como un sueño. Un sueño existe hasta que no existe más. No se puede decir que un sueño es real pero tampoco se puede decir que es irreal porque has experimentado el sueño. El ego simplemente no es natural.
Si el ego no es natural, ¿por qué todos los humanos tienen ego? Tenemos ego porque, de alguna manera, es necesario para nuestro crecimiento.
Una semilla tiene una cubierta o una cáscara, cuando se la sumerge en agua la semilla germina y la cáscara cae. Del mismo modo, el ego es una innaturalidad necesaria que se desarrolla en nosotros entre los dos y los tres años. Antes, estamos en un completo estado de dicha y amor inocente. Luego el ego se desarrolla como una cáscara. Lo que el Conocimiento hace es quitarnos este caparazón y hacernos niños naturales, simples e inocentes una vez más. Cuando uno es natural, simple e inocente, no hay ego.
El ego no es una sustancia, es insustancial como la os­curidad. La oscuridad es sólo ausencia de luz. No existe ninguna sustancia conocida como ego. Se podría decir que ego es simplemente falta de madurez o falta de Conocimiento puro.
¿Cómo se puede eliminar el ego?
Me­diante la auto-observación y comprendiéndose mejor y profundizando en nuestro Ser a través de la meditación.
En los Bhakti Sutras (un texto espiritual escrito miles de años atrás por el sabio Narada), se encuentra una frase, un sutra que dice: "El Conocimiento es una de las ayudas para descubrir la naturalidad". El Conocimiento parcial pone al ego en primer lugar. Cuando el conocimiento es total, cuando el conocimiento ha madurado, el ego simplemente desaparece y emerge la sencillez. El ego no es más que ausencia de desarrollo, una falta total de comprensión. Esto no quiere decir que no debería haber existido desde un principio. El ego ha sido necesario, pero ahora puedes abandonarlo.
La gente envejece pero su edad mental, su madurez, se estanca en determinados momentos de la vida. Algunos se quedan estancados en la década de los treinta, otros se quedan en la década de los veinte y algunos hasta en la adolescencia. Sus pensamientos, sus deseos, todo es visto únicamente desde el prisma de esa época, con ese nivel de madurez. Y no hay mucha toma de conciencia, despertar o evolución.
El Conocimiento es una ayuda para desarrollar la par­te más íntima nuestra, que es el amor. En tu interior eres amor. Todos estamos hechos de una sustancia llamada amor.
 
¿Por qué entonces tenemos tantos problemas? Porque el ego está cubriendo nuestra esencia, ese amor, al igual que la semilla está cubierta por la cáscara. Para destapar el ego podemos hacer yoga, meditación y ejercicios de respiración.
Cuando alcanzas este conocimiento de la vida, ¿de qué te habrías de preocupar? ¿Por qué ponerse ansioso por una pareja o un hecho cualquiera? Simplemente mira hacia atrás y ve cuántas veces tuviste el mismo tipo de con­ducta. Nos preocupábamos por esto y por aquello y la preocupación continúa. Cuando tomas conciencia pue­des observar la vida profundamente, te vuelves muy na­tural, simple e inocente y mantienes una gran sonrisa.
 
¿Y por qué la gente comete errores si está llena de amor? Los errores ocurren debido al estrés, las exigencias, la tensión y la ignorancia. Esta ignorancia es lo que llamamos ego, esta oscuridad que no es una sustancia. Cuando llega la luz, la oscuridad simplemente se esfuma.
El propósito del saber, el propósito de cada civiliza­ción, es facilitar la apertura hacia el amor. Algunas personas creen que el Conocimiento es suficiente para al­canzar el amor. A través del entendimiento y a través de la meditación, uno cruza estas barreras y se vuelve simple, natural e inocente y esto te conduce al amor. Otros opinan que sólo cuando llega el amor, llega el Conoci­miento total. Ambas opiniones son válidas porque son interdependientes.
Cuando uno ama realmente algo, quiere saber más sobre ello. Si te amas a ti mismo, quieres saber más de ti, quieres profundizar. Desear saber más sobre lo que uno ama es muy natural. Y cuando logras el conocimiento de algo en su totalidad, seguramente lo amarás. Hay un dicho en inglés: "La familiaridad trae desdén o falta de respeto". Puede ser, porque si sólo tienes familiaridad con algo no tienes conocimiento total. Si sientes que las personas son sólo simples conocidos tuyos, podrías menospreciarles pero si conoces a alguien perfectamente, si conoces algo perfectamente bien surge el amor, porque en la profundidad de todo hay amor. El amor es el núcleo de toda la existencia. Por eso Jesús dijo: "El Amor es Dios". El amor es omnisciente y permea todo, como Dios. Jesús nos dio el sinónimo: “El Amor es Dios”. La Divinidad está en todas partes. Hay un solo amor que también se manifiesta como miedo, odio, enojo; como todas las diferentes emociones.
En todas nuestras relaciones o nuestras negociaciones sólo pueden haber dos perspectivas: o hay amor o hay indiferencia. No existe una tercera perspectiva. Cuando hay indiferencia no hay enojo, ni odio, ni miedo. Estas y otras emociones similares son una forma distorsionada del amor. Vemos cómo todo esto ocurre en la vida.
El amor se distorsiona debido a la falta de Conocimiento. El Conocimiento ayuda a que el amor florezca y el amor a su vez trae el Conocimiento completo.
 
Sri Sri Ravi Shankar

lunes, 14 de enero de 2013

El Poder de Nuestros Actos


Cuando reaccionamos contra la forma que la vida adopta en este momento, cuando tratamos al Ahora no como un medio, un obstáculo o un enemigo, fortalecemos nuestra propia identidad en la forma: el ego. De allí la reactividad del ego. ¿Qué es reactividad? Es la adicción a la reacción. Mientras má reactivos somos, más nos enredamos con la forma. Mientras má identificados con la forma, má fuerte es el ego. Entonces nuestro Ser a duras penas logra proyectar su luminosidad a travé de la forma. E.Tolle

 
 
 
 
 
 
LA INMUTABILIDAD ANTE LOS SUCESOS
J. Krishnamurti, el gran filósofo y maestro espiritual de la India, viajó casi continuamente por el mundo entero durante más de 50 años para tratar de comunicar a través de las palabras (que son contenido) aquello que está más allá de las palabras y del contenido. Durante una de sus últimas conferencias,
sorprendió al público preguntando, "¿desean conocer mi secreto?" Todo el mundo quedóen vilo. Muchas de las personas habín acudido a sus conferencias durante 20 o 30 añs sin lograr comprender la esencia de su enseñnza. Finalmente, despué de todos esos años, el maestro estaba a punto de revelarles la clave.
"Mi secreto es el siguiente", dijo, "no me importa lo que pueda suceder".
No dijo nada más, de manera que pienso que la mayoría de las personas presentes quedaron más confundidas que antes. Sin embargo, las implicaciones de esa frase son profundas. ¿Qué implica no inmutarse ante las cosas que puedan suceder? Implica estar internamente alineados con lo que sucede.


"Lo que sucede" se refiere al carácter del momento presente, el cual es siempre como es. Se refiere al contenido, a la forma adoptada por el momento presente, el cual es el único que puede existir.

Estar en consonancia con lo que es significa estar en una relación con las cosas que suceden en la cual no hay resistencia interior. Significa no calificar mentalmente los sucesos como buenos o malos sino dejar que las cosas sean. ¿Significa eso que no debemos hacer nada por generar cambios en nuestra vida? Todo lo contrario. Cuando la base para toda la acción  es la consonancia interior con el momento presente, la inteligencia de la Vida misma imprime poder a nuestros actos.
 
 Eckhart Tolle (Libro: Una nueva Tierra)

viernes, 11 de enero de 2013

EGO Y LOS TRES "TU"


El ego es un iceberg. Fúndelo. Fúndelo en las profundidades

del amor para que desaparezca y tú pases a formar

parte del océano.

 
El ego es justo lo contrario de tu verdadero ser. El ego no eres tú, sino el engaño creado por la sociedad para que te entretengas con esa baratija y no te plantees preguntas sobre lo verdadero. Por eso insisto tanto en que, a menos que te liberes del ego, jamás llegarás a conocerte.
Naciste con tu auténtico ser. Después empezaron a crearte un falso ser: eres cristiano, eres católico, blanco, alemán, perteneces a la raza elegida por Dios, estás destinado a dominar el mundo, etcétera. Crean una falsa idea de quién eres. Te ponen nombre y en torno a ese nombre crean ambiciones, condicionamientos.

Y poco a poco —porque lleva casi una tercera parte de la vida— actúan sobre el ego en el colegio, en la iglesia, en el instituto, en la universidad... Cuando acabas la universidad has olvidado por completo tu ser inocente. Eres un gran ego que ha superado la universidad con matrícula de honor y está preparado para salir al mundo.

Ese ego tiene toda clase de deseos y ambiciones, y quiere estar siempre por encima de todo. Ese ego se aprovecha de ti y no permite ni que vislumbres tu auténtico ser, cuando tu vida está precisamente ahí, en la autenticidad. De ahí que el ego solo produzca tristeza, sufrimiento, lucha, frustración, locura, suicidios, asesinatos... toda clase de crímenes.
Quien va en pos de la verdad tiene que empezar por este punto: descartar cuanto la sociedad le ha dicho que es. Tú no eres eso, porque nadie sino tú puede saber quién eres; ni tus padres, ni tus profesores, ni los sacerdotes. Salvo tú mismo, nadie puede penetrar en la intimidad de tu ser, nadie sabe nada de ti, y todo lo que han dicho sobre ti es falso.
Déjalo a un lado. Desmantela todo ese ego. Al destruir el ego, descubrirás tu ser, y ese descubrimiento es el mayor que se puede dar, porque supone el inicio de una nueva peregrinación hacia la felicidad absoluta, hacia la vida eterna.
Se puede elegir, entre la frustración, el sufrimiento, la tristeza, seguir aferrándose al ego y alimentándolo, o la paz, el silencio y la felicidad; pero para eso hay que recobrar la inocencia.
 
El «yo» quiere crecer, fortalecerse; quiere esto, lo otro. Quiere elevarse cada vez más en el mundo de las jerarquías, siente el imperativo de conquistar más y más territorios.
Si alguien tiene un «yo» mayor que el tuyo, te crea un complejo de inferioridad. Haces todos los esfuerzos posibles por demostrar que «yo soy superior a ti», «yo soy más santo que tú», «yo soy más grande que tú». Dedicas tu vida entera a algo absurdo, que ni siquiera existe. Inicias un sendero de sueños, y seguirás avanzando por él, haciendo crecer tu «yo» cada día más, lo que te creará la mayor parte de tus problemas.
 Para sobrevivir y para luchar por sobrevivir en la batalla de la vida, todos necesitan cierta noción de quiénes son. Y nadie tiene ni idea. En realidad, nadie puede tenerla, porque en lo más profundo somos un misterio. No podemos tener ninguna idea al respecto. En lo más profundo, no somos individuos, sino universales
 
VAYAS A DONDE VAYAS SERÁS TÚ MISMO, EN EL CIELO O EN EL HIMALAYA. No puedes ser de otra manera. El mundo no está fuera de ti; tú eres el mundo, de modo que vayas a donde vayas llevarás el mundo contigo.
El verdadero cambio que se tiene que producir no es de lugar, no tiene que producirse fuera, sino dentro. ¿A qué me refiero con el verdadero cambio? No me refiero a que tengas que mejorar, porque mejorar es otra mentira.
Mejorar significa que continuarás puliendo tu personalidad. Puede llegar a ser maravillosa, pero recuerda que, cuanto más maravillosa, más peligrosa, porque más difícil te resultará desprenderte de ella.
Por eso a veces un pecador se transforma en santo, pero las personas respetables nunca se transforman. No pueden, porque tienen una personalidad muy valiosa, con muchos adornos, muy pulida, y han invertido mucho en esa personalidad; su vida entera ha sido una especie de continua pulimentación. Les costaría demasiado abandonar esa maravillosa personalidad. Un pecador sí puede hacerlo, porque no ha invertido nada en ella. Aun más; está harto de ella, de tan fea como es. Pero ¿cómo podría desprenderse tan fácilmente una persona respetable, con tantas recompensas como le ha dado, con tantos beneficios como le ha reportado? Con ella ha ganado respetabilidad, le ha hecho ascender, va a llegar al culmen del éxito. Le resulta muy difícil dejar de ascender por los peldaños del éxito. Es una escalera sin fin, por la que se puede subir eternamente.
No se trata de mejorar, porque con mejorar solo se consigue aumentar la mentira. Mejorará la personalidad, se pulirá más, se hará más sutil, más valiosa, pero eso no equivale a la transformación.
La transformación no se produce mejorando la personalidad, sino abandonándola.
La mentira no puede convertirse en la verdad. No hay forma alguna de mejorar la mentira para que se convierta en la verdad. Siempre seguirá siendo la mentira. Parecerá cada día más la verdad, pero seguirá siendo la mentira. Y cuanto más verdad parezca, más te absorberá, más arraigará en ti. La mentira puede parecer hasta tal punto la verdad que es posible olvidarse de que en realidad es mentira.
La mentira te dice: «Ve en busca de la verdad. Mejora tu carácter, tu personalidad. Busca la verdad, transfórmate en esto, transfórmate en lo otro». La mentira no para de ofrecerte nuevas actividades: haz esto, y todo irá bien y serás feliz para siempre. Haz esto, haz lo otro. ¿Que esto falla? No importa; tengo otros planes para ti. La mentira no para de ofrecerte planes, y tú sigues esos planes, malgastando tu vida.
  En realidad, la búsqueda de la verdad también procede de la mentira. Resulta difícil de comprender, pero es algo que hay que comprender. La búsqueda de la verdad deriva de la propia mentira. Es la forma de protegerse que tiene la mentira; si incluso te ofrece la búsqueda de la verdad, ¿cómo puedes sentirte a disgusto con tu personalidad? ¿Y cómo puedes decir que es mentira? Te empuja, te arrastra a ir en busca de la verdad.
Pero la búsqueda significa ir a otro sitio, mientras que la verdad está aquí y la mentira te impulsa a ir allá. La verdad dice «ahora», y la mentira «entonces» y «allí». La mentira siempre se refiere al pasado o al futuro, nunca al presente. Y la verdad es el presente, este mismo momento, ahora mismo.
De modo que el primer «tú» es la mentira, la actuación, la pseudopersonalidad que te rodea, la cara que ofreces a la galería, la falsedad. Es un engaño. La sociedad te lo ha impuesto y tú has colaborado en ello. Tienes que dejar de colaborar con esa mentira de la sociedad, porque solo cuando te quedas al desnudo eres tú mismo. Todos los ropajes son un invento social. Todas las ideas y las identidades que crees poseer son un invento social, algo que te han creado los demás. Y tienen sus motivos para hacerlo. De esta forma se aprovechan de ti sutilmente. Te explotan.
La auténtica explotación no tiene un carácter económico ni político; la auténtica explotación es la psicológica. Esa es la razón por la que todas las revoluciones han fracasado. ¿Cuál es esa razón? Que no han indagado en la explotación más profunda, la psicológica. Solo intentan cambiar lo superficial. Si una sociedad capitalista se vuelve comunista, no hay ninguna diferencia. Si una democracia se convierte en dictadura, o si una sociedad dictatorial se hace democrática, da igual: no existe ninguna diferencia. Son cambios superficiales, un blanqueado, pero en lo más profundo la estructura sigue siendo la misma.
¿En qué consiste la explotación psicológica? La explotación psicológica consiste en no permitir que nadie sea uno mismo, que nadie sea aceptado tal y como es, que no se respete a nadie. ¿Cómo respetar a las personas si no las aceptamos como son? Si les impones cosas y después las respetas, lo que respetas son tus propias imposiciones. No respetas a las personas como son, no respetas su desnudez, ni su espontaneidad, no respetas sus sonrisas y sus lágrimas de verdad. Solo respetas el fingimiento, las pretensiones. Lo que respetas es la actuación.
Tienes que abandonar por completo este primer tú. Freud contribuyó en gran medida a que la humanidad tomara consciencia de la falsedad de la personalidad, de la mente consciente. Su revolución es mucho más profunda que la de Marx, su revolución es mucho más profunda que ninguna otra. Profundiza mucho, pero no se extiende lo suficiente.
Llega al segundo tú, al tú reprimido, instintivo, inconsciente. Se trata de todo lo que la sociedad no ha permitido, de todo lo que la sociedad ha metido a la fuerza en tu ser y allí lo tiene encerrado. Solo aparece en tus sueños, en metáforas, o cuando estás borracho, cuando no tienes control sobre ti mismo. El resto del tiempo está lejos de ti, y es más auténtico, no es falso.
Freud hizo mucho para que el hombre tomara consciencia de ello, y las psicologías humanistas y sobre todo los grupos de encuentro, de desarrollo personal y similares han contribuido enormemente a que se tome consciencia de todo lo que grita en nuestro interior, de lo que ha sido reprimido, aplastado. Y en eso consiste la parte vital. Esa es la vida real, la vida natural. Las religiones la han condenado, calificándola de parte animal, la han condenado al considerarla el origen del pecado. No es el origen del pecado, sino de la vida, y no es inferior a lo consciente. Es más profunda que lo consciente, sin duda, pero no inferior.
Y no hay nada de malo en lo animal. Los animales son hermosos, como los árboles. Viven desnudos, con sencillez. Aún no los han destruido los sacerdotes y los políticos, aún forman parte de Dios. Solo el ser humano se ha extraviado. El hombre es el único animal anormal sobre la faz de la tierra, mientras que los demás animales son normales. De ahí su alegría, su belleza, su salud, de ahí su vitalidad. ¿No os habéis fijado? ¿No habéis sentido envidia al ver un pájaro en pleno vuelo? ¿Cuando un ciervo corre a toda velocidad por el bosque? ¿No habéis sentido envidia de esa vitalidad, de la pura alegría de la energía?
Y con los niños... ¿no habéis sentido envidia de los niños? Quizá por la envidia condenáis el infantilismo, una y otra vez. Cuánta razón tiene Montague al afirmar que en lugar de decir: «No seas infantil» deberíamos empezar a decir: «No seas adultil». Tiene toda la razón del mundo, y yo estoy de acuerdo con él.
Un niño es hermoso, mientras que un adulto es la fealdad misma. El adulto deja de fluir, se bloquea. Se queda inmóvil, como muerto. Pierde brío, pierde entusiasmo; se limita a arrastrarse. Se aburre, no tiene sentido del misterio. Nunca se sorprende de nada, porque ha olvidado el lenguaje del asombro. Para él ya no existe el misterio. Dispone de muchas explicaciones, pero el misterio ya no existe para él. Por consiguiente, ha perdido la poesía, la danza y todo lo que da significado a la vida, todo lo que aporta el sabor de la vida.
Este segundo «tú» es mucho más valioso que el primero, y precisamente por eso me opongo a todas las religiones, a todos los sacerdotes, porque se aferran al primero, al más superficial. Vayamos al segundo, pero el segundo tampoco supone el final, y ahí es donde Freud se queda corto. Como también se queda corta la psicología humanista: si bien profundiza un poco más que Freud, no profundiza lo suficiente como para llegar al tercer «tú».
En ti existe un tercer «tú», el tú auténtico, la cara verdadera, que sobrepasa los «túes» primero y segundo. Lo trascendental, la «budidad», la consciencia pura, sin fisuras, sin divisiones.
El primer tú tiene un carácter social; el segundo, natural; el tercero, divino.
Y un momento: no digo que el primero no resulte útil. Si existe el tercero, el primero se puede emplear. Si existe el tercero, también se puede emplear el segundo, pero siempre y cuando exista el tercero. Si el centro funciona, también irá bien la periferia, porque la circunferencia estará en su sitio, pero si solo tenemos el centro, sin la circunferencia, todo acabará en una especie de muerte.
Eso es lo que ha ocurrido con el ser humano. Por eso tantos pensadores occidentales sostienen que la vida carece de sentido. No es así. Solo se debe a que se ha perdido el contacto con el origen del sentido, del significado.
Es como si un árbol perdiera el contacto con sus raíces. Entonces no habría flores, empezaría a desaparecer el follaje, se caerían las hojas y no brotarían hojas nuevas. Y entonces la savia deja de fluir, deja de existir la vida. El árbol se muere.
Y entonces el árbol puede empezar a filosofar, a ponerse en plan existencialista, como Sartre, por ejemplo, y ponerse a decir que ya no hay flores en la vida. Que la vida no tiene flores, que ha desaparecido la fragancia, que ya no hay pájaros... Y el árbol incluso puede empezar a decir que siempre ha sido así y que en la antigüedad se engañaban pensando que había flores, que eran puras imaginaciones. «Siempre ha sido así, la primavera nunca ha llegado, son fantasías de la gente. Son fantasías de los budas... que si crecen las flores, que si reina la alegría y sale el sol y aparecen los pájaros... No hay nada. Todo es oscuridad, todo es fortuito y nada tiene sentido.» El árbol podría decir esto.
Y la verdad no es que nada tenga sentido, que ya no haya flores, que las flores no existan, que la fragancia sea pura imaginación, sino sencillamente que el árbol ha perdido contacto con sus propias raíces.
A menos que eches raíces en la «budidad», no florecerás, no cantarás, no sabrás en qué consiste una fiesta. ¿Y cómo se puede conocer a Dios si no se sabe lo que es festejar? Si os habéis olvidado de bailar, ¿cómo vais a orar? Si os habéis olvidado de cantar y de amar, Dios ha muerto. Esto no significa que Dios esté muerto, sino que está muerto en vosotros, en ti. Tu árbol se ha secado, ha desaparecido la savia. Tendrás que volver a encontrar raíces. ¿Y dónde encontrar esas raíces? Hay que encontrarlas aquí y ahora.
 
OSHO

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