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miércoles, 20 de enero de 2010

Autoconocimiento-un camino con corazón



Autoconocimiento, un camino con corazón
Flor: Scleranthus
 
¿Qué podría ser más importante y a la vez más fascinante, que responder a las peguntas esenciales?


Esenciales son las preguntas que como humanidad, nos hemos formulado en todas las épocas y en todas las culturas.
¿Cuál es el propósito de la vida?
¿Se acaba la vida con la muerte, o existe algo más allá?
¿Existe Dios? Si existe…
¿Es posible conocerle?
¿Cuál es la naturaleza del mal?
¿Existen el cielo y el infierno?
¿Qué es el amor?
¿Existe el alma?
¿Cuál es su esencia?
¿Cómo manifestarla? Serían algunas de ellas…..

Todas tienen respuesta. Para alcanzarlas hay un camino. Ese camino es conocerse. Veamos en este primer capítulo del libro los estadios de ese camino:

“Nosce te ipsum”, que literalmente traducido significa “Conócete a ti mismo” es el mandamiento que preside el templo de Delfos. Este mandamiento asociado en su origen al pensamiento griego – Platón, Sócrates, Sófocles, Aristóteles y Homero - es en realidad el hilo conductor del pensamiento profundo en la antigüedad de todas las culturas. Lo encontramos en los Vedas, la Cabalah, en Confucio y Lao Tsé; en Cristo, en Buda “Se una lámpara sobre tus propios pies”, y en San Agustín que lo reformula con gran belleza diciendo que el fin de la vida es “noverim te, noverim me” conocerte y conocerme.
Su universalidad no se refiere sólo a la antigüedad, muy por el contrario reaparece intacto en el núcleo mismo de la ciencia de vanguardia. La física cuántica postula y demuestra, que el observador, el campo de observación y lo observado están unidos, y que la intención del observador, (su actitud, sus creencias) modifica la realidad. En otras palabras lo que la cuántica afirma, es que si el observador desea conectar con la realidad, debe conocer primero la lente a través de la cual la mira: él mismo.
Si un único pensamiento es el núcleo de todas las tradiciones espirituales, las filosofías perdurables, y es a la vez el corazón mismo del pensamiento más avanzado de la ciencia, merece que lo consideremos seriamente. Si además de ello tenemos la experiencia viva de que nuestra actitud como observadores, cambia el mundo que observamos, nada puede ser tan importante en nuestras vidas como adueñarnos de nuestra forma de mirar.


Una joven estaba aguardando su vuelo en un gran aeropuerto. Anunciaron retraso, de modo que debería esperar un largo rato. Se alegró de haber traído consigo su libro, decidió comprar sus galletitas preferidas, e instalarse a leer. Encontró una zona desocupada de asientos mullidos, y se instaló cómodamente. Al rato, asiento de por medio, se ubicó un hombre que también esperaba y leía. Entre ellos quedaron las galletitas.
Cuando ella tomó la primera, el desconocido también tomó una.
Ella se sintió indignada, pero no musitió palabra. Interiormente se dijo: "¡Qué descarado; si yo no fuera toda una dama le pondría en ridículo ante todos, para que nunca más se olvide!".
Cada vez que ella tomaba una galletita, el hombre también tomaba una.
Aquello la indignaba tanto, que perdió la concentración en la lectura. Aunque el descaro y la falta de educación del viajero de su izquierda ocupaban todos sus pensamientos, no conseguía reaccionar. Decidió ponerle a prueba y seguir comiendo de tanto en cuanto, una de sus galletitas.
Cuando quedaba apenas una, pensó ¿qué hará ahora este abusador? Y cuidándose muy bien de cogerla aguardó.
El hombre dividió la última galletita y dejó una mitad para ella.
¡Ah! ¡No! ¡Aquello le pareció demasiado! ¡Se puso a bufar de la rabia! Cerró su libro, con modales bruscos recogió sus cosas, y se dirigió al sector del embarque.
Cuando se sentó en el interior del avión, miró dentro del bolso y para su sorpresa, allí estaba su paquete de galletitas... intacto, cerradito.
Verlo, causó otro torbellino de emociones. Primero una profunda vergüenza, de inmediato arrepentimiento, luego un poderoso deseo de verle, de disculparse…
Sintió que ese desconocido a quien interiormente había criticado de forma tan dura, era después de todo, alguien más cordial, más generoso e infinitamente más tolerante que ella misma. Él había compartido sus galletas sin sentirse invadido, robado, indignado o nervioso. No se había alterado de ninguna forma y había tenido el detalle cariñoso, de partir la última galleta por la mitad.
¿Qué cambió en el avión? Lo que introduce un cambio en la situación generando fuertes sentimientos, es constatar que hay dos mundos posibles aunque los parámetros del mundo externo se mantengan intactos. El paquete de galletitas dentro de su bolso, no se suma al otro paquete. Seguimos teniendo dos adultos que no se conocen, que no hablan, y que comparten un UNICO paquete de galletas. Lo que cambia, cambia dentro. Lo que conmociona es comprender, más allá de toda auto justificación posible, que vió lo que vió, y sintió lo que sintió, porque miró a través de su intolerancia y de su crítica.
Si él, a quien sí le estaban “robando” sus galletitas, responde ante la misma situación, de forma completamente contraria, (no ofendiéndose, no indignándose, simple y sencillamente abriéndose a compartir), el problema de ella con el mundo, no es el mundo.
¿Y nosotros? ¿Y nuestros problemas con el mundo? ¿Son del mundo? ¿Qué significa “adueñarnos” de nuestra forma de mirar?
He hecho todo lo que se esperaba de mi – decía Rodrigo en su primera visita – me licencié con excelentes calificaciones, conseguí trabajo en una empresa de prestigio, he ascendido; me he casado antes de los treinta, tengo dos hijos y sin embargo jamás me siento feliz. Tengo una sensación de vacío en la boca del estómago que sólo cesa comiendo, cesa para reaparecer con similar o peor crudeza. Mi sobrepeso me da asco, la impotencia y rabia que siento de no ser ni tan siquiera dueño de mi propio cuerpo, sólo aumentan con el tiempo.
Tengo un imán para los hombres egoístas – expresa María, llorando con esas lágrimas que conllevan dolor, pero también conllevan ira -. El padre de mi hijo mayor jamás me ha pasado su pensión, no llama, no lo ha visitado cuando ha estado hospitalizado, sólo se lo lleva de vez en cuando para alguna cosa divertida, pasa de nosotros. Por su parte, el padre de mi hija no sabe si dejarnos o quedarse. Sabe que yo me desmorono y no le importa, dice que le agobio, permite que su madre y sus hermanas nos traten como de segunda categoría. Siento que no quiere a la niña.


Flor Scleranthus:  Indecisión entre dos extremos opuestos. Es la flor que nos aporta equilibrio, la virtud que desarrolla es la Estabilidad frente a la Indecisión como defecto.



¿Elegimos? ¿Sufriríamos si eligiéramos? ¿Las elecciones reales encadenan o conducen a la libertad? Si no elegimos, respondemos a la programación; si respondemos a la programación nos repetimos, nos alejamos de nosotros, nos perdemos.
¿Cómo comenzar a elegir? Identificando y transformando los prejuicios, los automatismos, las inercias. ¿Cómo? Conociéndonos.
No vemos el mundo como es, lo vemos como somos. No es posible conocer el mundo, comprender la vida, sin conocerse. No es posible vivir una existencia armónica y significativa, sin vivir de acuerdo a las leyes de la vida. A dichas leyes no se accede por decreto, ni en un seminario de fin de semana; se accede gradualmente, paso a paso, conquista a conquista. Acceder a ellas implica entrar en contacto con niveles cada vez más profundos de verdad, y a la verdad sólo se llega de una forma: encarnándola. Si una enseñanza verdadera no transforma tu vida, o bien no era verdadera, o no la has comprendido.
¿Qué se requiere para encarnar la verdad? Se precisa valor, perseverancia y deseo ferviente de superarse. La clave por tanto está en desarrollar en nosotros, las cualidades que hacen de la senda a la verdad un camino posible. Desde el egoísmo, la pereza, el temor o la comodidad, la verdad seguirá siendo algo meramente formulado en palabras, pero infinitamente lejano a la vida.
Existen muchos niveles de verdad. Decíamos que la vida es la senda que lleva de la ignorancia a la sabiduría, comprender que hay estadios en ese proceso, e identificarlos, es tan útil como tener un mapa cuando se ha de realizar un viaje por un territorio no conocido. Cuando la graduación no se comprende se cae en una de dos actitudes:
- O bien se subraya lo oscuro y se concibe al hombre como un ser intrínsecamente egoísta y la vida como una competencia hostil, negando el alma;
- O bien se subraya la igualdad entre todos, y con buenas intenciones pero visión ingenua, se apuesta por lo bueno sin una debida comprensión del lugar que el mal ocupa y de la tarea por realizar.
La solución no está en negar el mal, ni en minimizarlo, mucho menos en odiarlo. La solución tampoco está en idealizar el bien como los niños, suponiendo que con orar a Dios pidiendo un mundo bueno, o con repetirnos “la vida es bella” será suficiente. La vida sin duda es bella, pero la belleza no es la totalidad del panorama. Dios habita en nuestros corazones,  confiriéndoles la fuerza de la más absoluta grandeza; pero Sus manos siempre serán las nuestras.
La solución sí está en dejar de adaptar la verdad a nuestra visión y comenzar a adaptar nuestra visión a la verdad. Adaptar nuestra visión a la verdad es hacer de ella algo interior, es ganar la batalla de la luz en nuestro corazón.

Fragmento del Capítulo 1 de VALORES QUE CURAN -
Isabella Di Carlo – Psicóloga

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