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jueves, 25 de febrero de 2010

Lágrimas de vino


Lágrimas de vino


La vida al igual que un buen vino, requiere de un cuidado y de un mimo muy especial, dos factores muy importantes y fundamentales para obtener un buen resultado.

Servimos en una copa imaginaria el vino de nuestra vida, mecemos con dulzura su contenido y apreciamos como, con suavidad la copa nos regala un guiño de alegría, por sus paredes descienden lentamente lágrimas de un vino cuyo cuerpo y consistencia nos agrada y reconforta.

Al percibir su aroma rememoramos momentos de nuestra historia, instantes inolvidables que le dieron carácter y consistencia a nuestro caldo.

Estos pasos previos, servir con dulzura, mecer suavemente, percibir su aroma, dan paso a un instante único y grandioso, saborear la esencia de todo aquello que ha hecho posible la caricia que, en nuestro paladar, nos transmite sensaciones que nos trasladan a otra dimensión, a un mundo de insinuación que nos relaja y agrada.

La magia del vino, la magia de la vida, radica en la pasión, el entusiasmo, la ilusión y la alegría con la que hayamos fermentado nuestros sueños, pues son estos últimos los que nos hacen progresar, avanzar y mejorar.

Al brindar nuestra copa con otras semejantes, se genera un sonido muy especial que enriquece este momento, un sonido que culmina con el sentir del propio brindis, compartir sinceramente un buen rato, instantes que guardamos en nuestra memoria bajo el corcho de la amistad.

La historia que encierre cada una de nuestras botellas hará especial su contenido, dulces, amargos, vigorosos, suaves, sensuales o agrios, tornaran nuestro sentir en agradables expresiones o en inesperados regaños que reflejarán su evidencia en aquellas lágrimas de vino.
José Julio Cerezo

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