Bondad
“¿Bondad?.
Quizás nos parezca absurdo plantearnos siquiera este tema. Nuestro
mundo está lleno de violencia, guerras, terrorismo y desvastación. Pero
la vida continúa porque nos comportamos con bondad unos con otros. Pero
no nos ufanamos de ello. Ningún periódico publicará mañana la noticia
de una madre que le leyò a su hijo un cuento para que se durmiera, o de
un padre que le preparó el desayuno a su hija, o de alguien que nos ha
escuchado con atención, de un amigo que nos ha animado, de un extraño
que nos ha ayudado a acarrear la maleta. Pero si nos detenemos a
reflexionar en ello, hallamos bondad en nuestra andadura cotidiana.”
“La
bondad está ligada a lo más tierno e íntimo que llevamos en nuestro
interior. Es un aspecto de nuestra naturaleza que con frecuencia no
expresamos plenamente, porque tememos que si revelamos esta faceta
vulnerable de nuestro ser nos pueden hacer sufrir, ofender, ridiculizar
o manipularnos. Pero en realidad comprobamos que cuando no la
expresamos es cuando sufrimos. Y que al tocar ese núcleo de ternura,
nuestro mundo afectivo se enriquece y estamos abiertos a innumerables
posibilidades de cambio.
Esta tarea no siempre es sencilla. Con frecuencia la cultura en la que vivimos nos coarta. Esto se debe a que todos nos hallamos inmersos en un “enfriamiento global”. Las relaciones humanas se han vuelto más frías. Las comunicaciones son más apresuradas e impersonales, Los valores como la rentabilidad y la eficacia han asumido una mayor importancia, a costa del auténtico calor y la presencia humana. Los afectos familiares y los lazos de amistad se resienten y son menos duraderos. Los signos proliferan, y son especialmente visibles cuando nos afectan de forma personal, en las pequeñas catástrofes de la vida cotidiana.”
Esta tarea no siempre es sencilla. Con frecuencia la cultura en la que vivimos nos coarta. Esto se debe a que todos nos hallamos inmersos en un “enfriamiento global”. Las relaciones humanas se han vuelto más frías. Las comunicaciones son más apresuradas e impersonales, Los valores como la rentabilidad y la eficacia han asumido una mayor importancia, a costa del auténtico calor y la presencia humana. Los afectos familiares y los lazos de amistad se resienten y son menos duraderos. Los signos proliferan, y son especialmente visibles cuando nos afectan de forma personal, en las pequeñas catástrofes de la vida cotidiana.”
Dos ejemplos bien distintos:
“Cada noche Dorothea, oye a la niña pequeña de sus vecinos llorar en el apartamento contiguo al suyo. Los padres la acuestan sola en la oscuridad, La niña llora largo rato, mientras los padres miran la televisión. Su llanto desesperado expresa angustia, soledad. ¿Qué debería hacer? No está segura. Si habla con los padres quizás empeore la situación. Por fin decide cantar. Al igual que ella la niña puede oírla. Cada noche, Dorotha le canta unas dulces nanas, le habla a través de los delgados tabiques, la tranquiliza, la consuela. La pequeña escucha la voz invisible pero amiga, deja de llorar y se duerme plácidamente. El calor de la voz de la extraña la ha salvado de su gélida soledad”.
“Al igual que el calor pone de realce nuestra
personalidad y hace que nos sintamos especiales e indispensables, la
frialdad puede convertirnos en unas sombras sin nombre. En cierta
ocasión tuve que ir al dermatólogo. No vi sólo a un médico sino a un
equipo de especialistas. Uno de ellos, una mujer, me examinó el pie
durante largo rato con una lupa, sin decir una palabra. Al término de
la consulta, cuando me disponía a marcharme, y después que la doctora
terminara de escribir sus notas, alzó la cabeza y al verme allí exclamó
sobresaltada: “¿Quién es usted? ¿Qué hace aquí?.
No se había percatado que yo era el dueño del pie que había estado examinando. Para la doctora yo era simplemente una imagen que debía ser analizada con lupa. En ese momento me vio por primera vez como una persona en su totalidad, pero para ella tenía más sentido cuando era sólo un pie sin un nombre y una voz. Eso es el anonimato”.
No se había percatado que yo era el dueño del pie que había estado examinando. Para la doctora yo era simplemente una imagen que debía ser analizada con lupa. En ese momento me vio por primera vez como una persona en su totalidad, pero para ella tenía más sentido cuando era sólo un pie sin un nombre y una voz. Eso es el anonimato”.
“El calor deja de ser
un hecho biológico para convertirse en una metáfora. Es una cualidad
que vemos en los ojos de una persona, que oímos en su voz, que intuimos
por la forma en que nos saluda. Esta cualidad física y otrora inmediata
_ cuando nos sostenían en brazos y nos alimentaban_ se ha convertido
ahora en algo más infrecuente, aunque no menos real y deseado que se
halla en la base misma de la bondad.”
Extraído de “El poder de la bondad” de Piero Ferruccci.
2 comentarios:
Hola Graciela, gracias por colocar el nombre de mi blog en la entrada, porque si bien está extraído del excelente libro de Piero Ferrucci, hay un trabajo propio de selección de las historias y demás que no es exactamente como aparece en el libro.
Gracia por visitarme.
Besos y nos seguimos leyendo. Me gustan tus campanitas voy a ver si las puedo colocar.
Mónica.
Gracias a vos Mónica por tan hermosas selecciones que he leído en tu blog. Siempre menciono de donde saco los artículos cuando no los busco yo misma porque conozco esa dedicación que cada uno pone y me parece obvio que debo comunicarlo.
Un abrazo!
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