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miércoles, 19 de mayo de 2010

Desasosiego...




Desasosiego...me encojo de hombros
Damos comúnmente a nuestras ideas de lo desconocido el color de nuestras nociones de lo conocido: si llamamos a la muerte un sueño es porque parece un sueño por fuera; si llamamos a la muerte una nueva vida, es porque parece una cosa diferente a la vida. Con pequeños malentendidos con la realidad construimos las creencias y las esperanzas, y vivimos de las cortezas a las que llamamos panes, como los niños pobres que juegan a ser felices.
Pero así es toda la vida; así, por lo menos, es ese sistema de vida particular al que, en general, se llama civilización. La civilización consiste en dar a algo un nombre que no le compete, y después soñar sobre el resultado. Y, realmente, el nombre falso y el sueño verdadero crean una nueva realidad. El objeto se vuelve realmente otro. Manufacturamos ideales. La materia prima sigue siendo la misma, pero la forma, que el arte le ha dado, la aleja de continuar siendo efectivamente la misma. Una mesa de pino es pino pero también es mesa. Nos sentamos a la mesa y no al pino. Un amor es un instinto sexual, pero no amamos con el instinto sexual, sino con la presuposición de otro sentimiento. Y esa presuposición es ya, en efecto, otro sentimiento.

No sé qué efecto sutil de luz, o ruido vago, o memoria de perfume o música, tañida por no sé qué influencia externa, me ha traído de repente, en pleno ir por la calle, estas divagaciones que anoto sin prisa, al sentarme, en el café, distraídamente. No sé a dónde iba a conducir los pensamientos, o dónde preferiría conducirlos. El día es de una leve niebla húmeda y caliente, triste sin amenazas, monótono sin razón. Me duele un sentimiento que desconozco; me falta un argumento no sé sobre qué; no tengo deseo en los nervios. Estoy triste por debajo de la conciencia. Y escribo estas líneas, realmente mal-anotadas, no para decir esto, ni para decir nada, sino para dar un trabajo a mi distracción. Voy llenando lentamente, a trazos flojos de lápiz -que no tengo sentimentalismo para afilar- el papel blanco de envolver los bocadillos que me han dado en el café, porque no necesitaba uno mejor y cualquiera servía, siempre que fuese blanco. Y me doy por satisfecho. Me reclino. La tarde cae monótona y sin lluvia, con un tono de luz desalentado e inseguro... Y dejo de escribir porque dejo de escribir.

Lo que hay de más deleznable en los sueños es que todos los tienen. En algo piensa en la oscuridad el cargador que se amodorra de día contra la farola en el intervalo de los carreteos. Sé en qué entrepiensa: es en lo mismo en que yo me abismo entre asentamiento y asentamiento en el tedio estival de la oficina tranquilísima.
Me da más pena de los que sueñan lo probable, lo legítimo y lo próximo, que de los que devanean sobre lo lejano y lo extraño. Los que sueñan en grande, o están locos y creen en lo que sueñan y son felices, o son devaneadores sencillos, para quienes el devaneo es una música del alma que los arrulla sin decirles nada. Pero el que sueña lo posible tiene la posibilidad real de la verdadera desilusión. No puede pesarme mucho el haber dejado de ser emperador romano, pero puede dolerme el no haberle hablado nunca a la costurera que, hacia las nueve, dobla siempre la esquina de la derecha. El sueño que nos promete lo imposible ya nos priva con eso de ello, pero el sueño que nos promete lo posible se entromete en la propia vida y delega en ella su solución. Uno, vive exclusivo e independiente; el otro, sometido a las contingencias del acontecer.
Por eso amo los paisajes imposibles y las grandes zonas desiertas de las llanuras en las que nunca voy a estar. Las épocas históricas pasadas son de pura maravilla, pues, desde luego, no puedo pensar que se realizarán conmigo. Duermo cuando sueño lo que no existe; me despierto cuando sueño lo que puede existir.
Me asomo, desde una de las ventanas de la oficina abandonada a mediodía, a la calle en la que mi distracción siente movimientos de gente en los ojos, y no los ve, desde la distancia de mi meditación. Me duermo sobre los codos, donde me duele la barandilla, y sé de nada con una gran promesa. Los pormenores de la calle sin animación por la que muchos andan se me destacan en un alejamiento mental: los cajones apiñados en el carro, los sacos a la puerta del almacén del otro y, en el escaparate distante de la tienda de ultramarinos de la esquina, el vislumbre de las botellas de ese vino de Oporto que sueño que nadie puede comprar. Se me aísla el espíritu de la mitad de la materia. Investigo con la imaginación. La gente que pasa por la calle es siempre la misma que ha pasado hace poco, es siempre el aspecto fluctuante de alguien, manchas sin movimiento, voces de incertidumbre, cosas que pasan y no llegan a suceder.
La anotación con la conciencia de los sentidos, antes que con los mismos sentidos...La posibilidad de otras cosas...Y, de repente, suena, detrás de mí, en la oficina, la llamada metafísicamente abrupta del mancebo. Siento que podría matarlo por haber interrumpido lo que no estaba pensando. Le miro, volviéndome, con un silencio lleno de odio, escucho anticipadamente, con una tensión de homicidio latente, la voz que va gastar en decirme algo. Se sonríe desde el fondo de la casa y me da las buenas tardes en voz alta. Le odio como al universo. Tengo los ojos pesados de sopor.

Extracto de "libro de desasosiego" de Bernardo Soares


Piensa...muchas cosas nos producen desasosiego, un despido, una noticia inesperada, una traición... Cuantas veces nos vemos inmersos en el mar del desasosiego con esa ansiedad vaga que genera la incertidumbre, desvelo que nos mantiene la Fe pendiente de un hilo. La incomodidad, el disgusto..esa desazón que nos deja amarga la boca y nos derrumba cuando dejamos que los pensamientos nos invadan...quedamos con sed de justicia y sin defensas porque solo vemos lo que queremos ver ,  nos quedamos encerrados  en una emoción sin sentido  y no nos proponemos ver que enseñanza hay detrás de cada cosa que nos sucede.  La inquietud desaparece cuando te encoges de hombros entregándote al fluír de la vida... cuando comprendes que todo es como debe ser, porque así lo hemos creado y eso es lo que nos toca vivir para ser aprendido y superado... "despertemos y soñemos lo que puede existir", pues si nos dormimos dejamos que nos invadan los pensamientos y soñamos lo que no existe....








3 comentarios:

mária dijo...

Pues es verdad que el desasosiego desaparace cuando te entregas al fluir de la vida, porque entonces aceptas todo lo que te llega e intentas sacar lecciones de lo sucedido.
Dejarse llevar por el desasosiego no conduce a nada positivo, ni va a mejorar en nada tu vida. Entonces..queda claro...acepta que todo está bien, que todo es como tiene que ser.
Más abrazos

Adriana Alba dijo...

La incertidumbre es parte del orden total de las cosas, el cambio está impregnado de no-cambio, el espíritu experimenta el mundo material a través de la lente de la percepción, ningún hecho exterior puede conmover nuestro sentido del YO.
Pero ocurre que estamos aprendiendo y la incertidumbre mal que nos pese, forma parte del aprendizaje.

Me gustó mucho ésta entrada Graciela.

Abrazos

Graciela dijo...

Aprendiendo...siempre estamos en contínuo aprendizaje, y no debemos perdernos nada aunque el desasosiego se tope con nosotros, seguiremos hacia adelante, ¿ o hay otra manera de vivir?...
Gracias lindas!!
Abrazosss

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