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lunes, 5 de julio de 2010

De Verdades y Mentiras

  ...Hay verdades emocionales que chantagean sin dejar de victimizarse. Y verdades que aman absolutamente para después odiar con la misma intensidad, que prometen todo y que no dan nada. Verdades fatuas que no brillan más que un fósforo. Verdades ingeniosas que en un momento creen saberlo todo.
También hay verdades hipócritas que se vuelven columnias al volver la esquina. Y mentiras piadosas de limosna y palmadita, y verdades siseadas que no alzan el vuelo ante grandes farsas y, en fin, verdades exóticas que a nadie le interesan porque todavía creemos en los mitos de las Antipodas.
Pues bien, hay verdades de cama que bajo las sábanas son puro fingimiento, y chismes airados que crecen como rumores hasta convertirse en mitos eternos. Hay muchos que mueren por la boca como los peces, y otros que no sueltan prenda aunque su verdad salve vidas futuras. Verdades encerradas en cajas fuertes con un olor de alcanfor que parece mentira.
Hay certidumbres que se huelen a distancias, e intuiciones que golpean corazones. Verdades invisibles que nadie atiende porque son tan abundantes como el aire y mentiras insólitas que dan muchos frutos porque con ellas se puede engañar y especular sin miramientos.
Hay evidencias en la mirada que muchos maquillan y mentiras mil veces escenificadas. También son grandes verdades de otros las que reproducimos como papagayos cuando dentro vivimos mentiras inconfesables. Copiamos verdades de puro aburrimiento. Y hasta las mentiras de tan requetetraídas se vuelven un faro en la noche.
Hay verdades que claman en el desierto porque a nadie le interesan, y mentiras que se transmiten vía satélite que todos aplauden. La verdad no tiene aristas y es de difícil manejo pues te deja vulnerable por dentro y por fuera, a diferencia de la mentira que tiene gafas de sol y etiqueta que en el reverso dice soy mejor que tú, superior a ellos. La mentira tiene dos estrategias, una de camuflaje y otra para llamar la atención. En cambio la verdad es daltónica no distingue más que corazones.
Sin embargo hay verdades testarudas, iracundas, orgullosas o cobardes. Verdades del corazón que desvirtua las verdades de la cabeza, o al contrario, verdades subjetivas que mean como los perros marcando un territorio de caza. Hay verdades del miedo y de la ignorancia que generan monstruos fuera y dentro y que justifican cualquier venganza, genocidio o masacre. Y hay verdades tiernas como brotes en primavera que los intereses creados hielan antes de sacar timidamente la cabeza.
Hay verdades de un solo momento que después lastimosamente quieren pervivir, pero son estatuas inmóviles. Verdades de estanterías entre libros comprimidas que nunca tuvieron alas o que son simplemente cacofonías.
Verdades las hay, para todos, lo dice la constitución, que después la selva en la que todos habitamos desmiente. Tal vez las mentiras son proyectos de verdades a medio camino o verdades falseadas por el caleidoscopio de la vida. Atisbamos la tarea difícil de poner una frontera clara entre una y otra que además no cambie con las estaciones o con los humores de la luna o con otras nuevas verdades. Jugamos una partida de ajedrez con ellas, entre hipótesis y antítesis hasta que el nuevo paradigma cabalgue victorioso sobre las brumas de dudas y diga jaque mate.
Tal vez, al microscopio, la única diferencia entre verdades y mentiras resida en que éstas requieren, no sólo la compulsión de la lengua suelta, sino de cientos de mentirijillas que encubran la inconexión primera como si, inocentes, cientos de salvavidas pudieran detener el hundimiento de un barco a la deriva. Y es que hay verdades y mentiras idénticas, formuladas con las mismas y exactas palabras pues el universo es tan rico y variado que permite infinitas interpretaciones de lo mismo.
Pero si hay alguna diferencia está en el corazón que habla, en la intención que actúa, en las nuevas posibilidades que despierta, en la reserva moderada que atenúa cualquier sobredimensión no deseada, o lo que es lo mismo, la humildad desprendida ante la riqueza que nos trae una luz en la penumbra. Hay quien le llama sabiduría.
Julián Peragón ( extracción texto)
Pintura: Lorena Brutti
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2 comentarios:

mária dijo...

Creo en la verdad, que siempre se lleva por delante a la mentira. Y creo en la humildad y en la sabiduría que nacen del corazón.
Un abrazo.

Nati dijo...

Ahora pienso que la verdad no existe realmente como tal. Cada uno tiene su propia verdad y su propia perspectiva de la vida. Cuando opinamos o peor cuando juzgamos creemos tener la verdad de nuestro lado. Pero cada vida lleva consigo matices que no sabemos y pesos que desconocemos, así que antes de opinar mejor el silencio.
La gente sabia no opina.
Me gusta mucho el texto y el blog.
Besos

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