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jueves, 1 de julio de 2010

Contagio Emocional


En su libro “Inteligencia Emocional”, Daniel Goleman escribe lo siguiente:

"Al comienzo de la guerra del Vietnam, un pelotón norteamericano se hallaba agazapado en un arrozal luchando con el Vietcong cuando, de repente, una fila de seis monjes comenzó a caminar por el sendero elevado que separaba un arrozal de otro. Completamente serenos y ecuánimes, los monjes se dirigían directamente hacia la línea de fuego.
«Caminaban perfectamente en línea recta —recuerda David Bush, uno de los soldados integrantes de aquel pelotón— sin desviarse a la derecha ni a la izquierda. Fue muy extraño pero nadie les disparó un solo tiro y, después de que hubieran atravesado el sendero, la lucha concluyó. Nadie pareció querer seguir combatiendo, al menos no aquel día. Y lo mismo debió de haber ocurrido en el bando contrario porque todos dejamos de disparar, simplemente dejamos de disparar».
El poder del valiente y silencioso desfile de los monjes que apaciguó a los soldados en pleno campo de batalla ilustra uno de los principios fundamentales de la vida social: el hecho de que las emociones son contagiosas. A decir verdad, este ejemplo constituye un caso extremo, puesto que la mayor parte del contagio emocional tiene lugar de forma mucho más sutil y es parte del intercambio tácito que se da en todo encuentro interpersonal."

Las emociones se contagian. Cuando alguien recibe una gran noticia y se dispara la alegría, esa alegría es compartida por nosotros. Nuestro estado emocional se contagia. ¿Y qué ocurre si un grupo de personas queridas están tristes por una desgracia reciente? Pues que irremediablemente compartiremos esta tristeza.
Esto es especialmente relevante en el ambiente laboral, donde es fundamental crear un clima de armonía, alegría y compañerismo, de forma que estas buenas vibraciones se transmitan a todos y cada uno de los trabajadores, permitiéndoles aunar fuerzas para conseguir los objetivos propuestos. A eso se le llama sinergia.
Esto nos permite pensar en la importancia de nuestras conductas dentro de la propia familia, en un grupo, en la sociedad, en el mundo. 
Una sonrisa cada día hará que la gente con que nos crucemos sonría. Una actitud de solidaridad y buena predisposición de nuestra parte es un granito de arena que contribuye a la construcción de un hogar en paz. Sumemos, no restemos. 

4 comentarios:

Adriana Alba dijo...

Siempre digo que es bueno que un amigo nos tome de la mano cuando estamos un poco caiduchos.
No para que tiremos fuerte y lo arrastremos hasta el fondo (con nuestro drama personal,porque eso no estaría bien) simplemente para sentir su calor y saber que aunque sea en silencio y en ocasiones a la distancia nos acaricia.

Eso es SINERGIA...jajajaja.
Te quiero mucho Graciela!

mária dijo...

Qué historia tan bonita. Es verdad que todo se contagia, la alegría y la tristeza y podemos hacer mucho por cambiar situaciones. Mucho.
Un abrazo.

mária dijo...

Tambien te quiero mucho.

JOSH NOJERROT dijo...

Nuestras emociones son mecidas por los vaivenes que voltean sus sentidos sin duda alguna, sentirse feliz es una opción como la de estar triste y aquellos que están a nuestro alrededor se contagian, entonces por que no tener la sonrisa siempre de nuestro lado, cambiarían muchas cosas y aun así, seguimos quitándole colores a nuestra vida...

Abrazzzusss

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