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miércoles, 28 de julio de 2010

La Naturaleza y el medio

 Ver con claridad  
Habiendo perdido el contacto con la naturaleza, tendemos naturalmente a desarrollar capacidades intelectuales. Leemos muchísimos libros, asistimos a innumerables museos y conciertos, miramos televisión y tenemos muchos otros entretenimientos. Citamos interminablemente las ideas de otras personas y pensamos y hablamos extensamente acerca del arte. ¿Por qué dependemos tanto del arte? ¿Es una forma de escape, de estimulación? Si estuvieran directamente en contacto con la naturaleza, si observaran el movimiento de un pájaro cuando vuela, si vieran la belleza de cada movimiento del cielo, las sombras de las colinas o la belleza en el rostro de otra persona, ¿piensan que querrían ir a un museo para mirar algún cuadro? Tal vez sea a causa de que no saben cómo mirar todas las cosas que los rodean, que recurren a alguna forma de droga, a fin de estimularse para ver mejor.
Hay una historia acerca de un maestro religioso que acostumbraba hablar todas las mañanas a sus discípulos. Una mañana subió al estrado y estaba a punto de comenzar, cuando un pajarito vino a posarse en el alféizar de la ventana y empezó a cantar; cantó sin cesar y a pleno corazón. Cuando terminó y se fue volando, el maestro dijo: "El sermón de esta mañana ha terminado".
Me parece que una de nuestras mayores dificultades es ver por nosotros mismos con verdadera claridad, no sólo las cosas exteriores sino nuestra vida interna. Cuando decimos que vemos un árbol o una flor o una persona ¿las vemos realmente? ¿O vemos meramente la imagen que la palabra ha creado? O sea: cuando ustedes miran un árbol o una nube en un atardecer pleno de luz y encanto, ¿ven realmente ese árbol, esa nube, los ven no sólo con los ojos o el intelecto sino de manera completa total?
¿Han probado alguna vez mirar una cosa objetiva como un árbol, sin ninguna de las asociaciones, sin ninguno de los conocimientos que han adquirido acerca de él, sin ningún prejuicio, sin ningún juicio, sin palabras que formen una pantalla entre ustedes y el árbol, pantalla que les impide verlo tal como es verdaderamente? Traten de hacerlo y vean qué es lo que realmente ocurre cuando observan el árbol con todo su ser, con la totalidad de su energía. En esa intensidad encontrarán que no hay observador en absoluto, que sólo hay atención. El observador y lo observado existen cuando hay inatención. Si miran algo con atención completa, no hay espacio para un concepto, una fórmula o un recuerdo. Es importante comprender esto, porque vamos a examinar algo que requiere una investigación muy cuidadosa.
Sólo una mente que mira un árbol o las estrellas o las centelleantes aguas de un río con una completa entrega de sí misma sabe qué es la belleza; y cuando vemos de verdad, nos hallamos en un estado de amor. Por lo general, conocemos la belleza mediante la comparación o por intermedio de lo que el hombre ha producido, lo cual implica que atribuimos la belleza a algún objeto. Veo lo que considero que es un bello edificio, y aprecio esa belleza a causa de mi conocimiento de la arquitectura o comparando este edificio con otros que he visto. Pero ahora me pregunto: "¿Existe una belleza sin el objeto?". Cuando hay un observador, que es el censor, el experimentador, el pensador, no hay belleza, porque entonces la belleza es algo externo, algo que el observador mira y juzga. Pero cuando no hay observador -y esto exige muchísima meditación e investigación-, entonces existe la belleza sin el objeto.
La belleza está en el total abandono del observador y lo observado, y ese abandono de uno mismo sólo es posible cuando hay total austeridad, no la austeridad del sacerdote con su dureza, sus sanciones, sus reglas y su obediencia, no la austeridad en las ropas, en las ideas, en la comida y en la conducta, sino la austeridad de la total sencillez, que es completa humildad. Entonces no hay nada que lograr, no hay escalera para subir por ella; sólo existe el primer paso, y el primer paso es el paso para siempre...
...Sólo hay un estado de atención que es energía total, y esa energía total es la suprema forma de inteligencia. Naturalmente, ese estado mental debe ser de completo silencio, y ese silencio, esa quietud, que nos es la quietud de la disciplina, adviene cuando hay atención total. Ese silencio total en el que no existen ni el observador ni lo observado, es la más elevada expresión de la mente religiosa. Pero lo que ocurre en ese estado no puede ser puesto en palabras, porque lo que se expresa en palabras no es el hecho. Para descubrir ese hecho por nosotros mismos, tenemos que experimentarlo. 
J. Krishnamurti

1 comentario:

Adriana Alba dijo...

Hola Graciela, conocía éste bello texto, pero no me canso de leerlo, es tan sabio que a medida que repetimos su lectura, aporta más y más luz!!

Gracias, besos!

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