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miércoles, 26 de enero de 2011

Libres interiormente


Libertad Interior
Existe algo muy obvio, pero que nos cuesta mucho comprender; y es que, cuanto más dependa nuestra sensación de libertad de las circunstancias externas, mayor será la evidencia de que todavía no somos verdaderamente libres. En este terreno, como en tantos otros, revivimos el drama experimentado por San Agustín: « Tú estabas dentro de mí y yo fuera. Y fuera te andaba buscando ».
Con mucha frecuencia tenemos la impresión de que lo que limita nuestra libertad son las circunstancias que nos rodean: las normas impuestas por la sociedad, las obligacones de todo tipo que los demás hacen recaer sobre nosotros, tal o cual limitación que disminuye nuestras posibilidades físicas, nuestra salud, etc. Por lo tanto, para hallar nuestra libertad sería preciso eliminar todas estas ataduras y obstáculos. Cuando nos sentimos prácticamente “asfixiados” por las circunstancias que nos rodean, nos volvemos en contra de las instituciones o de las personas que son aparentemente su causa.
¡Cuánto resentimiento hemos alimentado en nuestra vida contra todo lo que no es de nuestro agrado y nos impide ser lo libres que desearíamos!
Este modo de ver las cosas encierra cierta parte de verdad: a veces hay limitaciones que es preciso remediar, barreras que hay que salvar para conquistar la libertad. Pero contiene también buena parte de engaño que deberíamos desenmascarar, so pena de no degustar jamás de la verdadera libertad. Incluso aunque desapareciera de nuestras vidas todo cuanto creemos que se opone a nuestra libertad, no existriría garantía de acabar consiguiendo esa plena libertad a la que aspiramos. Cuando superamos unos límites, siempre aparecen otros detrás. De ahí el riesgo  de encontrarse inmerso en un proceso sin fin, en una permanente insatisfacción. Nunca dejaremos de tropezar con obstáculos dolorosos.
De algunos de ellos podremos librarnos, pero sólo para toparnos con otros más firmes: las leyes de la física, los límites de la naturaleza humana o los de la vida en sociedad, al otro lado de los barrotes, donde los obstáculos se apoderan de uno.

El deseo de libertad que habita en el corazón del hombre contemporáneo a menudo se traduce en un intento desesperado de traspasar los límites dentro de los cuales se siente como encerrado. Y cuando nuestra sensación de encerrados es absolutamente real, por nuestra condición en donde nos encontramos, es fácil confundir ambas situaciones, sin darnos cuenta que nuestro espíritu no está encerrado.

Ciertamente, es en nuestros corazones donde nos angustiamos, en ellos está el origen de nuestra falta de libertad.

Con esto no quiero decir que no existan a veces circunstancias objetivas que transformar, situaciones difíciles o agobiantes que es preciso superar para que el corazón experimente una auténtica libertad interior. Pero creo también que con frecuencia vivimos engañados y echamos la culpa a lo que nos rodea cuando el problema reside más allá. Nuestra falta de libertad proviene de nuestra falta de amor: nos creemos víctimas de un contexto poco favorable cuando el problema real (y con él su solución) se encuentra dentro de nosotros. Es nuestro corazón el prisionero de sus egoísmos o de sus miedos; es él el que debe cambiar y aprender a amar dejándose transformar por el Espíritu Santo.

He aquí el único modo de escapar de ese sentimiento de angustia en el que nos encerramos. Quien no sabe amar, siempre se sentirá en desventaja, todo le agobiará; quien sabe amar, no se creerá encerrado en ningún sitio.
La libertad no es solamente elegir, sino aceptar lo que no hemos elegido, nuestra condición, nuestras circunstancias que nos rodean.

Me gustaría resaltar la importancia de este modo de ejercer la libertad. El acto más elevado y fecundo de libertad humana reside antes en la aceptación que en el dominio. El hombre manifiesta la grandeza de su libertad cuando transforma la realidad, pero más aún cuando acoge confiadamente la realidad que le viene dada día tras día.

Quien desea acceder a una verdadera libertad interior, debe entrenarse en la serena y gustosa aceptación de multitud de cosas que parecen ir en contra de su libertad. Aceptar sus limitaciones personales, su fragilidad, su impotencia, esta o aquella situación que la vida le impone, etc.: algo que cuesta mucho hacer, porque sentimos un rechazo espontáneo hacia las situaciones sobre las que no ejercemos nuestro control. Pero la verdad es ésta: las situaciones que nos hacen crecer de verdad son precisamente aquellas que no dominamos “en cierto sentido”.
“Cuando se tiene vida interior, la verdad es que poco importa de qué lado de las alambradas de un campo se esté”

Terminaremos la exposición del tema con un antiguo relato monástico que llegas hasta el núcleo de la libertad interior, hasta el corazón:
Cierto día el maestro dijo: “Es mucho más fácil viajar que quedarse quieto”.

“¿Por qué?“ -quisieron saber los discípulos.

“Porque –dijo el maestro- mientras viajas hacia un objetivo, puedes

aferrarte a un sueño. Cuando te paras, tienes que afrontar la realidad”.

“Pero ¿cómo cambiaremos si no tenemos objetivos o sueños?” – preguntaron los discípulos.

“El verdadero cambio es el interior. Afronta la realidad, y tendrá lugar el cambio involuntario,”

La virtud de la liberación del yo que nos abre a la sabiduría ajena es la humildad, fundamento de la serenidad interior.


“LA MODELO”, BARCELONA. GRUPO ENTRE AMIGOS.( grupo de catequesis de una prisión modelo de Barcelona) Una catequesis que ayuda a curar las heridas emotivas y que estimula la reconstrucción interior de las personas en su capacidad de superar la agresividad y la decepción.



3 comentarios:

Loren Simón dijo...

Me encanta leer tus entradas, aprendo, reflexiono y disfruto de tú rincón en calma.
Gracias
Un beso grande

Adriana Alba dijo...

Todas las enseñanzas para trabajar la libertad nunca serán demasiadas.

La libertad interior y exterior siempre depende de nosotros mismos.

En ocasiones somos nuestros propios carceleros.

En éste camino de aprendizaje cada día quitamos una capa de ignorancia, nos convertimos en discípulos y maestros de nuestros propios procesos, y tenemos la gran dicha y responsabilidad de compartir con los otros.

Excelente entrada Graciela, un abrazo.

Graciela dijo...

Gracias por tu generoso comentario Loren. Me alegro que puedas aprender y disfrutar de los textos del blog, ese es el propósito.
Gracias Adri por estar. Con tus comentarios Compartes aprendizajes que son de valiosa ayuda para todos los lectores del blog.
Les dejo un gran abrazo!

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