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martes, 24 de mayo de 2011

Descubre tu Camino...



caminante ¿Cuál es tu camino?

Para Augusto Cury, autor del “vendedor de sueños” el sistema bloquea la imaginación de las personas, minimiza su capacidad de sorpresa y reduce el número de experiencias inesperadas. Como corredores que salen a hacer su ruta, las personas siguen el recorrido que les va marcando el camino, sin salirse de los límites fijados para ello. Unas personas, llegan más lejos, otras corren más rápido, pero todas lo hacen por el camino que el sistema ha construido expresamente para ello.
De vez en cuando, mientras avanza en su carrera, la persona levanta la mirada del camino para observar el paisaje que va dejando a su lado, preguntándose, haciendo alarde de una innata curiosidad infantil, qué se esconde al otro lado de las montañas. Y en un momento, siente un impulso interior que trata de empujarla fuera de su ruta, invitándola a inventar su propio camino y a descubrir lo que hay tras los montes. Pero como una respuesta automática al estímulo recibido, el miedo salta como un resorte entrando en escena. Incertidumbres y riesgos parecen apostarse en los bordes del camino erigiéndose como un gran muro imposible de saltar o penetrar.
Confundida y empujada por la inercia de la costumbre, el hábito y la rutina, la persona sigue, sin saber muy bien porque, adelante con su carrera, dejando tras ella una ilusión que, como otras muchas, guarda en el cajón de las ideas tontas y descabelladas que resultan de una chaladuría sin sentido que lo único que puede traen son problemas y dificultades. Dudar de la necesidad de salir de lo establecido, y desmitificar el deseo de vivir nuevas experiencias dan cancha abierta al impulso incontrolado encargado de reconducir nuevamente la carrera por la senda de lo conocido, de aplacar las voces que claman satisfacer la ilusión y el deseo de experimentar, probar, conocer, y arriesgar.
Y la persona pasa una y otra vez por el mismo sitio, siguiendo una ruta convertida en rutina. Conoce la distancia, el tiempo, los picos y los valles… no hay sorpresas, todo es conocido y predecible, hasta que un día, armada de un inusitado valor, decide esquivar su camino emprendiendo, por sorpresa, una nueva ruta en solitario. Ha decidido salir de los límites que le marca el sendero y se dispone a descubrir un nuevo paisaje, a experimentar nuevos olores y sensaciones, a olvidar la presión del tiempo. Decide dar la espalda al sistema para abrir la caja de pandora de las sensaciones.
Su nueva ruta, llena de sorpresas y miedos, bombardea sin piedad su mente ¿Qué veré? ¿Merecerá la pena el esfuerzo? ¿Aguantaré? ¿Sabré volver?, poniendo de manifiesto los fuertes lazos que la unen al camino. Salir de la zona de confort cuesta más de lo que parece, pues los hábitos y costumbres, aunque incómodos y poco reconfortantes, son conocidos y se ha aprendido a convivir con ellos. En ese momento de ruptura, de descarrilamiento, sólo el deseo de subir a la cumbre, de ver que se esconde al otro lado de la montaña dan la fuerza, valor y coraje necesarios para seguir adelante y para aplacar las voces internas que cuestionan la imprudencia cometida y el riesgo innecesariamente asumido. En ese momento, lo malo conocido empieza a dejar paso a lo bueno por conocer.
Como consecuencia de su osadía, la persona se adentra en un mundo desconocido, sin camino ni senda que seguir, teniendo que adaptar el ritmo de la carrera a un entorno que va descubriendo mientras avanza. Y se percata de la belleza de las flores y la profundidad de los aromas mientras hace camino. Se han roto las pautas y rutinas y cuanto más corre, más se aleja de un sistema que la impedía vivir con toda la intensidad que deseaba.
Pero su osadía no pasa inadvertida para su entorno. Extrañeza, y locura cubren como un manto el miedo de unas personas que sienten amenazado aquello por lo que tanto lucharon. Y como perros que ladran para ahuyentar a los intrusos y defender la propiedad de sus dueños, los habitantes del sistema acosan a la oveja descarriada para que vuelva a la senda establecida. Salir del camino no es fácil, ni lineal. Está lleno de dificultades, de picos y valles, de sacrificios y de dudas. Pero, a medida que se avanza y se vence la tiranía de los raíles que marcan la ruta establecida, se observa, con pasmosa claridad, lo robotizado de un entorno gris y aburrido que maneja sus piezas con sumo cuidado para que hagan lo que de ellas se espera.

por Javier Pagán.( Profesor miembro del cuadro docente de ENAE Business School )
Que nada ni nadie te impida ser TU MISMO!!





2 comentarios:

Irene dijo...

Extraordinaria entrada Graciela.
me identifico muchísimo con este sentir.
Siempre me ha gustado experimentar en lav vida.El problema es el miedo que a veces, como ser humano con las cargas de mi mente me atenaza.
Si pensamos en profundidad lo que realmente es la vida, saldríamos de nuestros despachos y oficinas a bailar y a cantar.
Hablaríamos amablemente con las personas de la calle en nuestro descanso y gozaríamos de las conversaciones y la puesta en común de experiencias con los demás.
Es decir, sabiendo lo que somos, viviríamos de verdad.
Un besazo.

Graciela dijo...

Hola Irene!...Si, es así, si le daríamos a la vida el verdadero valor que tiene todo sería mas transparente y el asombro de descubrir siempre algo nuevo nos llenaría de gozo a cada instante. Solo debemos volver a ser como niños y volver a empezar sin estructuras...
Gracias linda!
Te dejo un Abrazzzzo!!

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