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miércoles, 18 de enero de 2012

Comunión y Ternura


Crear Comunión con Ternura...

La comunión es muy distinta a la generosidad. La generosidad consiste en arrojar semillas de bondad, en hacer el bien a los demás, en ejercer las virtudes heroicas, en dar dinero, en dedicarse a los demás.

El generoso es fuerte, tiene poder, hace pero no se deja tocar, no es vulnerable. En la comunión uno se vuelve vulnerable, se deja tocar por el otro. Se da una reciprocidad: una reciprocidad que pasa por la mirada, por el tacto. Es un tomar y dar amor, un reconocimiento mutuo que puede hacer brotar la sonrisa o puede llegar a lo profundo con compasión y las lagrimas. La comunión se fundamenta en confianza mutua en la que cada uno da al otro y recibe en lo más profundo y silencioso de su ser. La comunión se manifiesta en primer lugar en el amor de una madre o de un padre con su hijo. La sonrisa y la mirada del hijo llenan de alegría el corazón de la madre y la sonrisa y la mirada de la madre llenan de alegría el corazón del hijo. Se revelan el uno al otro. No se sabe si la madre da màs al hijo o si el hijo da màs a la madre. Esta comunión se realiza a través del tacto, de la mirada, del juego, de la comida, el baño, los cuidados: la madre ríe, juega, es cariñosa, y el hijo le responde con la sonrisa y la risa, con su alegría y con el movimiento de su cuerpo. ¿Que ocurre en este vaivén de amor? A través de su tacto, de su mirada, la madre o el padre dicen al niño: "eres bello, eres digno de ser amado, eres valioso, eres importantes". Y lo mismo ocurre con el niño hacia su madre. El niño que mira a su madre, el niño que ríe, manifiesta a la madre su propia belleza. Esta comunión es una realidad profundamente humana, constituye lo más fundamental que hay en la vida y en la psicología humana. Forma la base que va a permitir a cada uno de entrar progresivamente en comunión con la realidad de su medio humano, de los demás, del universo. El niño que no ha vivido esta comunión no podrá tener confianza en si mismo; vivirá en el temor y crearà mecanismos de defensa y de agresión para protegerse.
Para la comunión, el lenguaje más importante es el no verbal: el gesto la mirada, el tono de voz, la actitud del cuerpo. Son estas cosas las que revelan el interés que se tiene por el otro, lo mismo que el desinterés, el desprecio y el rechazo. Para los que tienen deficiencias en el plano del lenguaje verbal, el cuerpo se convierte en lenguaje esencial. Cuando el niño o la persona que no puede explicarse mediante la palabra sabe que es comprendida nace en ella una nueva convicción: la convicción de que es una persona que tiene derecho a poseer y expresar sus deseos, que es comprendida, la convicción de ser y de tener un valor.
Las personas débiles nos conducen a lo màs profundo que hay en nosotros mismos. Sus rostros alegres, sus cuerpos relajados, nos revelan lo que somos. Uno se hace pobre ante el otro, se descubre que no se tiene nada externo para dar; solamente el corazón, la amistad, la presencia. Y todo esto ocurre con pocas palabras, a través de la mirada y del tacto. En ese momento es cuando se descubre que en esta persona debilitada, desamparada, existe una luz que brilla, que escuchándole uno se enriquece, se aprende algo de lo humano y de Dios. Es un momento de comunión que es fuente de curación para los dos.
Ternura no significa sentimentalismo ni emotividad. Es dulzura y bondad que no dan miedo. Es delicadeza que manifiesta al otro que se le considera importante, poseedor de un valor.
La ternura se revela en el tono de voz, en la forma de tocar. No es blandura sino una fuerza segura trasmitida a través de los ojos y de las manos. Es una actitud del cuerpo, siempre atento al cuerpo del otro. La ternura no se impone, no es agresiva, es dulce y humilde. No es una orden. La ternura está llena de respeto. No es seductora. Es una escucha y un tacto que suscitan y despiertan las energías en el corazón y el cuerpo del otro. Trasmite vida y libertad. Da ganas de vivir. La ternura es la madre que baña a su hijo mostrándole su belleza; es la enfermera que toca y cuida la herida haciendo el mínimo daño posible.

La ternura no se opone a la competencia y a una cierta eficacia. Al contrario. (…) La ternura y la comunión están llamadas a arropar a la competencia.


Jean Vanier, Cada Persona es una Historia Sagrada

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