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miércoles, 25 de enero de 2012

Contemplación en la Acción


Pintura de: Dulce María González Calero
 Hacer sin hacer

Siempre estaba sereno; nada podía perturbarle; no conocía la agitación. A los que acudían a recibir sus enseñanzas les decía:

-No os fatiguéis en extremo; no os identifiquéis mecánicamente; no os involucréis con el agotador sentido del hacedor. Haced sin hacer.

Así se pronunciaba uno y otro día, pero la gente quedaba confundida. Le preguntaron:

-Pero ¿se puede hacer sin hacer? ¿En qué consiste eso?

-Es una actitud -contestó amablemente el maestro-. Una actitud. La acción, queridos, no es agitación. Si uno se siente como el hacedor de todo y fortalece su ego, es como llevar una carga inútil, pero quien hace sin hacer, libre de la acción, hace mejor y nunca se fatiga.

-No entendemos -dijeron desorientados los oyentes.

-En ese caso os pondré un ejemplo -dijo afectuosamente el maestro, siempre incólume y apacible-. Suponed que viajáis en un ferrocarril con una pesada maleta. Os pregunto: ¿la llevaríais encima o la dejaríais en el suelo del ferrocarril para que éste la llevara?

Comentario

«Wu-wei» lo llaman los taoístas chinos. «Contemplación en la acción» lo denominan los sabios indios. Es el no-hacer como actitud, el mantener la pasividad interior en la actividad por frenética que ésta resulte, el ejercitar que la acción no es necesariamente agitación y que uno puede mantener su ángulo de inafectación y quietud en cualquier situación, por tensa que resulte. Nadie puede dejar de actuar, porque la vida es movimiento 'y acción.

Los hay que actúan compulsiva y vehementemente; los hay que hacen sin-hacer y entonces hacen mucho mejor, más acertadamente y con mayor precisión. Está la acción agitada y ofuscada; está la acción clara y lúcida.

No-hacer significa no implicarse egocéntricamente. Los acontecimientos también siguen su curso. ¿Acaso no se refleja la luna en las aguas del lago por la noche y no van y vienen las olas lamiendo la playa? Hacer sin lucidez, sin sosiego y sin equilibrio es muy peligroso, y ya constatamos lo que está haciendo el ser humano con las otras criaturas y con el ecosistema. No hay armonía en la mente y entonces no se respeta la armonía exterior.

«Cuando los deseos humanos son moderados, se produce la paz, y el mundo se armoniza por su propio acuerdo» (Tao-Te-Ching). Pero trasladamos nuestro desequilibrio interior al exterior y lo contaminamos con desasosiego e inarmonía.

No-hacer no es no hacer nada, sino hacer sin aferrarse a la acción ni a los resultados de ésta; es la acción más libre, inegoísta, consciente, natural, oportuna, con renuncia a los frutos de la acción, porque si tienen que llegar lo harán por añadidura. Una acción tal no aliena, no condiciona, no limita, no esclaviza, no neurotiza, no revierte en feo y atroz egoísmo. Haz lo mejor que puedas en toda circunstancia y situación, libre de los resultados de la acción. No se puede empujar el río. Al día sigue apaciblemente la noche. No actúes de
manera compulsiva. La acción más lenta y sosegada, más atenta y precisa, es hermosa y fecunda; la acción precipitada, urgente y agresiva, es fea e indigna. El Bhagavad Gita enseña: «Cumple sin encadenarte a la obra que debas hacer, pues si se hace sin encadenarse, el ser humano alcanza la Mente Suprema».
Todos tenemos que actuar, pues incluso un eremita en su cueva ha de limpiada, meditar, ordeñar a la cabra para tomar su leche o encender un fuego para protegerse de las inclemencias del invierno. Pero la acción puede encadenamos y los resultados obsesionamos y esclavizamos, o por el contrario podemos acometerla sin ataduras. Además, el proceso es tan o más importante que la meta. Cada paso en la larga marcha tiene su peso específico y cuenta. Más importante que adónde voy, es que voy El cementerio está lleno de personas que tuvieron mucha prisa y lo único que hicieron fue volver un poco antes al polvo del que emergieron. El no-hacer es también hacer sin avidez ni odio, con equilibrio de ánimo.

La acción nunca puede ser superior al que actúa, aunque el hombre de esta época parece olvidar este valioso principio y se aliena fácilmente con un elevado coeficiente de actividades desasosegadoras. La acción más inegoísta no se basa nunca en explotar, someter o vencer. Es cooperante y amable. No admite competencia ni desamor. La mente permanece pura y ni se aferra ni genera aversión. Del fracaso se aprende. No hay lugar para el desfallecimiento. La acción en sí misma es entonces liberatoria. Da igual que se haga.
Barrer es tan importante o más que las decisiones de un ministro; lavar los utensilios de la cocina es tan decisivo como la labor que lleva a cabo un abogado o un médico. Se hace lo que se tiene que hacer; se toma la dirección que se debe tomar. Al hacer sin hacer no hay vacilaciones. Eres jardinero. Cultiva lo mejor que puedas el jardín. No depende de ti si luego llega un huracán y lo destruye. Tú haz lo mejor que puedas al abonar, podar, regar y
remover la tierra. Ésa es ya en sí misma la recompensa y no si llegas a tener el jardín más admirado del mundo.

Ramiro Calle ( El libro de la serenidad)




























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