Tentación y Vulnerabilidad
Las tentaciones son extremadamente reveladoras de la configuración de las personas. Cada una está expuesta a ciertas tentaciones, y no a otras.
El repertorio de aquellas que existen, con mayor o menor presión y eficacia, para una persona dibujan con bastante aproximación su figura.
Lo que nos tienta tiene afinidad con nosotros, está próximo a lo que constituye nuestra realidad. En cambio, lo ajeno y remoto no tiene dónde insertarse entre nuestros proyectos, nos deja indiferentes. Lo que es una efectiva tentación para unos, no existe como tal para otros, que permanecen inmunes ante la misma posibilidad. Pero hay un aspecto negativo en lo que suele llamarse tentaciones en su sentido primario, como propensión a algo que está mal y se descalifica. La tentación, desde cerca -esto es esencial- nos aparta de lo que verdaderamente somos. Envuelve una desviación, una falsificación, pero para ser eficaz tiene que aproximarse a nuestro núcleo propio, a lo que en nosotros es más verdadero. Por esto, a la tentación le pertenece una dosis de justificación, aunque sea una justificación insuficiente. Siempre hay razones para ceder a ella, y cuando la resistimos, algo se queja y duele en nosotros; pero a la vez sabemos que esas razones no son suficientes, y por eso el ceder nos duele también, porque nos parece una infidelidad o claudicación. La susceptibilidad a las tentaciones me parece un rasgo valioso de las personas: indica sensibilidad, atención a lo real, interés por ello, percepción de los valores, vitalidad intensa. La ausencia de tentaciones revela sequedad, pobreza, pusilanimidad, falta de generosidad, cobardía.
En el padrenuestro se reza: "no nos dejes caer en la tentación"; es decir, no consientas a ella, aunque la sientas y experimentes. Debes resistir a ella en nombre de algo superior y más propio, más auténtico, y aunque ello suponga un esfuerzo o una renuncia. El rigorismo calvinista según el cual la tentación, como propensión al pecado, es ya pecado, no parece justificado.
El problema es saber qué es tentación. Se puede tomar como tal lo que es atracción, placer lícito, realización de posibilidades auténticas. A eso no se debe resistir, en modo alguno. Hay personas que se llenan de prohibiciones injustificadas, indebidas, lo que puede ser estrictamente inmoral. Una forma particularmente importante de esta actitud es lo que podría llamarse "sacrificios humanos". Entiendo por esto la renuncia, no a cosas, sino a personas, o a algo que tenga carácter personal. El "desapego" -que suele ser en el fondo despego- me parece decididamente sospechoso; casi siempre encubre egoísmo, sequedad o indiferencia. El excesivo ascetismo, sin una clara justificación superior, es inmoral. La palabra "sacrificio" no quiere decir renuncia, abstención o destrucción de algo valioso, sino dar un carácter "sacro" a algo, y en eso reside su justificación, no en la posible dimensión negativa. Estas actitudes significan, desde mi punto de vista, ceder a otra forma de tentación, aunque no sea placentera, lo cual no parece una ventaja. El otro lado de la cuestión es la vulnerabilidad que afecta a la vida humana. No cabe duda de que es un riesgo, una amenaza, una promesa de posible sufrimiento. Pero tiene, más aún, un sentido positivo. Es la condición de la apertura a la realidad, de la estimación y el apego a cosas y, principalmente, a personas, de la posibilidad de sentir el dolor de la ausencia, del afán de realizar posibilidades cuya exclusión o fracaso o pérdida hiere.
Es inmoral evitar la vulnerabilidad a cualquier precio, que es desde luego la pérdida de intensidad de la vida, el despego, la propensión a resbalar sobre la realidad, la "corteza" aislante como coraza defensiva que elimina la sensibilidad. La eliminación de la vulnerabilidad es la disminución de la vida, su reducción a formas inferiores, la supresión del entusiasmo, de la adhesión a lo que, siendo valioso, se puede perder, puede fracasar. La invulnerabilidad significa falta de generosidad, reclusión en la realidad propia, incapacidad de dar y darse, y por ello de recibir algo que efectivamente valga la pena.
Hay que conocer y medir las propias fuerzas, la capacidad de resistencia, los recursos para ello. Las heridas que la vida recibe provocan la intervención del conjunto de sus posibilidades, para hacer posible en primer lugar la aceptación, luego la posible curación, acaso la cicatrización. Esta vulnerabilidad tiene formas distintas en el hombre y en la mujer, asunto sobre el cual no se ha reflexionado demasiado; difiere igualmente según las edades. El niño y el joven parecen especialmente vulnerables, pero la relativa simplicidad de sus vidas hace que la herida tenga menos conexiones y sea más susceptible de cicatrización. A medida que se avanza en la edad, los ingredientes biográficos se van trabando en una estructura más compleja, las aplicaciones son mayores, la repercusión de cada elemento en el conjunto es más intensa. En la vejez se puede producir una concentración sobre uno mismo y sobre el pasado, que disminuye la vulnerabilidad al precio de cierta "indiferencia", pero esto es sólo una de las posibilidades, la otra es una complejidad máxima, una presencia insólita de la totalidad de la vida, desde su comienzo, lo cual significa un incremento de la vulnerabilidad.
Creo que lo decisivo para que la vulnerabilidad sea una dimensión positiva y valiosa de la vida, para que tenga una significación moral, es que la recepción y aceptación de las heridas no impida la continuidad del proyecto personal. Experimentar las heridas y sentirlas vivamente no implica necesariamente ser "vencido" por ellas.
En nuestra época, la fragmentación de la vida es la gran amenaza; la mayoría de las personas vive con una interna atomización, en una curiosa dispersión que dificulta la "entrada en sí mismo", vacía la intimidad y hace precaria la posesión de la propia vida.
JULIÁN MARÍAS
Dr. en Filosofía discip. de Ortega y Gasset
2 comentarios:
Leyendo tu texto me doy cuenta cuántos conceptos equivocados tenía.
Un gran abrazo
Hola "El Drac", Gracias! Espero te sea útil, todo nuevo conocimiento debe ser adquirido con discernimiento y "sentido" en tu interior.
Te dejo un abrazo!
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