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jueves, 8 de abril de 2010

Si...

SÍ.. .
Si puedes conservar tu calma cuando todos a tu alrededor
pierden la suya y te inculpen.
Si puedes confiar en tí cuando todos los hombres de tí dudan,
y no obstante ser indulgente con sus dudas.
Si puedes esperar y no desalentarte en la espera; o siendo tú engañado
no transigir con la mentira; o siendo tú odiado no dar lugar a más odio.
Si puedes soñar y no hacer de los sueños tu dueño.
Si puedes pensar y no convertir a tus pensamientos en designios.
Si puedes enfrentarte con la victoria y el fracaso
y agasajar a ambos impostores de igual manera.
Si puedes hacer un cúmulo de todos tus aciertos, y arriesgarlos en una vuelta,
a cara o cruz. Y perder y comenzar otra vez desde el principio,
y jamás mencionar palabra alguna sobre tu pérdida.
Si puedes obligar a tu corazón, a tus nervios y a tus fibras a que sean suficientes
aún mucho después de su ausencia; y de este modo continuar cuando nada haya en ti,
excepto la voluntad que les diga: ¡Persistid!
Si puedes dialogar con muchedumbres y conservar tu virtud;
o caminar junto a reyes y no perder el rasgo común.
Si ni enemigos ni amigos entrañables pueden herirte.
Si todos confían en ti, pero ninguno demasiado.
Si puedes gastar el inexorable minuto
con el valor de sesenta segundos de distancia recorrida,
tuya es
la Tierra y todo lo que en ella habita; y lo que es más importante:
Serás un hombre, hijo mío

Rudyard Kipling

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