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viernes, 6 de agosto de 2010

Engancharse con la Vida


¿QUÉ TENGO QUE SENTIR?
Giraba y giraba transportada por la música, feliz y liviana. Los brazos vola­ban conmigo dando cuerda para dejarme mover eterna­mente, sin noción de tiempo ni lugar. Como cualquier otro día. Entregada al movimiento como una hoja al viento. Predispuesta y abierta a las sensa­ciones. Confiada. Y como cualquier otro día también, sin una previa intención dirigida, abrí las alas y… a despegar. El mundo de las emociones.
Pero esta vez, desde el cuerpo espiritual. Y ese vehículo tan intenso de las voces que surgían del fondo de la tierra y se eleva­ban al cielo con ritmos de cris­tal, me sostenían como ángeles que hacían de mi cuerpo, un manto de libertad de acordes y armóni­cos sonidos etéreos. 
Y a poco de dejarme ir, ani­mada­mente, desplazándome al compás de las percepciones y los sentidos, un sinfín de mensajes, respuestas y señales cayeron sobre mí. La “imagen auditiva”, la “recepción sincrónica”, “la conexión álmica”…Las fichas que sin buscarlo, caen una a una, en una lluvia de certezas y claridades imposibles de frenar.
Y ya no se distingue entre la voz de la conciencia, la presencia cósmica, la Fuerza de la Crea­ción o los mismísimos genes de los ancestros, respondiendo con sus huellas de humanidad a lo inconcluso que resta. Un súbito despertar corporal de conciencia de “resiliencia”, es decir, esa capacidad de haber podido desa­rrollar una vida “sana”, en un medio “insano”; esa resistencia frente a la destrucción, con una respuesta vital positiva frente a la adversidad, a la presión, incluso dejarse transformar por esas experiencias tan dolientes y salir con una conciencia amplificada y amorosa y seguir construyendo. Y no caer fácil­mente en el rencor, a pesar de las broncas, de las cosas pendientes. Y lloré. Lloré entre una riqueza de estremecimientos, conmociones, recuerdos, sentimientos, principios y culmina­ciones. Vi, sentí, palpé, comprendí los vuelcos del corazón, arropé mis pasa­dos y lejanos desa­sosiegos, me amigué con esa inocencia desconcertante, me indulté en las angustias, y casi con orgullo, no de vanidad, sino de sencilla y humilde modestia, con un sentido de dignidad diría, sonreí entre lágrimas, como quien abraza a un bebé que llora y lo llena de besos y caricias y amores.
Y en ese preciso momento, todo fue resoluciones. Decisiones. Caminos. Luz. Claridad. CONCIENCIA DIVINA. Borrón y cuenta nueva. LIBERA­CIÓN. PAZ. LLAMA. UN NUEVO COMIENZO. SOLTAR AMARRAS, ALZAR LAS VELAS Y MARCAR NUEVO RUMBO. Llegó la hora de conectarse con aspectos nega­dos, de poner un punto a alguna etapa de la vida, de retomar libertades que por momentos abandona­mos, tal vez para recuperar­nos de esos golpes de la vida. Ha pasado ya todo el día. Conservo en mis cuerpos un sentido de “HABER SIDO INFORMADA CÓSMICA­MENTE”. Me doy por ente­rada de todos los mensajes. Agradezco enorme­mente. Vere­mos ahora, qué es capaz de hacer una simple mujer, con este toque mágico. CONFIAR es el mejor comienzo.
A quienes estén atravesando por la adversidad, dirijan el timón hacia “ENGANCHARSE CON LA VIDA”. ATREVERSE.
Extiendan la mano y déjense tomar. La vida es una escuela y a ella venimos a aprender lo que nos lleva­mos a marzo en otras ocasiones. Cuanto menos nos aferre­mos al dolor, cuando poda­mos estar en el dolor sin miedo, cuando poda­mos darle un beso al AMOR disfrazado de dolor, sin sufrimiento, sin necesidad de evitarlo o salir corriendo, sin resentimientos, cuando no necesite­mos vengar­nos de quien nos dañó y poda­mos seguir amando su alma, más allá de sus errores humanos, de su personalidad, habre­mos hecho un Master en el sentido de la Devoción y el ARTE del AMAR.
Si acepta­mos que esa experiencia o experiencias que vivimos fueron exacta­mente lo que tenía­mos que vivir y no otra cosa, para aprender lo que tenía­mos que aprender y no otra cosa, con quien o quienes lo vivimos y no con otras personas, atravesa­re­mos las penas, las desilusiones, los dolores sin buscar a quién echarle la culpa. 
Segura­mente HOY, si aprendimos, ya no atrae­re­mos a nuestra vida esas lecciones, porque ya las conoce­mos, no atrae­re­mos esos envolturas encarna­das en esos seres, nos relaciona­re­mos con otros aspectos, más evoluciona­dos, más amoro­sos, más eleva­dos, e ire­mos por más, de lo que aún falta aprender.
M.O.V.E.R.S.E es sentir, vivir, ser flexible, es comunicarse, conectarse, ani­marse, abrirse, sacudir el polvo, el óxido, la telaraña y ventilar para que entre un golpe de aire fresco, que renueve nuestro compromiso con la vida y natural­mente, con el AMOR.

Liliana Marcela Pérez Villar


5 comentarios:

Ernesto. dijo...

Extraordinario texto Graciela, gracias por compartir estas realidades...

Ernesto. dijo...

La dirección de correo de Liliana no permite contactar con ella, ¿es correcta Graciela?

Gracias.

Adriana Alba dijo...

Yo, ya tengo mis manos extendidas!!!


Abrazos Gra!

Aurora dijo...

Hermoso texto. Magnifico blog el tuyo.
Gracias por compartir.

Un beso

Aurora

Anónimo dijo...

Querida Graciela, este texto me recuerda una experiencia que viví hace tres años, en donde cuando te vacías descubres como es "Engancharse a la Vida". Gracias amiga, recibe un enorme abrazo.

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