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domingo, 10 de abril de 2011

Origen del "Dolor"

  El origen del dolor: su herida original
El origen del dolor, desde mi perspectiva, es aún más profundo que la energía bloqueada a partir del dolor personal o que el fenómeno de las vidas anteriores. Emana de la creencia de que cada uno de nosotros es un ente separado; separado de todos los demás y separado de Dios. Muchos de nosotros creemos que, para ser individuales, hemos de estar separados. Como consecuencia, nos separamos de todo, incluidos nuestros familiares, amigos, grupos, naciones y el planeta. Esta creencia en la separación se experimenta como miedo, del que surgen todas las demás emociones negativas. Una vez que hemos dado lugar a esas emociones negativas, nos separamos de ellas. Este proceso de separación se perpetúa creando más dolor e ilusión, hasta que el ciclo de retroalimentación negativa se rompe o se invierte mediante un trabajo de proceso personal.  Para cortar este círculo vicioso con el fin de inducir cada vez más placer y claridad en nuestra vida, la clave reside en el amor y la conexión con todo cuanto existe.
El amor es la experiencia de estar conectado a Dios y a todo lo demás. Dios está en todas partes, en todo. Dios está encima, debajo, a nuestro alrededor y dentro de nosotros. La chispa divina de Dios es individual y única en cada uno de nosotros. La experimentamos como nuestro manantial interno, o el núcleo de nuestro ser. Cuanto más nos conectamos con Dios fuera de nosotros, más nos conectamos a la individualidad interna de Dios. Cuando estamos conectados al Dios universal y al Dios individual que llevamos dentro, estamos totalmente seguros y libres.

La creación de la máscara para enmascarar el dolor original
Cuando nacemos, aún estamos muy conectados a la gran sabiduría y el poder espirituales a través de nuestro núcleo. Esta conexión con el núcleo y, en consecuencia, con la sabiduría y el poder espirituales nos aporta la sensación de seguridad absoluta y de admiración. Durante el proceso de maduración, esta conexión se desvanece lentamente. Es sustituida por las voces paternas que tratan de protegernos y darnos seguridad. Hablan de correcto y equivocado, de bien y mal, de cómo tomar decisiones y cómo actuar o reaccionar en una situación dada. A medida que la conexión con el núcleo se desvanece, nuestra psique infantil trata desesperadamente de reemplazar la sabiduría original innata por un ego que funcione. Por desgracia, el revestimiento de voces paternas internalizadas no pueden cumplir ese cometido. Lo que se produce entonces es una máscara.
La máscara constituye el primer intento de corregirnos. Con ella, tratamos de expresar quien somos de una forma positiva que sea aceptable para un mundo del que tememos que nos rechace. Presentamos nuestra máscara al mundo según nuestras creencias de lo que pensamos que el mundo dice que es correcto, para que nos acepte y nos sintamos seguros. La máscara tiende a la conexión con los demás porque eso es lo «correcto». Sin embargo, no puede conseguir una conexión profunda, por cuanto niega la naturaleza verdadera de la personalidad. Niega nuestro miedo y nuestros sentimientos negativos.
Ponemos todo de nuestra parte en la creación de esa máscara, pero no funciona. La máscara nunca logra generar la sensación interna de seguridad que nos esforzamos por alcanzar. De hecho, genera la sensación interna de ser un impostor, por cuanto tratamos de demostrar que somos buenos cuando en realidad no lo somos siempre. Nos sentimos falsos, y experimentamos más temor. Entonces lo intentamos con mayor intensidad. Usamos lo mejor de nosotros mismos para demostrar que somos buenos (una vez más, según las voces paternas internalizadas). Esto produce más miedo, sobre todo porque no podemos soportar sentirnos cada vez más falsos y más temerosos, en un círculo vicioso en aumento.
La intención de la máscara es protegernos de un mundo pretendidamente hostil demostrando ser buenos. La intención de la máscara es la simulación y la negación. Niega que su objetivo sea combatir el dolor y la ira, porque niega que ese dolor y esa ira existan dentro de la personalidad. La misión de la máscara es proteger el ser sin asumir la responsabilidad sobre acciones, pensamientos o hechos negativos.
Desde la perspectiva de nuestra máscara, el dolor y la ira sólo existen fuera de la personalidad. No asumimos responsabilidad alguna. Todo lo negativo que ocurre tiene que ser culpa de otro. Culpamos a los demás. Esto implica que el dolor o la ira reside en otra persona.
La única manera de mantener esta mascarada consiste en tratar siempre de demostrar que nosotros somos los buenos. Por dentro, acusamos la presión constante que ejercemos sobre nosotros mismos para ser buenos. Tratamos de cumplir las normas. Y, si no, intentamos demostrar que tenemos razón y que las normas están equivocadas.
Nos resentimos de tener que vivir según normas ajenas. Cuesta mucho trabajo. Sólo queremos hacer lo que tenemos ganas de hacer. Nos cansamos, nos irritamos, no nos preocupamos, vertemos nuestras quejas y acusaciones negativas. Herimos a los demás. La energía que hemos almacenado en la máscara se agita, ejerce presión, se escapa y se transmite a los demás. Y, por supuesto, negamos también eso, dado que nuestra intención es preservar la seguridad demostrando que nosotros somos los buenos.
En alguna parte de nuestro interior, nos complace estallar. Dar salida a la energía supone un alivio, aunque no lo hagamos de una forma clara y directa, aunque no asumamos la responsabilidad cuando lo hacemos. Hay una parte de nosotros que disfruta vertiendo nuestra negatividad sobre los demás. Esto se denomina «placer negativo», y se origina en el ser inferior.
 
El ser superior
Por supuesto que durante el proceso de maduración no toda nuestra psique está separada del núcleo. Una parte de nosotros es franca y afectuosa, sin ánimo de lucha. Está directamente conectada a nuestra divinidad individual interna. Está llena de sabiduría, amor y valor. Establece conexión con el gran poder creativo. Facilita todo lo bueno que ha sido creado en nuestra vida. Es la parte de nosotros que no ha olvidado quién somos.
Donde haya paz, alegría y satisfacción en su vida, es allí donde su ser superior se ha manifestado a través del principio creativo. Si se pregunta qué se entiende por «quién es realmente» o «su verdadero ser», explore estas áreas de su vida. Son una expresión de su verdadera esencia.
Nunca asuma que un área negativa de su vida expresa su verdadero ser. Las áreas negativas de su vida son expresiones de quien no es usted. Son ejemplos de cómo ha bloqueado la expresión de su verdadero ser.
La intención del ser superior es la verdad, la comunión, el respeto, la individualidad, una autoconciencia clara y la unión con el creador.
 
La importancia de la intención
La diferencia principal entre el ser superior, el ser inferior y la máscara reside en el establecimiento de la intención subyacente sobre la que se basa cada uno, y en la cualidad de la energía presente en cualquier interacción que resulte de la intención subyacente.
Lo más desconcertante de muchas interacciones humanas es que son distintas según la intención que se oculta tras ellas. Las palabras que pronunciamos pueden emanar de cualquiera de los tres focos de intención: el ser superior, el ser inferior o la máscara. Las propias palabras pueden decir una cosa, pero significar otra. El ser superior es sincero cuando afirma: «Somos amigos». La máscara quiere decir: «Somos amigos mientras yo sea el bueno, y tú no debes desafiar nunca la ilusión de que yo soy el bueno». El ser inferior dice: «Somos amigos sólo hasta que yo lo permita. A partir de entonces, ¡vigila! No te acerques mucho, porque te utilizaré para conseguir lo que quiera y para evitar mi dolor. Si te acercas demasiado a mí o a mi dolor, o tratas de impedir que consiga lo que quiera, me libraré de ti». (En este caso,librarse designa cualquier cosa que haga falta para detener a la persona. Podría referirse simplemente a no hablar con ella, o a superarla en una discusión o una demostración de fuerza, o podría llegar hasta el extremo de librarse fisicamente de ella.)

BÁRBARA ANN BRENNAN- sanadora, terapeuta y científica dedicada a la exploración y estudio del campo de la energía humana - del libro: "Hágase la Luz"

5 comentarios:

El Drac dijo...

Nunca había leído una perspectiva tan real de la vida y el dolor, indudablemente te manejas muy bien en tu campo. Un gran abrazo

Irene dijo...

interesantísima reflexión.No había pensado en el concepto de la mascara.
Lo leeré otra vez.
Un beso.

Graciela dijo...

El Drac, la vida es maravillosa y nosotros vinimos a aprender muchas cosas, siempre hay mas por aprender, para crecer. No significa que me manejo bien en "mi campo"...solo comparto lo que vibra en mi sintonía, lo que siento real y verdadero.
Dulce Irene, es muy interesante, y si observás bien, no hay ningún ser que no use o haya usado "la máscara"...vamos viviendo procesos de aprendizajes para cerrar nuestras heridas de separación y volver a sentirnos Uno con la fuente...la clave está en EL AMOR y nuestra conexión con todo lo que existe.
Gracias,
Les dejo un gran abrazo!

El Gaucho Santillán dijo...

"Lo que vale es la intenciòn".

Que cierto, es eso.

Buen texto, amiga.

Un abrazo.

Graciela dijo...

Hola Gauchito! ( que suerte que no sos un linyera! jajaja)
Que importante es la intención cierto?...y que importante es la palabra y saber desde donde "sale".
Gracias! te dejo un Abrazo grande!

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