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martes, 17 de mayo de 2011

Parábola del Sembrador...

Conforme al corazón de Dios

El propósito de Dios es conformarnos al corazón de su Hijo. Es un camino largo y constante que hay que recorrer, pues aún quedan los surcos y las huellas que dejó el dominio del antiguo corazón.


Cuatro tipos de corazones
En la parábola del sembrador (Mat.13) encontramos cuatro tipos de terrenos que representan cuatro tipos de corazones. El sembrador salió a sembrar la semilla del reino. Parte de la semilla cayó junto al camino; otra parte cayó en tierra de pedregales; otra parte cayó entre espinos y abrojos; y finalmente, otra parte de la semilla cayó sobre la buena tierra, la cual dio fruto a treinta, a sesenta y a ciento por uno.
Ninguno de nosotros era naturalmente una buena tierra. El Señor ha estado haciendo una excelente labor en nuestros corazones, pues él sabe, como todo agricultor, que echar semilla en un terreno endurecido, o pedregoso, o lleno de malezas, sería completamente inútil. Él espera que la lluvia de su Palabra remoje y ablande la tierra endurecida que, el tránsito de las personas, la había convertido en camino. ¡Cuántos corazones corresponden a este tipo de terreno! ¡Cuánto tiempo lleva sanar esos traumas del corazón! Esos abusos, esas heridas que aún duelen a causa del desamor; ese ambiente de hogar tan desfavorable; ese padre irresponsable, esa pobreza extrema, esos complejos. ¡Cómo se endureció ese corazón! Pero la bendita palabra de la gracia Dios lo fue ablandando poco a poco. Dios metió su agudo arado hasta dar vuelta la tierra. Luego vinieron los “discos” para cruzarla, y también la “rastra” de largos y firmes hierros, para deshacer los terrones y dejarla apta para ser sembrada con la semilla del reino.
Lo mismo pasó con el corazón que se había llenado del ripio de la religión. Este tipo de corazón representa a los cristianos superficiales. En ellos la palabra del reino no puede penetrar, porque el suelo de tierra es poco profundo, entonces viene el sol y quema las raíces. Así, la siembra se hace infructuosa. El ripio representa el lastre de la religión, cualquiera sea su nombre.
Se puede tener la mejor religión, pero ésta sólo mantiene a los hombres en una apariencia de piedad. Algunos ponen el acento en la vestimenta, otros en las comidas, otros en el estudio de la Biblia (el estudio de la Biblia es bueno pero no como un fin en sí mismo, sino como un medio para que nos muestre a Cristo; de lo contrario es pura letra). Algunos remedan una cierta entonación; otros oran con voz lastimera. Sin embargo, los peores son los que tienen una justicia propia. Sacar este lastre religioso es más difícil que sanar el corazón de los maltratados. Pero hay esperanza. Son muchos los que vienen en estas condiciones, y el Señor tiene poder para limpiarlos hasta dejarlos aptos.
El terreno con malezas es un tipo de corazón mezclado. Este es el tipo de cristiano que convive con el mundo y la iglesia. Quiere la semilla del reino pero también quiere la semilla de otras filosofías. Mantiene compromisos con sistemas políticos, alimentando esperanzas de un mundo mejor a través de la ciencia, el arte y la cultura. Tiene gustos refinados por las cosas bellas de este mundo y disfruta cual hedonista de los placeres que este mundo ofrece. Viene a las reuniones, pero no se compromete; observa a los demás cómo andan en el camino del Señor, los juzga, emite opiniones, no está conforme. Él es un espectador que ve la carrera desde las tribunas. Cree tener la razón en todo. “Ni muy adentro ni muy afuera” es su manera de conducirse.
Hasta que llega el día en que es alcanzado por la palabra del reino. Los pastores tienen que darse cuenta que ellos solos no son suficientes para edificar a los hermanos. Se necesita el modelo de Efesios 4 para llevar a cabo esta siembra.
Por lo expuesto hasta aquí, queda claro que no hay terrenos naturalmente buenos y que todos necesitamos los oficios del agricultor divino.
Tal vez Dios utilizará la palabra de la gracia para ablandar los corazones, sanarlos y limpiarlos, antes de que la palabra del reino pueda ser sembrada y recibida, y dar así el fruto anhelado.
El nuevo corazón es Cristo morando en nosotros.
Por Roberto Sáez F.












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