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domingo, 7 de agosto de 2011

Entrevista...

Viva la Diferencia
La psicóloga chilena Pilar Sordo se ha hecho conocida en Argentina a través de los videos de sus charlas que son furor en Youtube, especialmente la que ofreció en Valdivia.
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En el lobby de un céntrico hotel de Mendoza, donde nos recibió antes de su presentación en el Teatro Plaza de Godoy Cruz, señala que gracias a ese video hoy puede exponer en nuestro país.
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La espontaneidad, el carisma, el sentido del humor y la simpatía no dejan de llamar la atención en esta mujer de 45 años que, de ser una terapeuta más de su país saltó a la fama gracias a la investigación que plasmó en su libro "¡Viva la diferencia... y el complemento también!" que es best-seller en su Chile natal y en otros países.
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Distendida, Pilar Sordo nos cuenta en exclusiva sobre la investigación que la llevó a meterse en la cabeza de hombres y mujeres para entender su propio proceso de separación y qué condiciona la forma de ser y de actuar de ambos.
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Así encontró varias diferencias que cuando menciona en sus charlas condimentadas con mucho humor, simplicidad, profundidad y un toque didáctico, causan sensación. Esta capacidad le ha valido el rótulo de la "gran gurú de los últimos tiempos, aunque dice sentirse muy lejana a ello.
—¡Viva la diferencia... y el complemento también! ¿Sería muy aburrido o caótico si todos fuésemos iguales?
—Sí, porque el tema de la igualdad genera  competencia y la competencia tiene intrínseca la rabia, que es lo que nos pasa todavía al malentender el concepto de igualdad con el de equidad o con el de igualdad de oportunidades. La gracia es que seamos distintos no solamente en relación al género, sino también los chicos en su sala de clases, los discapacitados que también aportan desde la estructura social donde están incluidos, etc.


—La primera diferencia que asoma en su trabajo es que el hombre está diseñado para "soltar" y la mujer para "retener", ¿por qué?
—Eso viene desde lo biológico y la estructura como el útero que tenemos las mujeres que está construido para retener versus el espermio que tienen los hombres'que está construido para salir y por lo tanto, desde ahí se desprenden estas características psicológicas, biológicas y socio—culturales que hacen que las mujeres retengamos líquido, seamos más estreñidas, nos cueste tirar cosas, siempre estemos preguntando, seamos insistentes y reiterativas. Versus al hombre que, como avanza, da vuelta las páginas más rápido, deja de hablar, se siente menos culpable y, por lo tanto, olvida más rápido, le cuesta más vincularse desde la emociones y desde ahí está en proceso de avance.
—Señala que debemos aprender del otro y no competir ¿cómo se logra eso?
—Esto se logra cuando sé lo distinto que soy del otro, cuando asumo que somos diferentes y quiero aprender de esa diferencia, y cuando tengo la conducta de desarrollar la humildad de poder decir "me voy a colocar a disposición tuya para poder aprender y vernos". Creo que ahí es donde se genera el verdadero encuentro.
—Otra diferencia es que al hombre le gusta sentirse "admirado" y a la mujer sentirse "necesitada" ¿no necesita sentirse admirada?
—Sí, por supuesto que sí. Lo que pasa es  que esa admiración en lo femenino está determinada por cuan necesitada fui y ahí es donde se mezcla con lo laboral, con el éxito empresarial. Necesito sentirme admirada pero en mayor proporción necesito sentirme necesaria. El hombre también necesita sentirse necesario, el tema es que por sobre eso quiere ser reconocido y admirado porque cuando lo reconocen y lo admiran siente que lo necesitan, ese es como el eslabón que pretende unir ambos conceptos.


—En varias ocasiones dijo que a las mujeres les falta la capacidad del disfrute de lo público y lo privado ¿a qué se refiere?
—Que sentimos que todo es un peso y una carga. Estar en la casa, que es lo privado, es un peso donde la verbalización, no la evidencia más profunda, siempre es negativa: que los chicos me tienen agotada, que mi marido no me ayuda en nada, etc. Y lo público, que en el trabajo no me pagan lo que me merezco, que me explotan; entonces, el gran desafío de la mujer del siglo XXI, no es pelearse con los hombres sino lograr internamente ese goce en el mundo privado y en el mundo público de la misma forma.


—El hombre se mueve y disfruta de los "objetivos", mientras que la mujer de los "procesos", ¿esto también se da en las relaciones afectivas y cómo las afecta?
—Ahí es donde más se nota y tiene qué ver con que el hombre plantea metas y en cosas tan pequeñas. Por ejemplo, si le dices a tu marido que te acompañe a una multitienda el hombre sólo visualiza esa multitienda y si paras en una zapatería siente que tú lo estafaste; cuando quiere sexo quiere penetrar, ese es su objetivo y la mujer quiere que la "apapachen" en el momento previo y posterior a la penetración.


—¿Conquistar a alguien también es un objetivo para el hombre?
—Sí y por eso es tan importante que las mujeres nos hagamos las difíciles porque mientras más fáciles somos y más rápido nos acostamos con ellos, más rápido nos olvidan. El hombre tiene la gran tarea de aprender a retener, mientras que las mujeres tenemos que aprender a soltar.
—Yo siempre decía una frase que después la vi en un libro americano que dice que "las mujeres entregamos sexo para recibir amor y los hombres entregan amor para recibir sexo" y a mí me parece genial (risas). Creo que cuando un hombre aprenda a retener cada vez más va a valorar el encuentro porque a medida que aumenta la edad el objetivo de penetración va disminuyendo. La mujer también va pensando más en el objetivo, de hecho, cuando reivindica el derecho al placer empieza a disfrutar de la sexualidad, pero siempre entendiendo que lo que más gratificación le produce es el proceso, cómo ese hombre la seduce, la hace sentir amada y no utilizada como una especie de "vagina ambulante".
—¿Hay mujeres que actúan igual que los hombres en este caso?
—Las mujeres entre los 25 y 33 años están en esta estupidez de sentirse muy masculinas, autónomas e independientes. Pero lo divertido, y que se reflejó en la investigación, es que se acostaban con un tipo que conocían en un bar, pero al otro día todas soñaban con que las volviera a llamar o les mandara un mensajito de texto diciéndole "fuiste una diosa anoche". Yo decía ¿tu autonomía dónde quedó? porque a un hombre le da lo mismo, se supone que lo pasaron bien y no hay que recapitular para atrás.
—Dice que la cabeza de los hombres tiene "cajones", es decir, separa las cosas, mientras que la de las mujeres es como las "carteras", toda revuelta ¿por qué?
El que saquemos otras cosas a la luz tiene qué ver con lo retentivas y el quedar pegadas también. Si eres muy retentiva, evidentemente la "cartera" está llena de cosas y cuesta hablar en términos separados. Y eso de mezclar todo con lo emocional tiene qué ver con que los hombres tienen como fragmentos, por eso cuando trabaja sólo trabaja, cuando ve tele sólo ve tele, cuando está teniendo sexo con su mujer sólo está teniendo sexo. Por eso puede tener sexo con el bebé al lado porque no lo ve. En cambio la mujer ve al bebé, se acuerda que al otro día tiene que pagar el agua y esa mezcla es la que se gráfica en la cartera. Además, como necesito sentirme muy necesaria ando trayendo remedios por si alguien se enferma, costurero por si a alguien se le sale un botón, etc.
—¿Por qué a los hombres les cuesta hablar tanto de sus problemas?
—Ellos sólo hablan cuando es necesario hablar y sienten que hablar con la gente que aman no es necesario, que la gente sabe que los ama, por lo tanto cuando llegan a la casa sienten el relajo de tener que dejar de hablar, porque para producir dinero y mantener los lazos emocionales ya habló mucho. Con sus afectos más primarios, errónea y equivocadamente siente que no tiene que hablar, los deja de cuidar y en ese proceso los pierde y se queda con los amigos y con el trabajo. Por otro lado, cuando una mujer es muy retentiva, inquisitiva, preguntona y cues-tionadora, muy ansiosa, muy insistente no da espacio para que el hombre hable, por eso yo como mujer necesito generar espacio para que ese hombre me pueda hablar.
—En la cotidianidad se dice a manera de chiste que el hombre no puede hacer más de una cosa a la vez, ¿es así?
—En todo, ellos son monofocales. En que cuando un hombre ve tele y le preguntas algo, se enoja porque tiene que dejar de ver tele para poder contestarte, entonces se perdió la jugada del partido de fútbol. Ahora, es verdad que las mujeres hacemos muchas cosas al mismo tiempo pero, quizás no de manera eficiente porque por ser multifocales somos dispersas y nos cuesta mucho más terminar lo que empezamos que a un hombre. Las generaciones más jóvenes, con el uso del notebook (siempre digo que los hombres empezaron a andar con cartera y no se dieron ni cuenta), han aprendido un poco de multifocalidad, por ejemplo, pueden conversar y tener el notebook prendido en una reunión de trabajo.
—Los hombres son más "visuales" y las mujeres más "auditivas y sensitivas" ¿de ahí que sean más sentimentales?
—El que seamos auditivas o sensitivas responde a lo biológico porque todo el conocimiento que tenemos del cuerpo no pasa por la vista. Cuando hago pipí no lo veo, siento y escucho que hago pipí, y si amamanto a un bebé tampoco veo la leche, es por eso que la mujer tiene un serio problema con las secreciones, nos dan asco. Eso es porque no tenemos experiencia visual de nada de lo que producimos: cuando estamos excitadas no hay nada que indique que lo estamos, cuando tenemos orgasmos no hay nada que indique que los tenemos. En cambio, el hombre todo el reporte que tiene de su experiencia es visual: la erección, la eyaculación, sus órganos sexuales; hay todo un tema de contacto con la realidad que lleva a eso.
—El hombre "internaliza" y la mujer "ex-ternaliza", pero a la vez al hombre le cuesta hablar de sus cosas ¿cómo se explica esa diferencia?
—Esa externalización de la mujer tiene que ver con el colocar la pauta de sus conductas fuera: mientras más retentiva soy y más necesitada me siento, más externalizo. Son las clásicas mujeres que nunca tienen la culpa de nada: si se les
quema la carne es producto del horno, si no son cariñosas es porque la mamá nunca fue cariñosa con ellas, si no tienen orgasmos es porque él no las prepara, si están gordas es por problemas hormonales. Deben aprender a internalizar, a entender que su felicidad depende de ellas y que nadie llegó a este mundo a hacerlas felices
—¿Siempre le echan la culpa a otro?
—Exactamente. Es como decir que el pan engorda y no yo cuando me lo como. En cambio el hombre funciona al revés, internaliza todo: si le va bien es porque él es un capo y ahí el trabajo emocional que tiene que hacer es absolutamente inverso, es decir, saber que si le ha ido bien es porque tiene un soporte emocional, como afecto, cariño, mujer, hijos, madre, padre, que le ha permitido llegar donde está y eso implica que tiene que salir de sí mismo para poder externalizar y hacerse cargo.
—Desde los conceptos que maneja ¿cómo definiría al machismo y el feminismo? ¿Siguen vigentes o son conceptos de discusiones antiguas?
—Me encantaría pensar que son antiguos pero creo que nosotros los hacemos presentes, que deberíamos dejar de hablar del tema. Para mí el machismo es la sensación de colocar al hombre en un estatus superior y el feminismo la reacción frente a eso, que en una aparente igualdad terminan siendo superiores, entonces no me gusta ninguno de los dos. El feminismo fue necesario y pudo generar un impacto porque se tenía que pelear al principio, pero también creo que las responsables del machismo somos las mujeres en términos de que somos nosotras las que educamos a los hijos y aguantamos a los maridos machistas y así marcamos pau- tas históricas en relación al tema.
—¿La "violencia del silencio" es igual o más dañina que la violencia verbal?
—Sí, porque la violencia que tiene el silencio es que te niega como ser humano. Con la violencia verbal, por lo menos, te hago sentir que estás y muchas mujeres prefieren ese maltrato a que el marido se vaya; esto porque cuando las maltrata, las reta o las gritonea, las mira y establece un contacto ocular con ella, eso la hace sentir visibilizada o importante. Creo que el silencio es esa cosa de generación de vacío o de ignorancia del otro que, a mi juicio, cala más profundamente y es más agresivo también.
—¿Tener autoestima es la base para solucionar otras cuestiones?
—Lo que pasa es que si tú te quieres y te respetas te van a respetar, si tú no respetas no te van a respetar y eso necesita un trabajo interior que no tiene que ver con el egoísmo. Creo que el tema pasa por un concepto de que uno tiene que aprender a conocerse para poder relacionarse bien con otro sanamente, sin envidia, sin competencia. Tengo que haber aprendido a relacionarme muy bien conmigo misma en lo bueno y en lo malo que tengo y mientras ese aprendizaje no se produzca, mi comunicación con el otro siempre va a estar condicionada por lo que me faltó trabajar conmigo.
—Dice, en cuanto a los adolescentes, que esta es la generación "on—off" ¿por qué?
—Porque todo funciona con prender y apagar y con esa misma rapidez quieren que pasen las cosas y desechan lo que no les gusta. El "on—off" tiene qué ver con la rapidez, con la intensidad, con lo dese-chable, con la cosa hedonista. con la búsqueda del placer como primera instancia.
—También dice que ya no tienen "habilidad social" ¿en qué los afecta esto en su entorno?
—No saben conversar, no saben hablar, tienen poco vocabulario, no están siendo capaces de expresar emociones porque las emociones las expresan los emotico-nes en la carita que se ríe, que llora, que se sorprende y no están diciendo nada. Entre las señales y lo mal escrito, claramente se deteriora todo este circuito. Conozco una historia de una abuela muy entretenida que se pone a chatear con su nieta, entonces la nieta le empieza a escribir en lenguaje Chat y la abuela contesta en francés. La nieta le dice "no te entiendo nada" y ella dice "yo tampoco... o encontramos un idioma en común o no vamos a poder seguir hablando por este sistema". Me pareció genial, eso lo da la sabiduría de los años.
—¿Qué pasa con las redes sociales?
—No pueden sentir que tienen 40 amigos porque tienen 40 contactos en Messenger. Es una locura porque genera una sensación virtual que están acompañados y cuando apagan las máquinas se sienten hondamente solos porque en realidad han estado con una máquina. Alguien que le dedica la vida a las máquinas no puede mantenerse sano psicológicamente en el tiempo porque nada reemplaza el contacto real.
—Los adolescentes no quieren ser como sus padres ¿por qué?
—Esto tiene qué ver con la pareja porque los adultos hemos mostrado un mundo adulto agobiante, cansador y nadie va a querer ser adulto si mira para arriba y hay matrimonios que son un desastre, gente que va agotada a los trabajos, que no dice estar contenta en el trabajo que tiene, donde la gente que descansa se enoja porque se terminaron las vacaciones. Los adolescentes no se quieren conectar con el compromiso, con el laburo, ni con nada porque no nos ven contentos.
—¿Qué pasa con los padres que se hacen amigos de sus hijos?
—No estoy de acuerdo con eso. Cuando yo quiero a alguien naturalmente voy a desarrollar vínculos de amistad, que tiene que ver con la confianza, la empatia, con la complicidad. Pero a mí no se me puede olvidar que soy mamá y eso significa inevitablemente ser jodida porque mi rol es educar y si yo debo educar necesito ser desagradable. Hay que poner límites, decir que no, enseñar valores, castigar cuando se equivocan, premiar cuando las cosas las hacen bien, hay que estar alerta a lo que significa ser padres.
—Y cada día más vemos a hijos que mandan a los padres...
—Siempre digo que somos la única generación que le tuvo terror a los padres y hoy le tiene terror a los hijos. Estamos atravesados por el miedo todo el tiempo y no poner límites o disciplina, no ordenar el circuito, no ha ayudado en nada. Los chicos están cada día más angustiados, menos certeros, menos lúcidos porque no tienen adultos que les ordenen el mapa.
"Los argentinos son gozadores, los chilenos más depresivos"
EI hablar de la capacidad de disfrutar de lo público y lo privado, Pilar Sordo desemboca en la comparación que puede hacer respecto de Chile, su país natal, y Argentina.
—Argentina es más positiva que Chile porque nosotros somos más depresivos, más introvertidos y mucho menos gozadores que los argentinos. Eso de conversar reunidos en una mesa, durante un asado, los días de ñoquis te salva el país—, señala.
Agrega que, en Chile las personas mayores están más encerradas y no comparten y por lo mismo, el país está lleno de farmacias. Mientras que Argentina tiene más ventaja en términos de salud mental aunque lo señala como un país "eternamente terapiado" pero que eso refleja una búsqueda permanente de un estado de bienestar que los chilenos no tienen. Y ni con el terremoto del año pasado, el rescate de los mineros y el incendio de la cárcel, la actitud de sus habitantes parece cambiar.
—Pensé que eso nos iba a ayudar, porque bailamos cueca todo el año con la muerte, y nos íbamos a poner más gozadores, entretenidos, divertidos y nada, entonces "cuándo aprendemos". Es muy poca la capacidad de integrarse a nivel emocional, o está bien o estás cagado, porque estar bien estando cagado es una cuestión muy heavy"—, dice Pilar en tono agudo.
Para Pilar es horroroso ver cómo en Chile no se pueden reír a carcajadas porque molesta pero recalca la fortaleza y la capacidad para salir adelante que varios países quisieran y que si agregaran el goce, sería el país perfecto.
El Nuevo Diario, Argentina

2 comentarios:

EL BLOG DE MARPIN Y LA RANA dijo...

Me ha encantado

Un abrazo de Marpín y La Rana

Graciela dijo...

Hola Marpin Y Ranita! que bueno que les haya gustado, a mi también, Pilar Sordo es una genia :)

Gracias!
Abrazo grande!

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