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Amor sólido en tiempos líquidos
¿Es
factible una relación con alguien que de repente se aleja, sin dar razones?
¿Cómo tener pautas para no relacionarse con quienes con su indiferencia pueden
causar mucho daño?
Como
alguna vez dijera Karl Marx (en otro contexto), todo lo sólido se disuelve en
el aire. Cuando vivimos utilitariamente todo debe servir para algo y ser
conveniente, incluso un vínculo humano. No es tierra fértil para el amor. El
amor, dice el sociólogo polaco Zygmunt Bauman , anhela conservar al amado,
extenderse hacia él, es un impulso centrífugo, diferente del mero deseo, que al
ser centrípeto toma y atrae hacia sí. El amor busca en el otro al sujeto, el
deseo, en cambio, hace del sujeto un objeto. El amor procura conocer al otro,
ahondar en su misterio, el deseo, una vez consumido lo deseado, necesita
renacer con otro objeto.
Vivimos
una era de deseos fugaces, estimulados intensa y artificialmente. Los vínculos
que se consolidan necesitan tiempo. Dos sujetos, al fundar un vínculo, honrarlo
y arraigarlo, crean un “tercer cuerpo”, como explica con belleza la terapeuta
junguiana Connie Zweig en Vivir con la sombra (escrito en colaboración con
Steve Wolf). Ese es el cuerpo de la pareja, que no existe por sí mismo, que necesita
de la concurrencia e integración de quienes se aman. Aquí cuerpo no alude sólo
a lo físico, sino a la totalidad del individuo. Son dos personas que se
arriesgan a descubrir cada una en compañía de la otra los aspectos más
recónditos de su propio ser. Eso requiere tiempo, decepciones, comprensión,
creatividad, presencia, compromiso. Toda relación verdadera es una
construcción, un verbo conjugado, hechos, acciones, conductas. Si veo al otro
en términos de conveniencia, como un objeto que satisface mi deseo (no sólo
sexual, también el de ahuyentar la soledad, el de mostrarme ante los otros, el
de figuración, etcétera), no hay construcción posible. Es inútil creer que la
ilusión de uno puede enmendar la manipulación del otro. Muchas veces el
sufrimiento no sólo se origina en la perversión del manipulador, sino en la
ceguera y la obsesión del manipulado, que insiste en ver lo que no hay.
Amar,
creo, es descubrir y honrar la singularidad de otra persona, preocuparse por
los sentimientos de ella como lo hacemos con los propios, es confiar en que
existe en mí algo digno de ser amado, como lo hay en la otra persona, y que
ambos nos lo descubriremos y ofreceremos.
Por
supuesto, el amor no puede inventarse y nadie está obligado a amar a otro. No
elegimos amar a alguien. Pero estamos obligados a respetarlo. Desaparecer
sin explicaciones de una vida en la que se ha entrado equivale a tratar al
otro como objeto. Y muchas de las relaciones del mundo virtual e
informático van en esa dirección. Se basan en falsas identidades, en decir que
se es lo que no es, en ofrecer lo que no se tiene, en rapiñar y desaparecer
valiéndose del anonimato de un medio ideal para los vampiros vinculares. Se
basan, también, en espiar vidas ajenas, en espiar a quien se dice amar y, por
fin, en borrar a quien ya no conviene seguir vinculado. Se hace normal tratar
al otro como objeto, se lo deshumaniza. Considerar a otra persona con respeto,
tratarla como el sujeto que es (y no como un objeto o un medio), amar de cuerpo
presente, con acciones reales, no es algo que “convenga” o “no convenga”, no
tiene fines ni utilidad. Simplemente confirma nuestra humanidad. En términos de
sentimientos y valores, hace sólido lo líquido. Hace permanente lo fugaz.
Sergio
Sinay
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3 comentarios:
Sabia definición del amor y las relaciones Graciela. Como siempre un placer compartir tus trabajos. Mucha gracias.
Un abrazo.
Amor y desamor...La historia de cada ser humano.
Saludos.
Marpín y La Rana
Hola Ernesto! Hola Marpin y la rana!...Amor sólido en tiempos líquidos. Creo que debemos "reaprender " a amar e integrarnos de otra manera en nuestras relaciones. Sin manipulaciones ni condiciones pero con cercanía, consciencia y compromiso.
Les dejo un gran Abrazo!!
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