El conocimiento ordinario y la erudición no llegan a transformarnos por completo ni a liberarnos de los engaños, velos e impedimentos de la mente. Necesitamos otro tipo especial de conocimiento, que surja de nuestro entendimiento correcto y nuestra naturaleza más profunda; esa inteligencia primordial a la que hacen referencia tantos maestros de Oriente y que no se obtiene a través del pensamiento conceptual, sino de un tipo muy especial de percepción consciente que procura una nueva manera de “ver” que traspasa los velos de la mente y conecta con una Realidad que se nos escapa o que apreciamos por completo distorsionada.
 O todo es un desatino, un sinsentido, un despropósitio, o hay un “lenguaje” escondido que se nos oculta por la oscuridad y el egocentrismo de la mente, pero que puede ser recobrado cuando logramos desencadenar una categoría especial de visión que en el yoga denominamos “visión pura” y en el budismo “visión penetrativa” y que nos permiten adentrarnos en una esfera de conocimientos o intuiciones que escapan al saber ordinario, y los maestros han denominado Sabiduría o conocimiento supramundano, y que es el que responde a interrogantes existenciales que no pueden ni remotamente hallar respuesta a tavés del pensamiento que enraiza en una mente ofuscada, ávida y que es tendente a la aversión u odio.
 La mente ordinaria vive en los estrechos límites del apego y la aversión, generando continuado sufrimiento. Solo en la medida en que mediante el autodesarrollo y la meditación sea posible acceder a otra dimensión de mente liberada del aferramiento y el resentimiento, será posible crear un estado mental de equilibrio y bienestar.
Cuando aparece una sensación agradable, la mente se apega y aferra a ella y entra en dependencia o servidumbre; quiere reasegurarla, repetirla, intensificarla, hacerla permanente y así sobreviene la adicción, la avidez descontrolada y, si la sensación grata desaparece, la frustración y el sufrimiento.
Pero cuando se trata de una sensación desagradable, la mente se resiste y se resiente, la rechaza, origina ira o rabia, en suma, crea dolor sobre el dolor. ¡Sufrimos tanto por no querer sufrir!
La ignorancia básica de la mente, crea ofuscación, avaricia y odio, o sea tribulación y sufrimiento. Por falta de visión clara, entendimiento de que todo es inestable y ausencia de ecuanimidad, generamos mucho sufrimiento que podríamos evitarnos y añadimos aflicción a la aflicción.
Reaccionamos desorbitadamente y eso causa dolor sobre el dolor y nos ponemos el segundo dardo.
Hay que aprender a disfrutar sin tanto apego y a sufrir lo inevitable sin tanto resentimiento y frustración. Mediante una visión más clara y la ecuanimidad, no reaccionaremos tan desmesurada y neuróticamente.
A través de la meditación superamos muchos viejos patrones de pensamiento productores de ignorancia y de sufrimiento y vamos abonando un espacio de paz interior.
Ramiro Calle

ESCRITOR. DIRECTOR DEL CENTRO SHADAK