El maestro zen le encargó al discípulo que cuidara del campo de arroz.
El primer año, el discípulo vigiló que nunca faltase el agua necesaria. El arroz creció fuerte y la cosecha fue buena.
El segundo año, el discípulo tuvo la idea de añadir un poco de fertilizante. El arroz creció rápido y la cosecha fue mayor.
El tercer año, colocó más fertilizante. La cosecha fue aún mayor, pero el arroz nació pequeño y sin brillo.
Si sigues aumentando la cantidad de abono, la cosecha del año que viene no tendrá ningún valor – dijo el maestro.
“Fortaleces a alguien cuando le ayudas un poco, lo que necesita. Pero si le ayudas demasiado, lo debilitas”.
1 comentario:
Graciela, qué sabias palabras las de este maestro zen.
Qué tal?
Besos!!!
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