“Un día lo interior y lo exterior se encontrarán en uno y tú despertarás,
como el sueño de un nuevo mundo guardarás lo que has alcanzado por ti mismo, sin poder transmitirlo a nadie”. Wu-men-kuan.
El Karma
Siguiendo las enseñanzas budistas, es importante mencionar el concepto de la ley del karma -la ley de causa y efecto-. El karma es uno de los principios del budismo, que entiende que nuestra existencia está marcada tanto por las acciones de la vida presente como por los actos realizados en vidas pasadas (rueda de reencarnaciones). Independientemente de la creencia en la reencarnación, es esencial tomar conciencia de que nuestro futuro lo labramos con cada acción que desarrollamos en el presente y que cualquier acción tiene su efecto, una acción conlleva una respuesta. No se trata tanto de lo que hacemos sino de la manera como lo hacemos que tendrá una repercusión en nuestro futuro. Es decir, no buscamos realizar acciones buenas para obtener buen karma sino precisamente realizar las acciones sin tener en cuenta los frutos de dicha acción. La ley del karma nos enseña a asumir la responsabilidad de nuestra propia vida, ya que a los actos que realizamos les siguen unos determinados resultados, con lo que nos hace más conscientes de la responsabilidad sobre nuestras acciones, nuestras palabras y nuestras propias decisiones.
La meditación nos permite comprender que nuestra cualidad mental determina nuestra realidad presente, que la vida depende del color del cristal con que se mire, que nuestra actitud ante los hechos de la vida es de suma importancia ya que afectará al resultado de nuestras acciones. Al mismo tiempo al meditar podemos tomar conciencia también de las huellas que nuestras acciones del pasado han dejado en nuestra mente, nuestro pasado reaparece para poder ser observado desde la distancia.
Y, por otra parte la ley del karma nos muestra que nada es permanente, que nada escapa al cambio. Todo cambia constantemente con lo que también cambiará la realidad de nuestros apegos. Esta realidad nos enseña a ser flexibles ante este cambio constante y a verlo como una oportunidad para la propia transformación.
Nos agarramos intensamente a aquello que creemos que nos produce la felicidad, pero al comprender que todo está sujeto al cambio nos será más fácil soltar, dejar que la vida fluya como un río sin sujetarnos o querer –por la no aceptación del cambio- nadar a contracorriente.
Este encadenamiento a la ignorancia, al apego y al rechazo nos hace permanecer en el estado de “samsara”, que como ya hemos comentado anteriormente es el ciclo de existencias sujetas a la dualidad. Existen tres puertas por donde se fija o se libera el “samsara”, son el cuerpo (las acciones físicas), la palabra (las acciones verbales –no debemos olvidar el poder de la palabra) y la mente (los procesos mentales). En budismo se denomina a la felicidad del “samsara” la felicidad intermitente. No es ilícito buscar la felicidad ya que está en la esencia del ser humano buscarla, pero el problema o el error es que ponemos el acento en aquello que nos falta y esto genera más insatisfacción. Entendemos la felicidad como sinónimo de placer, de conseguir aquello que anhelamos, pero cuando buscamos con un objetivo todo lo demás que creemos que no forma parte de nuestra meta o deseo se convierte en obstáculo. Es importante tener una dirección pero incorporando estos obstáculos como parte del recorrido. Para poder llevar a término esta incorporación es necesario practicar la compasión y el amor (sin confundirlo como una aceptación pasiva, como una resignación) y al mismo tiempo recordarnos que a veces buscando la gran felicidad nos perdemos las pequeñas felicidades, el sentirse viviendo el instante presente.
La no-dualidad es en realidad la auténtica naturaleza de nuestra mente, nuestra esencia es no dual, pero los obstáculos nos impiden conocerla. El proceso de purificación de estos obstáculos incluye trabajar con las características de la propia naturaleza de la mente, es decir, la capacidad de reconocimiento y de desbloqueo, capacidad que debe partir de abrir nuestro corazón. Por otra parte existen unas condiciones que se deben reunir para poder empezar a avanzar en el camino espiritual. Dichas condiciones (que no todo el mundo por desgracia puede reunir) son:
-suficiente grado de sufrimiento como para tener renuncia.
-suficiente grado de felicidad como para tener lucidez y estado de bienestar.
-confianza en el camino hacia el despertar.
-ganas de recorrer ese camino.
Sílvia Palau Pujols
2 comentarios:
Abrir el corazón, desbloquear la mente....gracias por estas lecturas maravillosas...besossss
Hola dulce Loren!!, gracias a vos!, maravillosos son los que leen y "sienten" lo que están leyendo...
Abrazo grande!
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