Has visto la LUZ???
¡Nadie ha visto la
luz ! ¡Nadie! Y nadie la verá nunca. Pero empleamos las palabras «Veo luz» y con
ello significamos que «Veo cosas que no podrían ser vistas sin luz». Cuando
dices que hay oscuridad, que no hay luz, ¿qué quieres decir? Tan sólo que «Ahora
no puedo ver las cosas». Cuando no puedes ver los objetos, deduces que no hay
luz. Cuando puedes ver los objetos deduces que hay luz. De modo que la luz es
una inferencia incluso en el mundo exterior, externo. Por esto, cuando uno tiene
que entrar, cuando uno está listo para ir hacia adentro, ¿qué queremos decir con
luz?
Si puedes percibirte
a ti mismo, si puedes verte a ti mismo, eso significa que ahí hay luz. Es
extraño pero nunca pensamos en ello. Toda la habitación está a oscuras, no
puedes afirmar que haya algo en ella, pero si puedes afirmar una cosa: «Yo
existo». ¿Por qué? Tampoco te ves a ti mismo. La habitación está totalmente a
oscuras, nada se puede ver, pero sobre una cosa estás seguro y es de tu propio
ser. No hay necesidad de pruebas, no hay necesidad de luz. Sabes que existes,
sientes que existes. Ahí debe de haber una sutil claridad. Puede que no seamos
conscientes de ella, podemos ser inconscientes o muy escasamente conscientes,
pero está ahí.
De modo que dirige
tu mirada hacia adentro. Cierra todos tus sentidos de modo que no exista una
percepción de ninguna luz exterior. Penetra en la oscuridad, cierra tus ojos e
intenta ahora entrar, ver en ella. En primer lugar puede que percibas
sencillamente oscuridad; es debido a que no estás acostumbrado a ella. Sigue
penetrando. Intenta mirar en la oscuridad en que estás metido. Penétrala y poco
a poco irás percibiendo muchas cosas dentro. Una iluminación interior comienza a
funcionar. Puede ser tenue al comienzo. Comenzarás a ver tus pensamientos porque
los pensamientos son objetos interiores. ¡Son cosas! Comenzarás a tropezar con
los muebles de tu mente.
Allí hay muchos
muebles, muchas memorias, muchos deseos, muchas pasiones insatisfechas, muchas
frustraciones, muchos pensamientos, muchos pensamientos-simiente, muchas cosas .
Cuando empiezas a percibirlas, intenta primero penetrar la oscuridad. Entonces
una lucecita comenzará a manifestarse y te volverás consciente de muchas cosas.
Es como cuando entras repentinamente en una habitación a oscuras: no eres capaz
de distinguir nada. Pero quédate ahí. Acomódate a la oscuridad, deja que tus
ojos se acomoden a la oscuridad. Los ojos han de adaptarse, y eso lleva tiempo.
Cuando vienes del exterior, de un jardín iluminado por el sol a tu habitación,
tus ojos han de reajustarse a sí mismos. A tus ojos les llevará un poco de
tiempo, pero se adaptarán.
Si uno emplea
constantemente sus ojos para ver las cosas que tiene cerca, por ejemplo si uno
lee sin cesar, se vuelve corto de vista porque un exceso de visión de cerca fija
el mecanismo de los ojos. Por eso cuando quiere ver una estrella lejana, no
puede verla porque el mecanismo se ha encasquillado. No es flexible. Lo mismo
ocurre en el interior: debido a que hemos estado mirando al exterior
continuamente, durante vidas, el mecanismo se ha quedado fijo y no podemos mirar
hacia adentro.
Pero inténtalo, haz
un esfuerzo, mira en la oscuridad. No tengas prisa, porque el mecanismo ha sido
fijado durante muchas vidas. Los ojos han olvidado completamente el mirar hacia
adentro. Nunca los has empleado para este propósito. Mira pues dentro de la
oscuridad, observa la oscuridad y no te impacientes. Penetra la oscuridad,
continúa penetrándola y al cabo de tres meses serás capaz de ver en su interior
muchas cosas que nunca hubieras pensado que estuvieran allí. Y ahora, por
primera vez, tomas consciencia de que los pensamientos son sólo objetos. Y
cuando te vuelves consciente, puedes colocar un pensamiento donde tú quieras. Si
quieres expulsarlo, puedes expulsarlo.
Pero ahora no eres
capaz de expulsarlo. Ahora no eres capaz de eliminar ningún pensamiento porque
no eres capaz de agarrarlo. Desconoces incluso que sea un objeto que puede ser
cogido y puede ser expulsado. No sabes en dónde están localizados; no sabes de
dónde vienen. Todo el mundo dice, «No quiero tener miedo; no quiero enojarme».
Pero no pueden hacer nada por evitarlo porque desconocen de dónde proviene esa
ira, cuál es su raíz, dónde tiene esa ira su reserva, dónde se acumula esa ira.
Desconoces sus raíces.
Todo pensamiento es
un objeto. Tiene una reserva acumulada. Por eso, cuando un pensamiento llega, es
sólo como una hoja de un gran árbol. No puedes cortarla y tirarla pues otra hoja
brotará. Las raíces están ahí; el árbol está ahí. Cuando te vuelvas consciente,
incluso sólo un poquito, de que los pensamientos están ahí, de que los deseos
están ahí - la ira, la pasión, la lujuria - de que todo está ahí, no empieces a
combatirlo. Tan sólo obsérvalos, porque con el observar te volverás más
consciente, y con el luchar nunca te volverás consciente. No luches, ¡observa!
«Observar» es la palabra, el mantra. Observa sin descanso, y cuanto más
observes, más empezarás a sentir que la luz está ahí. La luz está ahí, sólo que
tus ojos han de adaptarse.
¡Observa! Con el
observar, los ojos se acomodarán. Y cuando haya más luz y todo se vuelva claro,
cuando no haya un rincón oscuro, te volverás el amo de tu mente. Podrás excluir
lo que quieras, podrás reordenar como quieras. Y una vez te vuelvas el amo de tu
mente, te volverás consciente de dónde es que proviene la luz, de dónde está su
origen. El sol no está ahí, está afuera. No has ni tan siquiera encendido una
vela, y todo se ha iluminado. ¿De dónde proviene esa luz? Primero te darás
cuenta de las cosas que son iluminadas, luego te volverás el amo de los objetos
de tu mente y luego empezarás a ser consciente de dónde proviene esa luz, de
cuál es su fuente. Empezarás a ser consciente de una flor floreciendo. Luego
empezarás a ser consciente de dónde proviene esa luz. Entonces podrás conocer el
sol.
Tendrás que proceder
únicamente de un modo indirecto, desde un objeto iluminado hacia la fuente de la
luz. De nuevo la luz no es lo que se ve; de nuevo verás al sol. Empieza primero
por percibir los contenidos de la mente. Luego, más y más, la mente se irá
aclarando. Luego tomarás consciencia de dónde procede esa luz. Justo en el
centro de la mente está su origen. ¡Entonces entra en el origen! Ahora podrás
olvidarte de la mente, tú eres el amo. Podrás decir a la mente: «¡Detente!» y la
mente se detendrá.
La consciencia es
necesaria para ser el amo. Nunca intentes lo contrario: primero ser el amo y
luego ser consciente. Nunca funciona, nunca puede funcionar así. Eso no es
posible. Sé consciente, y el convertirte en el amo llegará. Te vuelves el amo.
Entonces acude al origen, entra en el origen de dónde procede esa luz. ¡Ve!
¡Entra en la Iluminación! Esa entrada en la Iluminación es el «baño». Te has
vuelto el amo de tu mente. Ahora puedes convertirte en el amo de la vida misma;
ahora puedes convertirte en el amo de la consciencia misma. Y una vez bañado en
esa Ilu-minación, en esa fuente de luz, serás capaz de contemplarte a ti mismo
en tu eternidad. En este instante, todo el pasado y el futuro estarán ahí. Este
instante es eterno. Eres tan puro que el tiempo en su totalidad se junta en ti.
El pasado purificado crea un futuro purificado, y este momento se vuelve
eterno.
Observa, sé
consciente, observa en profundidad los contenidos de la mente. Entonces te
harás consciente del origen; luego entra en el origen. Es pavoroso, porque todo
lo que has conocido como ti mismo, morirá. Este baño es una muerte, una
personalidad, todo morirá, porque la personalidad, la identidad, el ego, todos
están en el polvo, en el polvo acumulado alrededor de tu ser. Sólo el ser
permanecerá sin nombre ni forma. Y este sutra dice que este es el baño
preparatorio. Sólo ahora eres capaz de entrar, y sólo hasta aquí tienes que
esforzarte. En el instante en que eres purificado, en el instante en el que has
atravesado este baño, en el instante en que los karmas se han disuelto,
no necesitas ya hacer ningún esfuerzo.
Desde ese punto,
Dios se convierte un campo gravitacional. Has entrado ahora en el Campo de la
Gracia. Es lo mismo que la gravitación en la Tierra, pero has de entrar en el
campo. Para las naves espaciales tenemos que hacer un arreglo fundamental: deben
desprenderse de la atracción de la Tierra, salirse del campo de gravedad.
Trescientos veinte kilómetros alrededor de la Tierra, envolviéndola, está el
campo. Si estás bajo la acción del campo serás traído de regreso. Si traspasas
los trescientos veinte kilómetros, la Tierra deja de poder
influenciarte.
Lo Divino no puede
tirar de ti al menos que estés totalmente puro, a menos que te vuelvas luz.
Entonces, con igual velocidad, entras en lo Divino. De modo que esta entrada en
la luz es el último esfuerzo. Una vez has sido purificado comienzas a gravitar.
No necesitas moverte, eres atraído. Esta gravedad se conoce como Gracia: la
fuerza de gravedad de lo Divino es la Gracia. La Gracia no es realmente una
ayuda, ¡no! Es sólo una ley. Dios no otorga la Gracia solamente a algunos, no es
así. No es parcial. La Tierra no es gravitacional únicamente para algunos. En el
instante en que entras en el campo, la ley empieza a hacer su
trabajo.
No digas pues que
Dios otorga la Gracia, no digas que Dios es generoso, no digas que tiene
compasión. No es cierto. Dios significa «La Ley de la Gracia». La ley comienza a
operar. Una vez que entras en su campo, la ley comienza a operar. Una vez te
conviertes tú mismo en la luz, la ley comienza a trabajar y tú comienzas a
gravitar.
La luz posee la
velocidad más elevada según las mediciones de la ciencia, pero en cierto modo es
la más alta debido a que no puede decirse que la Existencia posea una mayor
velocidad. En realidad la Existencia se mueve sin depender del tiempo. No es
cuestión de velocidad. No podemos decir cuanto se mueve en un segundo. El
movimiento es absolutamente absoluto. No hay intervalo. Por eso cuando uno
penetra en esta Iluminación, es succionado. Incluso la palabra «succionado»
requiere de cierto tiempo para ser pronunciada, pero el mismo fenómeno de ser
succionado es intemporal.
Cuando digo
«succionado», conlleva un tiempo, se pierde un tiempo. Pero, en realidad, cuando
alguien entra en la Iluminación, no se requiere ni ese tiempo. No hay un
intervalo. Eres succionado y más allá de esa luz está Dios, el templo. Esta luz
únicamente te baña, te purifica, como un fuego. Te purificas. Y en el instante
en que eres purificado: la entrada, la explosión.
Con la luz te
vuelves inmortal, pero todavía percibes. Percibes que has penetrado en la
inmortalidad. Pero al entrar en Eso, en el «ser», no percibes ni tan
siquiera la inmortalidad. La vida y la muerte carecen ahora de sentido, sólo
existe el «ser». Tú «eres», sin condiciones. Esa condición de «ser» es lo
Supremo para la religión.
La luz es el campo,
la mente está alrededor del campo y nosotros estamos alrededor de la mente,
vivimos fuera de la mente. Por eso uno ha de entrar en la mente, luego en la luz
y luego en lo Divino. No obstante nos mantenemos vagando alrededor, fuera de la
mente. Este estado de estar siempre fuera de casa se ha vuelto un hábito fijo.
Nos hemos olvidado de que vivimos en la terraza. Es cómodo, la terraza es un
sitio cómodo para estar afuera. Por eso es por lo que nos hemos quedado ahí: es
cómodo. Podemos desplazarnos por el exterior siempre y, puesto que nuestros
deseos y nuestra mente están siempre en el exterior, vivimos en la terraza. De
modo que en cualquier momento, a cualquier oportunidad de irnos, nos vamos.
Hemos olvidado el que hay un hogar y que este salir afuera es convertirse en un
mendigo. Entrar en la casa significa que has de girar la vista ciento ochenta
grados y que has de utilizar tus ojos de una nueva manera, y que tendrás que
atravesar una noche oscura. Tan sólo debido a un hábito fijo.
Los místicos
cristianos han hablado mucho sobre «la noche oscura del alma». Esta es la noche
oscura, debido a que nuestros ojos están fijos. Como dije, uno se vuelve miope,
otro se vuelve hipermétrope. Y si continúa mirando a lo lejos, se vuelve incapaz
de ver de cerca. Y si continúa mirando cerca, se vuelve incapaz de ver a lo
lejos. Los ojos se vuelven fijos. Se vuelven mecánicos, pierden flexibilidad.
Así como unos se han vuelto mío-pes y otros hipermétro-pes, nos hemos vuelto
«externo-pes». Hemos de desarrollar la «interiorización» (*).
Puede que conozcas
la palabra «interiorizar», pero puede que nunca hayas oído la palabra
«externo-pe». Sabes que es «interio-rizar», pero carece de sentido a menos que
entiendas que significa «externo-pe». Nos hemos vuelto «externo-pes», fijos en
lo externo; hemos de desarrollar el «interno-pe», la interiorización. Siempre
que tengas tiempo, cierra tus ojos, cierra tu mente al exterior y trata de
penetrar en ella. Al comienzo te hallarás en una noche oscura. No habrá nada más
que oscuridad. No seas impaciente. Espera y observa y poco a poco la oscuridad
se irá disipando y serás capaz de percibir muchos fenómenos internos. Y
únicamente cuando te vuelvas consciente del mundo interno, sólo entonces podrás
darte cuenta dónde está el origen de donde procede esta luz. Entonces entra en
el origen. A esto los Upanishads le llaman «el baño».
¡Cuán estúpida es la
mente humana! Lo ritualizamos todo y se pierde el significado. Sólo permanecen
entonces los estúpidos rituales. Así nos bañamos antes de acudir al templo. Y no
hay ni templo ni baño. El templo está adentro y el baño también. Y este baño,
dicen los Upanishads, es el baño en la Iluminación interna.
La luz es en
realidad el puente entre lo Divino y el mundo. Lo Divino crea al mundo al crear
la luz. La luz es la primera creación, y luego la luz se condensa y sobreviene
la materia; luego la luz crece; digo que la luz crece, y luego aparece la vida;
entonces la vida crece y aparece el amor.
Luz, vida, amor,
esas son las tres capas. No te quedes en la segunda. O retrocede a las raíces o
asciende hasta la semilla otra vez, a las flores. Desciende hasta la luz o
asciende hasta las flores. Y hay dos caminos. Uno es el camino del conocimiento. Conocimiento» significa
descender hasta la luz. Con «Gyana Yoga» el verdadero secreto que se
oculta es éste: descender hasta la luz. Y luego está el «Bakti Yoga», el
camino de la devoción, que significa ascender hasta el
amor.
Osho
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