Percepción Unitaria
La libertad, comienza cuando uno rompe con todas las muletas, con toda ayuda, con todo refugio, consuelo y autoridad de tipo espiritual.
Hay pensamiento, pero no pensador, así que no puede haber nada estático como un “yo” que haya que conocer de manera progresiva y acumulativa. Se trata de ir descubriendo los procesos del pensamiento, la violencia interior, la rabia, la tristeza, etc. A medida que se van presentado, sin desear cambiarlos. Si uno va descubriendo estos procesos
interiores por uno mismo, sin seguir ningún método ni buscar ningún resultado, puede comenzar la paz de la Percepción Unitaria (El Segundo Silencio).
Tenemos que ir descubriendo por nosotros mismos cómo necesitamos respeto todo el tiempo y cómo la necesidad de respeto y control se relaciona con todo en nuestra vida: ideas suicidas y homicidas, celos, temor a la soledad y al “vacío”, codicia, un estilo de vida complejo y sofocante, competitividad ciega, crueldad y brutalidad, la construcción de imperios personales, corporativos
y nacionales, la invención de enemigos y la incoherencia final de “hacer guerras para lograr la paz”.
Repetir las palabras de otros nos hipnotiza a creer y a pensar mecánicamente. Esto insensibiliza la mente, que cae en el aburrimiento y la crueldad (como podemos verlo en nuestra propia mente). Esa mente está trayendo más caos y desorden al planeta, desorden que puede verse en todas y cada una de las actividades de los hombres y de las mujeres.
La actual sociedad planetaria está creando seres humanos muy confundidos y caóticos. Muchos de esos seres confusos enseñan en universidades y escuelas, contribuyendo al mantenimiento del Status quo (las cosas como están), que no es más que la sociedad criminal e insignificante que todos conocemos en cualquier lugar del planeta.
El hecho tiene significado y que sólo el hecho en sí tiene significado. El hecho de que somos violentos, codiciosos, envidiosos, mentirosos, celosos, temerosos y tristes, es el hecho significativo, no la idea de que debemos ser pacíficos, generosos, honestos, valientes y alegres por nada.
Si un terrorista produce rabia en uno mismo, lo importante no es el terrorista, sino percibir la rabia en el momento que emerge y no luego con la memoria analítica o introspectiva.
“Para ver el hecho, uno tiene que ver el hecho completamente y no introducir una idea contradictoria”. Si uno tiene miedo de morir o de quedar solo o sin trabajo, hay que ver el hecho del miedo completamente sin la palabra “miedo”, ya que si uno concluye que hay que ser valiente, con ese pensamiento uno deja de ir viendo el miedo que está ocurriendo. Si uno deja de ver el miedo, como por ejemplo, pensando en la necesidad de ser valiente, uno no ve ese miedo completamente. Uno no es libre del miedo hasta que no ha percibido todas sus implicaciones completamente. El temor nace en el pensamiento. El pensamiento crea tanto al miedo como al pensador .
Enseñanzas de Jiddu Krishnamurti
Enseñanzas de Jiddu Krishnamurti
Algunas Reflexiones de alumnos:
Si Krishnamurti dice que hay pensamiento, pero no pensador y uno responde que Krishnamurti es “muy vago, muy poco claro”, esa respuesta denota la propia resistencia a aprender y la incapacidad de des-aprender.
Sólo un ser humano que está completamente tranquilo y en silencio, está completamente vivo y sensible. Sólo una mente silenciosa puede ver y escuchar bien.
Krishnamurti va todavía más lejos: “Es sólo una mente silenciosa la que puede percibir Aquello sagrado que no tiene nombre ni medida”. La percepción de “lo inconmensurable” ocurre cuando uno está abierto a lo nuevo. Ni siquiera vemos la realidad de que las relaciones no son estáticas.
Los hábitos y las adicciones de cualquier tipo entorpecen la sensibilidad, y la vida de uno está llena de hábitos y adicciones. Muchas personas que son esclavas del hábito hablan incoherentemente de la creatividad y en nombre de ser creativos precisamente crean enorme desorden y confusión en sus propias vidas.
Krishnamurti va aún más profundamente cuando dice que no hay creatividad, a no ser que la mente viva en la creación. Pero sólo una mente muy silenciosa puede vivir en la creación. Buscar la creatividad es en sí mismo un acto no creativo. Aquellos que temen descubrir lo nuevo y abandonar todo lo que conocen han etiquetado a Krishnamurti como “filósofo” o como “gurú”, pero él no es en realidad ninguna de las dos cosas.
Su enseñanza es universal y atemporal. Es una enseñanza para todos los seres humanos, sin ocultismos, sin secretos elitismos.
Entre 1920 y 1940 Krishnamurti fue presentado al público como un Mesías o Maestro Universal, de la magnitud de un Jesucristo ó de un Buda Gautama, un nuevo y joven Maestro o Visionario que hablaba un lenguaje más actualizado y quizá, por eso, más confiable. Este “lenguaje soteriológico” (salvador) se podía escuchar de “primera mano”, sin ninguna distorsión milenaria, perpetrada inocentemente ó a sabiendas por seguidores, enemigos, organizaciones religiosas, traducciones y libros sagrados. Este Mesías hablaba un inglés simple, no especializado y cotidiano.
Una mente así es capaz de percibir la rabia generada por un insulto, la envidia generada por la alabanza a un imaginado rival, y el orgullo que evoca la adulación. Una vez que la rabia, la envidia ó el orgullo se van viendo completamente en Percepción Unitaria, en un darse cuenta sin elección, sin querer cambiar lo que se está percibiendo, éstos desaparecen en un instante sin dejar rastros y la mente regresa de modo natural a la bendición de la paz silenciosa.
Vivir con esa mente muy silenciosa era lo que Krishnamurti se atrevía a llamar “meditación”, sabiendo muy bien que cuando él usaba esa palabra, ésta llevaba consigo un significado diferente y no tradicional.
Krishnamurti no leía libros sagrados, así que su enseñanza venía directamente de su auténtico descubrimiento propio y se expresaba con su inteligencia prístina e incontaminada.
Le daba un nuevo significado a viejas palabras. Definía a la “disciplina” como la capacidad de aprender y desaprender. Le proporcionaba una tremenda profundidad a la frase más corta, usándola en el momento apropiado.
Dijo una vez: “Hay que despertar a la gente, no instruirla”.
Un día lo invité a caminar, en Ojai, California. Me dijo: “Caminemos en silencio”. Después de caminar por una hora me dijo sólo esto: “Dr. González, ¿continuará usted siendo uno de los muchos ó comenzará a ser uno de los pocos?”
No sentí necesidad de contestar. Estaba implícito que ésta era una de esas preguntas que hay que mantener vivas hasta la muerte. Estar con él por una hora me hacía sentir bendito, en un estado casi levitado, pacífico y gozoso.
En una de esas ocasiones le dije: “Cuando estoy contigo me siento como un cóndor”. Instantáneamente respondió: “¿Por cuánto tiempo quieres estar contagiado?” Quería decir que uno tiene que encontrar la manera de sentirse bendito por uno mismo.
La clase de descubrimiento que Krishnamurti había hecho (y que pedía que todos hiciéramos) le daba la energía y la sabiduría para persuadir, conmover ó aún espantar, sin muchas palabras y sin esfuerzo alguno.
Dijo en 1977: “La transformación no es de Esto a Aquello, sino el final de Esto. Sin duda él había pasado por una suprema transformación por la cual, la mayoría de los seres humanos, no quieren pasar.
Repitió de maneras diferentes: “Mi enseñanza no es mística ni oculta, porque sostengo que esas son limitaciones que el ser humano le impone a la verdad. Aquellos que están atados por lo que creen y por lo que conocen, tendrán dificultad en entender la verdad siempre cambiante”.
Un amigo que se había divorciado recientemente, fue a ver a Krishnamurti en un estado de franca desesperación. Se quejó de que su esposa ya no lo amaba. Krishnamurti le dijo: “Si usted ama, usted no necesita el amor de nadie. Usted necesita el amor de su esposa, porque no hay amor en usted mismo”.
La mente silenciosa y amante no necesita expresarse para “tener éxito”, “realizarse”, “lograr” o “impresionar” ni tampoco “para ser útil” o “ser recordada”. Su expresión es espontánea y sin meta.
El aroma de una flor no se considera “una expresión” de la flor, simplemente porque la fragancia es espontánea y sin meta. Una buena fragancia es parte de una buena flor. La mente buena y silenciosa no necesita expresarse.
Perseguir un objetivo (laboral, por ejemplo), tiene que equilibrarse inteligentemente con el silencio, el reposo y con poder estar completamente alerta, en una atención pasiva y completa. “Preste atención a la inatención”, solía decir Krishnamurti.
1 comentario:
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