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lunes, 3 de septiembre de 2012

Conectados al Vacío


DESEAR NO ES NECESITAR

Maslow habla de necesidades, no de deseos, y es importante establecer la diferencia entre ambas instancias. En su tercera acepción, el Diccionario de la Real Academia describe a la necesidad como «carencia de cosas que son menester para la conservación de la vida». Y María Moliner en su Diccionario del Uso del Español (extraordinaria herramienta acerca del idioma vivo) la nombra como «situación de quien no tiene lo necesario para vivir».
El deseo, en cambio, es descrito como «movimiento enérgico de la voluntad hacia el conocimiento, posesión o disfrute de una cosa» (Real Academia) o vinculado con ansiedad, con acción de saciar, con anhelo (Moliner). Queda claro, en principio, que la necesidad se vincula con la supervivencia mientras que el deseo es una elaboración mental que puede, o no, estar vinculada con la supervivencia pero que, definitivamente, no es su sinónimo. Para sobrevivir necesito agua, ésa es mi necesidad; pero, si me empeño en que sólo determinada marca de champagne o de gaseosa pueden saciar mi sed, me impulsa un deseo. Mi hambre clama por alimento, mi deseo exige caviar del Mar Negro. Refinadas estrategias mercadotécnicas y publicitarias desarrolladas sin pausa y con escrúpulos morales decrecientes tienen como objetivo crear constantemente nuevos deseos que los consumidores deben sentir como necesidades impostergables. «Trabajamos con sociólogos, psicólogos y antropólogos», se ufana Meyer en la entrevista citada.
Lo que se necesita de un teléfono es que sirva para hablar y escuchar, de una computadora que elabore, transmita y conserve información, de un televisor que reproduzca imágenes, de un auto que nos transporte con seguridad y economía. Que satisfagan necesidades de comunicación, de transporte, de información. Cuando aparecen psicólogos, sociólogos y antropólogos complicados en la tarea, hay derecho a sospechar que se están poniendo conocimientos sobre el comportamiento humano al servicio de su manipulación con fines que no son los de mejorar la vida de las personas sino las cuentas de las corporaciones. La vida de las personas mejora simplemente (como diría Maslow) con la atención digna de sus necesidades. En un primer momento y nivel, la Tecnología de Conexión atiende necesidades, sin duda. Pero una vez cubierto ese circuito, se desboca la voracidad mercantilista. El usuario se convierte en bocado, se trata de condimentarlo y deglutirlo, crearle «nuevas necesidades», convencerlo de que, si su teléfono celular no toma fotografías, él está out, no «pertenece» (¿a qué?), mucho menos si no escucha música hasta aislarse y ensordecerse; lo mismo ocurrirá si cada uno de los aparatos que se le incita a comprar, a cambiar, a desechar, a remplazar no lo seduce con absurdas «prestaciones» tan inútiles como artificiales. Para usarlas necesita dedicar cada vez más tiempo al uso de tales artefactos, se irá aislando de sencillos actos cotidianos de comunicación real con personas reales, entrará en circuitos de dependencia y ya no podrá escapar de ellos porque lo acechará el síndrome de abstinencia. Ya no es usuario, ahora es usado. Para pasar de una a otra categoría basta con tener una vida que se ha quedado estacionada en la primera o segunda escala de la Pirámide de Maslow. Basta con que, una vez satisfechas las necesidades fisiológicas y de seguridad, se ceda ante la pereza mental, la falta de coraje espiritual, la pobreza emocional, y no quede entonces otra alimentación que no sea la material, y no haya voluntad de sentido (como la nombra Víktor Frankl)ni de autorrealización (en términos de Maslow). Cuando hace esto, el usuario usado está preparado para ser servido en la mesa de la tecnología que lo conectará al vacío.

 Sergio Sinay

2 comentarios:

El Gaucho Santillán dijo...

Los Budistas, llaman a esto "Lo inútil".

Interesante.

Un abrazo.

Graciela dijo...

Hola Gaucho! exacto...lo inútil nos conecta a un gran vacío :)
Gracias Gauchito!!
Te dejo un Abrazo!

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