La Gracia no es algo que sea posible manipular para que esté presente. Si intentamos forzarla, aunque sea mediante la utilización de técnicas respetuosas como la oración y las afirmaciones, no aparecerá. La Gracia no acontece a través de nuestra obstinación sino a través de la buena voluntad.
Cuando intentamos conseguir que pase algo
-no importa lo que sea-, nos percibimos como seres necesitados o con
estados carenciales, y sentimos que, si no logramos lo que queremos, no seremos
felices. Esta actitud nos garantiza la desdicha, ya que siempre que
condicionamos nuestra felicidad a la consecución de alguna cosa o la buscamos en
el futuro, nos sentimos decepcionados.
Por el contrario, cuando somos felices sin
exigir un determinado resultado en el futuro, no establecemos las condiciones
para sentimos decepcionados, y cuando aquello que nos gustaría que pasara no
sucede, sabemos que encontraremos nuestra felicidad en «lo que es». Nos sentimos
felices de actuar de este modo, porque forma parte de nuestra práctica
espiritual.
Invertimos nuestra energía principalmente
en trabajar el presente, en lo que ya existe en nuestras vidas. Y lo hacemos
liberando nuestras ataduras -positivas o negativas-, con respecto a lo que
ocurrió en el pasado y permaneciendo abiertos a las posibilidades que nos brinda
el futuro. Estar abierto significa que quizá tengamos algunas ideas sobre cómo
nos gustaría que fuese el futuro, aunque estamos dispuestos a mantenernos en él
sea como sea.
Descubrimos que no siempre sabemos lo que es
mejor para nosotros, por lo que cuando pedimos lo que queremos, incluimos las
siguientes palabras en nuestra petición: «Si es para el mayor bien de todos los
involucrados». Lo que este acto de humildad expresa es: «Sé que el universo hará
lo más apropiado».
Cuando ocurre algo que a mi entender no es
apropiado, me siento infeliz o me cuestiono mis percepciones y aprendo a ver las
cosas de otra manera. Escojo entre sentirme desilusionado, rechazado y castigado
o aceptar el desafío para aprender y crecer.
Cuando sé que todo lo que me sucede en la
vida es perfecto, aunque en ese momento no sepa todavía cómo, encuentro la paz
absoluta. Por eso mismo, debo hacer de la aceptación una práctica espiritual
constante.
Buena parte del pensamiento mágico, envuelto
en una vestidura espiritual, no es ni espiritual ni mágico. Acostumbra a colocar
el carro delante del caballo. Dice: «Seré feliz si... pasa esto y lo otro». Lo
que enfatiza es siempre «esto y lo otro» y no en ser feliz ahora. Cuando puedo
ser feliz ahora, «esto y lo otro» ya no vienen al caso.
Estar presente y aceptar cada momento es
la base de toda práctica espiritual genuina. No importa que sea cristiana,
budista, judía, hindú o musulmana. La felicidad del momento, la aceptación
del momento y el amor del momento, junto con la paz y la
amabilidad, son los frutos de nuestra práctica espiritual.
Sin embargo, el dictamen de ego y del mundo
es: «Sería feliz ahora si pudiese tener ..............................». Tú mismo puedes
completar la frase. Frente a este dictamen, la voz del Espíritu pregunta: -«¿Por
qué no ser felices ahora y confiar en que la Realidad se revelará como sólo ella
sabe hacerlo?».
Cuando oímos la voz del Espíritu, aprendemos a poner el caballo delante para que pueda tirar del carro.
Cuando oímos la voz del Espíritu, aprendemos a poner el caballo delante para que pueda tirar del carro.
Cuando estamos contentos entramos
inmediatamente dentro del plan divino que sólo pretende nuestra felicidad y la
de los demás.
Paul Ferrini
No hay comentarios:
Publicar un comentario