El Contacto Con El Alma.
El reino humano se halla en una etapa evolutiva intermedia, entre el reino
animal y el reino espiritual. Del animal traemos los instintos, como, por
ejemplo, la reproducción y la autopreservación. Del reino espiritual recibimos
el llamado al servicio, cada vez más universal, vocación de todas las almas que
despiertan.
Si queremos avanzar en el camino evolutivo, necesitamos encontrar dentro de
nosotros ese núcleo profundo, el alma. El contacto con el alma y la inspiración
de los niveles de los niveles espirituales nos permiten servir libremente,
donarnos a la vida universal.
Las acciones abnegadas y el servicio comprendido como donación de sí a la
meta que el alma conoce, atraen energías sublimes hacia la Tierra. Fortalecen
los ideales elevados y el altruismo.
El servicio puede manifestarse en las actividades más variadas, sean internas
o externas, pero no se puede prever qué forma tomarán. No podemos programar
mentalmente las acciones por las cuales la energía del servicio se expresará,
pues están determinadas interiormente. Como el contacto con el alma es la vía
del puro y correcto servicio, es ese contacto el que en principio debemos
buscar, y consecuentemente la forma de servir nos será mostrada.
En la etapa preparatoria para el servicio, el alma proporciona al cuerpo
físico, al emocional y al mental la oportunidad de purificarse; el Karma
individual se va equilibrando, se va ajustando a nuevas coyunturas, se van
reconociendo los patrones de conducta impersonales, y dinamizando los
potenciales latentes.
Cuando Fluye El Servicio.
Si estuviéramos buscando o escogiendo el tipo de servicio que prestar,
impediríamos el flujo de la energía del alma sobre nuestros cuerpos y, por lo
tanto, sobre nuestra acción. Cuando tenemos una idea preconcebida de cómo
servir, el alma no puede actuar con libertad; y sólo ella conoce el tipo de
energía espiritual que puede canalizar hacia la obra en determinado momento, y a
quien dirigir ese energía.
El servicio también queda limitado si intentamos ayudar a los demás
indiscriminadamente, sin conocer sus reales necesidades. Movidos sólo por la
buena voluntad, podemos interferir en el camino de las personas, desviándolas de
su verdadero destino. Sólo ayudamos efectivamente cuando afirmamos el contacto
con nuestra alma, pues así ella misma los llevará a superar los problemas que
puedan estar enfrentando.
Otro obstáculo para el servicio es el hábito de la autoevaluación. Si nos
ponemos a analizar la energía espiritual que fluye a través de nosotros, si
queremos evaluar el progreso de otro ante la ayuda que le estamos dando, si
intentamos identificar lo que proviene de nuestra alma según patrones humanos,
condicionamos con nuestras ideas lo que fluye de un nivel superior y
desconocido.
La autoevaluación limita el servicio espiritual, elimina la imponderabilidad
que lo caracteriza. Lo transforma en un acto racional y humano, aunque bien
intencionado. Aunque sea positiva cuando desenvuelve en nosotros la percepción
en reconocer nuestros defectos y estimula la humildad, se vuelve limitante
cuando, por su causa, nos juzgamos inadecuados para ciertas tareas.
Recordemos que, cuando asumimos una tarea movidos por el impulso del alma,
recibimos ayudas especiales, en los momentos oportunos.
En fin, la energía espiritual comienza a fluir sin dificultad cuando estamos
en quietud y en sintonía con el alma. En ese estado, el servicio se realiza a
través nuestro, independientemente de nuestra participación consciente. Nos
convertimos en un instrumento del alma, y presenciamos lo que se desenvuelve con
imparcialidad, sin interferir, aunque siempre listos para cambiar las cosas, si
fuere necesario.
Con armonía y tranquilidad, percibimos claramente que somos meros vehículos
para el trabajo del alma en la Tierra. Nos corresponde permanecer en sintonía
con ella y retirar de la mente todos los conceptos sobre lo que sería una acción
útil. Debemos abandonar toda preocupación por resultados, pues estos siempre son
imprevisibles.
La Preparación Para El Servicio.
Podemos ser continuamente preparados para el servicio, pues siempre tenemos
algo que aprender y que purificar en nosotros mismos. A cada instante estamos
aprendiendo con la energía que fluye de lo alto y con el propio servicio, que
puede ampliarse, introduciéndonos en nuevos campos de
aprendizaje.
Nunca nos estancaremos en ningún punto del camino si permanecemos abiertos a
lo más elevado que hay en nosotros, y si cultivamos el desapego.
El desapego es esencial en la preparación para servir: desapego por lo que
sucede mientras servimos, desapego por los resultados, desapego por los puntos
evolutivos ya alcanzados. Cuanto más desapegados, más claridad tendremos y más
amplia será la obra realizada por intermedio nuestro.
El desapego también es esencial para estar atentos al momento presente. El
momento presente contiene todas las condiciones para que el servicio sea bien
realizado. Lamentar el pasado o elucubrar sobre éste, conjeturar acerca del
futuro nos aleja de la realidad y perturba el momento presente.
Cuando el desapego existe, no nos lleva a la frialdad o a la indiferencia; al
contrario, nos lleva a la plenitud interior y libera a los que de algún modo
están en contacto con nosotros. El desapego abre canales, y así lo que viene de
lo alto puede fluir libremente en nuestra conciencia y en nuestros cuerpos.
La preparación para el servicio también requiere otros ajustes en nuestra
personalidad: en el cuerpo físico, en el emocional y en el mental.
Para estar en buenas condiciones, el cuerpo físico necesita una vida ordenada
y una organización del tiempo y del espacio. Disciplina y horarios que cumplir
en la vida diaria ayudan a armonizarlo y a volverlo receptivo a la energía
anímica. Esa energía, además de ampliar su capacidad, es equilibradora.
En cuanto al cuerpo emocional, se lo trabaja principalmente con el cultivo
saludable de la devoción y de la fe – sentimientos que nos predisponen a una
vida espiritualizada, cultivada. Reprimir emociones, sin purificarlas y sin
orientarlas hacia un objetivo superior, de nada sirve. Es preferible
reconocerlas, transformarlas y, si fuese necesario, expresarlas con
discernimiento. Nuestras reacciones emocionales no deben perjudicar a los demás,
por eso necesitamos invocar la energía del amor-sabiduría, que viene del alma,
para impregnarlas.
El amor-sabiduría es curador, y nuestro nivel emocional fue creado para ser
su vehículo, en beneficio de las personas y del mundo.
Pero, las emociones también pueden trabajarse indirectamente, por medio de la
vida física organizada y de la mente dirigida hacia niveles superiores. Esto se
debe a que el cuerpo emocional es más fluido, inestable y pasible de la
influencia de los demás cuerpos. Se equilibra con el tiempo, a medida que van
entrando en armonía.
Con respecto a la mente, se equilibra cuando se ocupa con ideas superiores y
cuando sigue impulsos internos – tanto los que vienen de nuestro propio ser,
como los de alguien inspirado. La obediencia a esos impulsos aporta ideas claras
y pensamiento integrado.
Si somos devotos de nuestras mejores cualidades y obedientes a las señales
que la vida nos presenta, y si estamos listos para seguir los imprevisibles
dictámenes del alma, seremos un buen vehículo para que las energías espirituales
penetren la vida material. Estaremos, de hecho, sirviendo a la humanidad y
colaborando para que se libere de sus actuales condicionamientos, tan
estratificados.
Los que siguen el camino del puro servicio del alma no lo confunden con mera
actividad exterior. Además, superan la acción interesada en el propio bienestar
y pasan a la acción dirigida al verdadero bienestar de sus semejantes, pasan a
percibir la existencia del mundo de las almas y a relacionarse con
él.
TRIGUEIRINHO
1 comentario:
Es un artículo impresionante, me ha ayudado mucho aclarandome muchas cosas. Como podría hacer para profundizar más en este tema? Toda información es útil, muchísimas gracias!!
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